viernes, 30 de octubre de 2020

Dios nos hace iguales a Él al hacernos amar como Él

 Fonte de Luz!: O PASSE.

No existe norma mayor que el amor. Más aún, podríamos afirmar que dar la categoría de norma al amor, aun cuando debe ser presentado así para una mejor comprensión, como lo hizo el mismo Jesús al ser consultado por el maestro de la ley sobre el mandamiento más importante, dada la innumerable cantidad de normas que azotaban a los judíos de la época, y por ello tuvo que hacerse eco de lo que ya había sido establecido desde el principio por Dios al presentar las leyes de sus mandamientos, en todo caso, debe ser entendido solo como una manera de hacer accesible la realidad mayor de la conducta humana. Afirmar que el amor es una norma, una ley, incluso definida así en las enseñanzas del gran maestro San Pablo que afirmó rotundamente que "Amar es cumplir la ley entera", traducido de otra manera como "La plenitud de la ley es el amor", no le da a la misma realidad del amor toda la justicia que debe tener. En primer lugar, el amor es la esencia de Dios. Y por ser su esencia, surge también desde su origen. "Todo amor viene de Dios", afirma San Juan, con lo cual queda establecido claramente que es imposible la existencia del amor fuera de Dios. No hay amor que no surja del corazón de Dios, pues Él es el origen de todo amor. Si llegara a existir el amor fuera de Dios, debe ser aceptado y afirmado que originalmente se ha dado porque ha surgido de Dios. Nadie puede amar, y tampoco puede existir el amor, fuera de Dios. La eternidad de vida de Dios se desarrolla siempre en la categoría de amor. Es una experiencia de su intimidad, en la cual se ha desarrollado eternamente y por la cual define su misma vida comunitaria. Dios se ama a sí mismo naturalmente, y así transcurre siempre su vida. Al haber creado, ese amor, siendo eterno y siempre el mismo, salió de sí hacia fuera y comenzó a ser riqueza de todo lo creado, sin dejar de ser suyo. Y dando un paso aún más dramático en esa salida, el amor divino devino en amor humano al hacerse propiedad de la humanidad. No dejó de ser amor de Dios, pues nunca dejará de ser divino, pero por esa generosidad extrema de Dios, se añadió al corazón del hombre, pasando a ser el regalo más grandioso que pudimos haber recibido jamás. Ese amor que era solo prerrogativa divina, pasó a ser prerrogativa también humana por concesión entrañable de quien es el amor, y nos lo hizo vivir como el tesoro más valioso que podemos poseer. Podríamos afirmar que la experiencia más dramática, por ser la de mayor entidad que hemos vivido, es el haber sido hechos capaces de amar como Dios ama, elevándonos así a lo más alto a lo que podemos llegar a ser. Ninguna de todas las otras cualidades que Dios ha concedido a los hombres tienen la fuerza poderosa de cambio y de riqueza del amor de Dios. El amor nos hace divinos, y nos coloca en la misma altura de la eternidad hermosa y deliciosa de Dios.

