miércoles, 14 de octubre de 2020

El goce de la vida aquí y ahora apunta a la eternidad feliz

 Evangelio miércoles 28ª semana de Tiempo Ordinario

Hay una frase que se invoca mucho entre los hombres que proclaman el disfrute hedonista de la vida como único objetivo de la existencia: "Esta vida es una sola y hay que gozarla". Estrictamente hablando no es falso lo que afirman, pues la existencia del hombre tiene una solución de continuidad entre lo que se vive actualmente y lo que vendrá en el futuro. El problema está en que no es este el sentido que ellos ponen a dicha afirmación. Para ellos, la vida se agota en lo que viven aquí y ahora, y no tiene ningún sentido, de esa manera, ocuparse de cosas que distraigan lo que sería el único objetivo de la vida, que es el disfrute, el goce, el oropel, el regalo a los sentidos. No habría razón para un compromiso profundo, para una búsqueda de elevación en la calidad interior de la vida. Es lo que viven tantos y tantos a los cuales la vida no los llama a un aumento en la riqueza espiritual, sino que solo se aplican en la búsqueda de placeres, entregados a toda clase de satisfacciones corporales, desenfrenados en la procura de regalos al cuerpo, preocupados solo en el empeño de lograr esos regalos que persiguen una y otra vez, día tras día, probando grandes novedades que aumenten el placer. Consecuencia de ello es una continua frustración, por cuanto nada de lo que van probando logra satisfacer totalmente esas ansias de satisfacción plena. Por ello, en la debacle de la vida que no encuentra otra salida, van encontrándose cada vez más insatisfechos y pretenden resolver dicha insatisfacción con mayor frustración. La experiencia de vida de aquellos que se centran solo en la procura de honores egoístas, de riquezas cada vez mayores, de placeres cada vez más intensos, nos dice que en lo más intimo de ellos no consiguen dar a sus vidas la plenitud que pretenden, sino que, por el contrario, la sensación que los va dominando es la del vacío que los va encerrando cada vez más en sí mismos, la de la superficialidad total en la que saben perfectamente que no se han logrado hacer más o mejores hombres en ese camino, la frustración de sentir que nada de lo que prueban en lo corporal los hace sentir bien totalmente. Centrándose solo en lo pasajero, en lo que se termina, en lo que pasa, terminan convenciéndose que la vida, ciertamente, "es una sola" y por ello no pueden seguir empeñándose en perderla en la búsqueda frustrada de la felicidad donde jamás la encontrarán. El hombre se pregunta, entonces, sobre el sentido de su propia vida, sobre la ruta que ha ido siguiendo, sobre las metas que se ha propuesto, sobre las experiencias de fraternidad que ha ido despreciando, sobre la dirección hacia la que ha dirigido su mirada desviándola de la visión que lo llega a elevar y a unir a quien de verdad será el único que dará un sentido pleno a todo lo que puede vivir. No puede el hombre seguir procurando su suicidio espiritual y debe apuntar a lo que lo eleve como hombre.

San Pablo, gran experto en humanidad y consciente de lo que a los hombres les hacía falta para avanzar hacia la verdadera plenitud a la que están llamados, ponía sobre aviso a los gálatas: "Hermanos: Si ustedes son conducidos por el Espíritu, no están bajo la ley. Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo.Y les prevengo, como ya les previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios". El fin de los que se centran en estas cosas materiales y corporales será la frustración total. No solo avanzarán en la insatisfacción personal al percatarse de que nada de lo que procuran en este nivel sensible logrará hacerlos más y mejores personas, sino que ponen en riesgo el que sus vidas terminen en la peor de las frustraciones por cuanto, al concluir que efectivamente "esta vida es una sola" y avanza hacia una eternidad segura, no pueden permitirse que las insatisfacciones actuales lleguen a ser las mismas para una eternidad que jamás acabará. Por ello, el paso siguiente, el que verdaderamente tiene sentido, es el de asumir un nivel distinto del simplemente material y apuntar a una búsqueda de la plenitud de la propia vida que no se agota en lo que se vaya logrando en las metas simplemente corporales, sino que eleva la mirada y la consideración hacia algo que trasciende, que es la presencia de quien pone todo en nuestras manos no para que nos agotemos en ello, sino para que nos sirva como apoyo y sustento para la elevación del propio ser, llevándolo a la plenitud que debe tener. Es la unión con Dios y la solidaridad fraterna con todos los demás que caminamos hacia la misma ruta de la plenitud. El fin de la vida no será por tanto el de la frustración total de quien se empeña en buscar solo las cosas que pasan, sino aquellas que le dan la plenitud al lograr la verdadera felicidad que no está en el simple disfrute de lo que se agota, sino en el goce auténtico de lo que llena y que da sentido, que anima de verdad a ser mejores hombres y que pone en el camino correcto para huir de la frustración eterna. "El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu". Quien ha entendido que la vida tiene una meta de eternidad futura y que no es una llamada a la frustración sin fin, sino a la plenitud, entiende que esa llamada a vivir según el Espíritu está dirigida expresamente a él.

