El servicio y el amor son expresiones específicas de nuestra vida de fe. Ambos marcan esencialmente el estilo de vida de cada cristiano y lo encaminan por una ruta concreta en la que se debe desarrollar. Teniendo como base el ser de Dios, el ser convocado por Jesús para seguirle con fidelidad, el contemplar gozosamente el gesto libertario y de rescate radical que el Señor ha realizado en favor de todos, se debe cumplir todo en medio de la realización concreta de lo que compromete al elegido y al salvado a demostrar la asunción que ha hecho de su nueva condición de salvado y de haber sido hecho un hombre nuevo. Ciertamente la obra salvadora ha correspondido a Jesús, habiendo asumido la humanidad como veta radical en la que la llevaría a cabo, habiendo caminado en medio de los hombres para confirmar que es uno más de entre ellos, habiendo realizado los gestos que hacían entender la llegada del Reino de Dios al mundo, habiendo demostrado su poder divino y su amor preferencial a cada hombre con sus gestos portentosos y sus mensajes de amor y compromiso a todos, habiendo enfrentado la debacle de su propia humanidad sufriente que llega al extremo de la entrega a la muerte en la Cruz, debe producir posteriormente una respuesta razonable de parte de los salvados y rescatados que de alguna manera descubra un deseo de vivir la salvación, una respuesta que asuma la parte que debe vivir propia y responsablemente cada hombre renovado, de modo que no entienda la gesta libertaria solo como una especie de "derecho" ganado, sino como una llamada real a vivir con intensidad personal lo que significa la novedad para sí mismo y para todos los demás. Un gravísimo error que puede cometer el cristiano es que sabiéndose beneficiario de todo el amor que Dios quiere derramar en él y que ha derramado regalándole la salvación, considere que ese es el final del camino y ya no queda nada más por hacer. La realidad es que, siendo la obra de Jesús esencial para el logro de aquella nueva creación que Él ha venido a establecer en el mundo, venciendo el poder del demonio que lo había hecho perder todo, el camino debe ser avanzado, teniendo como nuevos actores a los que han sido beneficiados en el amor de rescate, pero que a su vez se convierten, y lo deben asumir así, en nuevos artífices a los que Jesús asocia para consolidar su obra de rescate. Es entonces cuando debe ser asumido con radicalidad, en primer lugar, el amor que se ha recibido y del cual se ha hecho cada uno beneficiario privilegiado, y en segundo lugar, el compromiso de servicio a todos, siendo de verdad hombres nuevos no solo en el sentido personal de la ganancia de la nueva condición, sino sirviendo desde ese mismo amor y con la novedad radical de la propia vida, a todos los hermanos.
La obra redentora es sin duda la ganancia más grandiosa que hemos obtenido. Pero se coloca también para nosotros en una altura similar la capacidad que nos regala el Señor de ser servidores. Hacernos servidores de los hermanos es un privilegio divino, que nos coloca en la misma condición de Jesús, que sirvió de la mejor manera entregándose por nosotros. Servir es, de este modo, esencial para entender nuestro ser de Jesús. Quien no hace de su vida un servicio amoroso y total a los hermanos, no se está asimilando al Jesús servidor. La alegría de la vida asumida por Jesús fue entregarse, y en la misma medida, servir a los hermanos. Su mejor servicio fue su entrega. Jesús no se guardó absolutamente nada para sí. Entendió que su entrega fue su servicio. De esa misma manera debemos entenderlo todos. Nuestra salvación implica el servicio, como para Jesús el servicio fue su entrega. Lo entendió perfectamente San Pablo, ganador de esa novedad de vida radical que había obtenido por la obra de Jesús, por lo que emprendió la tarea altísima de anunciarlo a todos, sirviendo en el amor, y haciendo a todos beneficiarios de la misma salvación. No consideró su tarea terminada al recibir su propia salvación, sino que se hizo multiplicador para todos de esa salvación tratando de ganar cada vez más para el amor de Cristo: "En ningún caso me veré defraudado, al contrario, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en esta alternativa: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para ustedes. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré al lado de ustedes, para su progreso en la alegría y en la fe, de modo que el orgullo que en Cristo Jesús sienten rebose cuando me encuentre de nuevo entre ustedes". El amor por todos, y el deseo de que cada uno sea bendecido por la obra redentora de Jesús, lo lanzaba al servicio, incluso por encima del deseo inmenso de disfrutar ya eterna e inmutablemente del amor salvador de Cristo en el cielo. Para quien vive el amor, la salvación de Jesús no es solo una meta deseable, añorada para disfrutar eternamente, sino que se conjuga perfectamente con el servicio debido a aquellos a los que se ama en Jesús.
La primacía la tienen entonces el amor y el servicio. Al punto que pasan a ocupar el primer lugar los hermanos a los que se debe servir. Así lo entendió Jesús. Si alguien tenía derecho de disfrutar de todas las prerrogativas y privilegios fue el Hijo de Dios que se encarnó por amor. Pero Él prefirió sucumbir al amor y al servicio. Él es nuestro modelo. Nos marca la pauta para entender cómo amar y cómo servir. La vida de los cristianos debe ser vida de amor y de servicio. En ello se nos debe ir la vida. Haber obtenido nuestra salvación por el regalo amoroso de Cristo es apenas el inicio de todo nuestro compromiso. No basta con ser salvados en el amor. Debemos demostrar que esa salvación nos ha transformado, nos ha hecho unirnos más a los demás, nos hace incluso responsables de su salvación. No es la categoría humana la que nos marcará. Será la categoría del servicio y del amor. Nuestro valor no se medirá nunca más por el prestigio personal, por las ganancias crematísticas, por los beneficios pasajeros, por el renombre o la fama. A la vista de Jesús nuestra categoría estará marcada por la cantidad de amor que vivamos por los hermanos y por la entrega a ellos en el servicio que les prestemos. El nombre, la fama, la riqueza, no importarán nada para ingresar al banquete celestial. No seremos reconocidos por nada de eso. Jesús mirará nuestro corazón y medirá el amor y el servicio que hayamos realizado: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que los convidó a ti y al otro, y te diga: 'Cédele el puesto a este'. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: 'Amigo, sube más arriba'. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido". La humillación que pide Jesús no es desprecio. Es humildad. Es la búsqueda de la vivencia del amor al hermano y el deseo de servirle con preferencia sobre sí mismo. A eso estamos llamados los cristianos. A un amor preferencial por Dios y por los hermanos y a un servicio que los coloque a cada uno incluso por encima de uno mismo.
Este artículo con la Gracia de Dios manifestada en la presencia del Espíritu Santo, cumple con la misión de sentir el compromiso que tenemos en el anuncio de la buena noticia que nos trajo Jesucristo nuestro Señor y además, sin necesidad de involucrarnos en sacrificio y secreto alguno, es convirtiéndonos y anunciando ese mensaje, contenido en su Evangelio.
ResponderBorrarEs tan fácil como se nos presenta y el secreto es la oración, antes de la prédica, para que no haya saboteo externo. En el nombre de Jesús. Amén 🙏.
Amado Señor, danos un verdadero corazón semejante al tuyo😉
ResponderBorrarLa vida del cristiano debe ser vida de amor y de servicio.El es nuestro modelo, en esta enseñanza nos dice como se debe amar y servir a nuestro prójimo.
ResponderBorrarLa vida del cristiano debe ser vida de amor y de servicio.El es nuestro modelo, en esta enseñanza nos dice como se debe amar y servir a nuestro prójimo.
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