jueves, 8 de octubre de 2020

Jesús impide la depresión, el aburrimiento y la rutina

 Qué padre, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente? - ReL

En nuestra vida los hombres debemos llegar a un momento en el que plantearnos cuáles son las motivaciones más profundas que tenemos para vivir, para pensar y para actuar. Si no llegamos a pensar en esto, nuestra vida puede llegar a convertirse en una simple vegetación, en pasar el momento, en pura superficialidad sin trascendencia. Vivir así puede llegar a hacerla entender como una vida vegetativa en la que nada de lo que hagamos va más allá, sino que solo se reduce al día a día, sin el condimento de los retos y de las novedades que la hagan atractiva. Sería asumir para sí mismo el estilo de vida de los seres irracionales que se ocupan solo de la procura de la propia subsistencia, en lo que se va la vida, solo dependiendo del lugar que ocupan en la escala animal, para saber si deben vivir en una continua defensa o en un continuo ataque para poder sobrevivir. Para un hombre que vive únicamente en ese nivel la vida se convierte en rutina, en cansancio, en aburrimiento, en repetición continua. Es terrible constatar que para muchos en eso se ha convertido la vida, llegando a ser algo que ha abandonado todo su atractivo y se ha perdido en el marasmo de lo rutinario en el que se repite una y otra vez el mismo itinerario, y en el que un día no se diferencia en nada del anterior o del que viene. Nuestra condición humana, en la que brilla la libertad, la inteligencia, la voluntad y la vivencia del amor, por el contrario, debe caracterizarse por una experiencia de continua novedad, no solo por el hecho de ser creativa en sí misma, sino por la actitud personal que debe existir en la que destaque siempre la disposición de responder con gozo al reto de lo cotidiano, incluso de lo rutinario, con bríos y fuerzas renovadas, en las que se dé también un espíritu que afronte lo de siempre con dedicación y que incluso esté abierto a la vivencia de nuevas experiencias que enriquezcan. El hombre de hoy, por haber perdido esa capacidad de novedad e incluso de asombro, se ha enfermado interiormente y ha permitido que en su espíritu aniden aquellas enfermedades que lo aquejan y lo destruyen, como la depresión, la angustia, la ansiedad. El haber perdido la capacidad de asombro y de novedad, que puede llegar incluso a rayar en lo inocente y en lo infantil y que puede llenar de frescura, lo ha hecho entrar en un bucle interminable que si no pone de su parte para evitarlo, se convertirá en un laberinto y prácticamente llegará a ser la tumba de sus expectativas.

Por eso es necesario que se llegue a discernir seriamente sobre las motivaciones últimas. Si éstas no sobrepasan "lo establecido", llegando incluso a invitar a la transgresión de aquello que siempre se hace igual, porque es "lo que está mandado", en la línea de esa superación personal que respeta lo que indica la propia promoción humana y la promoción del bien para sí mismo y para los hermanos, siendo creativos y dejándose también guiar por lo que indique la propia razón lógica, y dando un paso audaz de confianza en quien es el primer interesado en que el hombre sea más en sí mismo, que es el Padre que lo ha creado para ello, la rutina asesina será la única vencedora y no dejará marcar pautas nuevas. No hay cosa que colabore más a vivir esa continua novedad que la fe. Podemos pensar al contrario que la fe nos ancla en lo rutinario y que más bien apunta a la destrucción de la creatividad, pero es precisamente todo lo contrario. Desvincularse de ella nos hace los seres más rutinarios que pueden existir, por cuanto nos ancla a nosotros mismos, y la perspectiva de novedad que nos podemos ofrecer no pasará jamás de unas cuantas ideas "revolucionarias" que en muy poco tiempo nos hundirán de nuevo en lo ya conocido y nos llevarán otra vez a la rutina que necesitará de una nueva novedad que nos entusiasme otra vez. La fe nos pone ante el que es siempre nuevo y el que nos anima a dar nuevos pasos que nos llenen de oxígeno y de frescura. Dios es el eternamente nuevo, de quien obtenemos con absoluta certeza la continua novedad. Cada gesto suyo, cada palabra que nos dirige, cada invitación que nos hace, cada camino que nos indica a seguir, es un planteamiento nuevo que nos viene al encuentro y que necesariamente nos cuestiona, nos confronta, nos reta, nos exige una respuesta nueva, nos llena de entusiasmo y oxigena nuestro espíritu. No hay tiempo para el aburrimiento, pues debemos estar siempre prontos para responder con ilusión. Por ello, el mejor fundamento para poder vivir la novedad continua es el que nos propone San Pablo: "¿Quién los ha fascinado a ustedes, a cuyos ojos se presentó a Cristo crucificado? Solo quiero que me contesten a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por haber escuchado con fe? ¿Tan insensatos son ustedes? ¿Empezaron por el Espíritu para terminar con la carne? ¿Han vivido en vano tantas experiencias? Y si fuera en vano... Vamos a ver: el que les concede el Espíritu y obra prodigios entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley o por haber escuchado con fe?" Las obras, es decir, la ley, lo rutinario, "lo de siempre", no es lo que nos llena de novedad. Es la fe, la unión con el Espíritu de Dios, el siempre nuevo, el que nos conecta a Jesús, el que nos hace nuevos a cada uno.