Entenderlo es clave para poder asumir un estilo de vida que impulse a la realización personal como hombres de Dios y de Jesús, como hermanos conscientes de que ese caminar jamás lo podrán honrar individualmente. De que incluso su creación para ser hombres plenamente felices puede llegar a quedar en nada si no lo hacen una realidad firme y sólida para avanzar hacia la meta de la plenitud. Cuando esto no se entiende se llega incluso a la pretensión de manipular al mismo Dios, como lo hicieron los fariseos y los maestros de la ley que se empeñaban en vivir en la búsqueda de sus conveniencias personales, mediante la manipulación de los débiles, para poder seguir gozando de esos beneficios materiales que les daban honores y privilegios y les aseguraban seguir disfrutando de los goces de esa vida, creyendo que nunca tendrían que rendir cuentas de sus tropelías. "'¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasan por alto el derecho y el amor de Dios! Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, que les encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas! ¡Ay de ustedes, que son como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!' Le replicó un maestro de la Ley: 'Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros'. Jesús replicó: '¡Ay de ustedes también, maestros de la ley, que cargan a los hombres cargas insoportables, mientras ustedes no tocan las cargas ni con uno de sus dedos!'" La conducta más indeseable no es la de los que actúan por falta de conocimiento, aunque ciertamente también frustran en sí esa plenitud deseada. La peor es la de los que conocen perfectamente la exigencia del amor, al que están llamados y bajo cuya órbita debían vivir, pero se dejaron obnubilar por la búsqueda de prebendas personales. Es malo invocar interesadamente la frase que invita a asumir la vida como una sola en ese sentido del único regalo a los sentidos. Pero es despreciable quien la invoca para servirse a sí mismo, pretendiendo manipular incluso al mismo Dios y burlándose de los hermanos a los que debían servir, sometiéndolos bajo su poder religioso para servirse con malignidad de ellos. Si quienes se entregan solo a la vida de los placeres para "gozar de la vida" arriesgan su frustración eterna, los que lo hacen aprovechándose del mismo Dios y de los hermanos, prácticamente se la han asegurado ya para siempre. Solo una actitud de conversión sincera, de entrega al Dios del amor y de servicio a los hermanos, podrá asegurar que esa vida, que es una sola, tenga el final feliz de la eternidad en el gozo real en el amor y en la realidad de plenitud total.

4 comentarios:

  1. Qué triste tiene que ser la vida de los que no tienen fe y que piensan que lo interesante es llenar esta de sucedáneos de felicidad intrascendente y ya no hay más porque después de esto todo se acabó.
    Pidamos a Dios y a Santa María que no perdamos este don sobrenatural que sabemos que Dios se lo da a quienes lo piden con humildad.

    Gracias D. RAMÓN por este artículo que nos hace pensar en el camino que lleva a la VIDA con mayúscula, que Dios está dispuesto si somos fieles aunque tengamos que comenzar y recomenzar muchas veces. Que Dios le bendiga y lo guarde para seguir haciendo el bien. P. Franja.

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  2. Seamos un signo de compasión y solidaridad en un mundo donde tanta gente lleva cargas muy pesadas☺️

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  3. Hoy nos habla Jesús, de mantener la justicia y el amor a Dios, como comportamiento religioso,además de saber, el que le sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

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  4. Hoy nos habla Jesús, de mantener la justicia y el amor a Dios, como comportamiento religioso,además de saber, el que le sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

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