La experiencia del amor no es, por tanto, solo una norma que debe ser cumplida, sino la esencia que nos debe definir. Los cristianos no debemos amar porque sea una ley que haya que cumplir, sino porque es nuestra naturaleza. El cristiano es el hombre que ama, que existe por el amor y que sabe que mantendrá su vida solo en el amor. No amamos solo porque lo manda Dios, sino porque al ser el amor nuestra esencia vital, no podemos ni sabemos vivir de otra manera. Amar a Dios y amar a los hermanos no es una tarea que se debe cumplir, sino que es la forma natural de vida de quien se sabe viviendo en la cualidad y en la esencia más profunda de Dios. Para el cristiano no existe otra manera de vivir. Por eso amar a Dios y amar al prójimo, más que mandamientos, son vida propia. Se vive en el amor. Y ese amor da forma a todo: a la relación con Dios, con el cual vivimos su propia esencia de amor; y a la relación con los hermanos, con los cuales no tenemos otra forma de relación que la que da el amor que vivimos esencialmente. Vivir en el amor es la única manera de vivir. Por ello nos acercamos en ese amor a todos los demás: a los nuestros y a los que no son nuestros, a los que no pasan grandes necesidades y a los que sufren las más grandes penurias, a los que necesitan de nuestra cercanía y de nuestra solidaridad y a los que están bien. Es un amor que no excluye a nadie, como no lo hace el amor divino. Así lo reconoció San Pablo en aquellas primeras comunidades que empezaron a aceptar la realidad del amor divino: "Doy gracias a mi Dios cada vez que los recuerdo; siempre que rezo por todos ustedes, lo hago con gran alegría. Porque han sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre ustedes esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. Esto que siento por ustedes está plenamente justificado: los llevo en el corazón, porque, tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos comparten mi gracia. Testigo me es Dios del amor entrañable con que los quiero, en Cristo Jesús. Y esta es mi oración: que su amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegarán al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios". La vivencia del amor está por encima de toda otra experiencia posible. Y es la que dará la base para toda la vida de la fe. No entender esta forma de vida del amor equivaldría a no entender la propia vida y a lo que nos llama el ser cristiano.

No comprender que el amor no es simplemente una norma, sino la vida misma, en la cual se marca todo la existencia, y que hace del cristiano un verdadero hijo de Dios, es no comprender nada. El amor une a Dios porque nos hace realmente iguales a Él. Si amamos, lo hacemos porque Dios está desde nosotros enriqueciéndonos con lo que Él es. Es imposible amar si Dios no está de por medio. El amor nos diviniza, haciéndonos vivir la esencia más profunda de Dios. Ciertamente todo lo que se refiere a Dios es grandioso. Él es el Dios todopoderoso, creador, omnisciente, eterno, omnipresente. Pero por encima de todo, en lo que se refiere a la relación personal y entrañable con nosotros sus criaturas, es el Dios Amor, que nos ha regalado su amor, que ha hecho que ese amor sea nuestro y que nos ha hecho similares a Él en esa capacidad grandiosa y entrañable de amar. Llegando al absurdo, podemos afirmar que lo más importante para cada uno de nosotros, por encima de su poder, de su eternidad, de su sabiduría infinita, es el amor que vive esencialmente y del cual nos ha hecho partícipes, haciéndonos los seres más felices del universo. Por eso, un verdadero cristiano no puede colocar jamás por encima del amor ninguna otra realidad. Así lo enseñó Jesús a aquellos que ponían el formalismo de la ley por encima del amor debido a los hermanos. Si Dios es el Dios del amor, poco le importa que haya normas excelentes, grandes avances humanos, pasos inusitados en los logros humanos, que se alcancen inmensas riquezas personales, que haya leyes muy bien estructuradas, que las naciones vayan alcanzando importantísimos avances en el progreso de los productos internos, si nada de esto está marcado por el verdadero amor. De ese modo se pueden estar logrando ingentes avances, pero el hombre puede estar perdiendo lo que más lo caracteriza, que es su propia humanidad, la experiencia del amor a Dios y a los demás: "Entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y fariseos: '¿Es lícito curar los sábados, o no?' Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: '¿A quién de ustedes se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca en seguida, aunque en día de sábado?' Y no pudieron replicar a esto". Lo formal nunca podrá estar por encima del amor. Es absurdo en la categoría divina. Nadie, ningún hombre, y mucho menos el más necesitado, está por encima del amor. Si no hay amor, no hay nada. Así debemos vivir los cristianos. Por encima de formalidades, por encima de leyes, por encima de añoranzas materiales personales, estará siempre el amor. Todo lo demás es absurdo, inhumano y vacío.

2 comentarios:

  1. El camino del Amor nos llevara al encuentro con Dios😉

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  2. Es imposible amar si Dios no esta de por medio,el camino de la ley no puede desprenderse de la caridad y de la justicia.

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