Esa novedad de vida que pone a nuestra vista ese Dios que nos reta, que nos lanza a rutas transgresoras, es una vida entusiasmante, una vida que no tiene espacio para la rutina o el aburrimiento. Si alguien quiere huir de las depresiones, de las angustias, de las ansiedades, que se anime a escuchar a ese Dios que no quiere de ninguna manera esas lacras en la vida personal. Su propuesta es la de la eterna novedad del amor, en la que no se debe jamás apuntar a lo de siempre, sino a la continua transgresión de lo normal. Jesús nos lanza esa parábola del amigo inoportuno, en la que lo normal, lo que invita a hacer lo rutinario, es a no permitir que vengan a molestar en horas tan inusuales, menos aún cuando estás en el descanso familiar junto a la mujer y los hijos. Quien añora seguir viviendo en su depresión personal cierra las puertas en las narices de quien viene a importunar. Quien está dispuesto a aceptar la transgresión a la que invita la fe y el amor, se mueve no solo para evitar la molestia, como sugiere Jesús, sino para actuar en la línea del amor que invita a lo nuevo, como actuaría el padre con el hijo que le pide el pez o el huevo: "Si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite ... ¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?" La motivación final de la vida del hombre, más aún de aquel que quiere por encima de todo vivir la continua novedad del amor, está en no dejarse encerrar en la rutina de lo inacabable, de lo que encierra en el laberinto interminable del aburrimiento, sino en aquella novedad que lo entusiasma y lo une al Dios del amor. El que quiere su bien, su renovación, su entusiasmo. Será el hombre que se sabe eternamente renovado porque puede recurrir siempre, sin desconfianza, al que es la fuente del amor y de la novedad: "Yo les digo a ustedes: pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre". Es la fuente del amor y de la vida, de la novedad y de la transgresión, del cual recibirá siempre la continua frescura que lo llenará de entusiasmo y le dará el deseo de seguir viviendo con gozo y alegría.

3 comentarios:

  1. Pidamos Fe y confianza al Señor, al mirar nuestra relación con El☺️

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  2. Como dice Papa Francisco, el.cristiano no puede estar triste. Si tiene a.Dios en su corazón debe estar siempre alegre. Pues para ser testigos del Amor de Dios, no podemos transmitir la Buena Nueva no podemos hacerlo sino con la alegría de ser Hijos de Dios, obra perfecta y predilecta del.amor del Padre

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  3. Un padre amoroso siempre desea lo mejor para que su hijo crezca sano y feliz, por eso podemos pedir,buscar y llamar,sabiendo que Dios supera todo limite humano, y que nos regala lo mejor,el Espíritu Santo.

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