jueves, 15 de octubre de 2020

En Jesús, el amor divino y el amor humano nos pertenecen y nos salvan

 Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros  padres mataron! | Radio RSD Chimbote

El principal deseo de Jesús es que todos los hombres se rindan a su amor y lleguen a ser buenos discípulos suyos, seguidores de sus indicaciones y de su deseo de salvación para todos. Esa fue la tarea que le encomendó el Padre y que Él aceptó con agrado, aun a sabiendas de que en el cumplimento de esa encomienda se le iría la vida humana que tenía que adquirir. El paso de Jesús por su periplo humano fue muy hermoso para Él. Podríamos decir sin equivocación, que a Jesús le gustó ser hombre. Haber nacido y crecido en la familia de Nazaret, bajo el cuidado de sus padres José y María, rodeado por gente cercana que lo acompañaba en su crecimiento como niño, siguiendo el itinerario común de todo niño y de todo joven de su época, seguido siempre de cerca por el cuidado y la vigilancia de los suyos, le aseguró una vida sin mayores aspavientos, como lo afirmó el Evangelista San Lucas: "El niño crecía en sabiduría, en edad y en gracia". La presencia de José para Jesús fue la del padre que lo amaba, que lo educaba, que lo formaba para la vida. No sabemos hasta cuándo estuvo presente la figura paterna, pero sí suponemos que fue una figura emblemática, definitiva para Él, por cuanto al ya no estar presente tuvo que hacerse cargo de su Madre y procurar para Ella y para Él mismo, lo necesario para vivir. Y por supuesto, la figura de la Madre fue determinante para su estilo familiar, cercano, fraterno, amoroso, cuando llegó el momento de hacerse cargo de la tarea de salvación que le tocaba cumplir, y a la que no podía faltar como la cita esencial de su vida, lo que le daba todo el sentido a lo que sería su vida del futuro. Su padre y su madre marcaron su estilo. En lo humano se encargaron de poner en su ser todos los rudimentos necesarios para su gran obra. Al emprender su misión final le tocó echar mano de todo lo que era su equipaje humano. No usó solo de lo que poseía como Dios, sino también de todo lo que había ganado en su vida humana de sus padres y de los suyos. Lo divino estaba ahí desde la eternidad. Lo humano estuvo ahí desde que sus padres lo fueron derramando sobre Él. Por ello, sintió la compasión dolorosa con la madre viuda que perdió a su único hijo; pudo sentirse feliz en el encuentro con los hermanos Lázaro, Marta y María; salió en defensa de la mujer adúltera que tenía que morir a pedradas; reconoció el amor de la prostituta que se humilló presentándose delante de Él en medio de todos aquellos que la reputaban como impura e indigna; llamó a pertenecer a su grupo al publicano proscrito como pecador público; puso como modelo de sencillez y pureza a los niños, considerados por todos como seres aún incompletos. Todo esto fue el bagaje humano que le gustó a Jesús.

Pero en su camino humano no solo se encontró con aquello que lo movía y lo motivaba a lo hermoso. La tarea de conquista de los hombres implicaba no solo lo agradable, sino que apuntaba también al enfrentamiento con lo que era poco atractivo. La realidad humana no es, ciertamente, para dolor del Hijo del Hombre y el de nadie, un lecho continuo de rosas, por cuanto junto a todo lo que de hermoso y cercano puede tener, se presenta con frecuencia lo que tiene de duro, horroroso y despreciable. Existen quienes no tienen como objetivo el adorno de la vida en cuanto posee de hermoso por la fraternidad, por la solidaridad, por la convivencia mutua, por la búsqueda común del bien para todos, por la cercanía a los más necesitados. Éstos apuntan más a lo feo de la vida en cuento solo buscan el aprovechamiento personal, la búsqueda de prebendas, la manipulación y dominio de las masas, la subyugación por el uso del poder religioso que ostentan. Fue una lucha frontal que tuvo que enfrentar Jesús en su tarea, pues su búsqueda del bien no iba a dejar de encontrarse con la fuerza del mal que se rebelaría al ver en peligro su poder: "¡Ay de ustedes, porque edifican los sepulcros de los profetas que los padres de ustedes mataron! Por tanto, ustedes son testigos y están de acuerdo con las obras de sus padres; porque ellos los mataron y ustedes edificaron. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, les aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de ustedes, los legistas, que se han llevado la llave de la ciencia! No entraron ustedes, y a los que están entrando se lo han impedido". La formación que adquirió Jesús en lo humano contempló igualmente la posibilidad de enfrentar lo desagradable, no solo lo hermoso que pudo adquirir de los suyos. Haber asumido su tarea no le hizo perder la perspectiva de la realidad. Él venía a enfrentarse con el mal. La obra de siembra del bien que venía a realizar no le hizo ser inconsciente de aquello a lo que se iba a enfrentar. Tenía plena conciencia de que junto a todo el bien que sembraría y que sería también aceptado, se iba a presentar la posibilidad del enfrentamiento con la fuerza que venía a vencer y a tratar de anular en el corazón de los hombres. No iba a ser de ninguna manera una lucha sencilla, pues la realidad del pecado, enseñoreada por la obra del demonio que conquistaba y subyugaba a los suyos, haciéndoles creerse omnipotentes, los envalentonaba: "Cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas,  buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca".

La obra de Jesucristo, encomendada por el Padre y asumida voluntariamente con su beneplácito, haciéndose hombre como uno más entre nosotros, con el concurso de la misma humanidad en María, disponible radicalmente a la obra de Dios, por lo cual valoró al máximo lo hermoso de aquella vida humana que había adquirido, no iba a tener un desarrollo sereno y falto de sobresaltos. Pero esa belleza de origen que Él mismo había vivido en su condición de hombre lo impulsó a amar más a la misma humanidad. Para esa humanidad se había hecho hombre. Para el hombre entendió que se entregaba. Había asumido toda la dificultad que iba a representar y lo había asumido pues sabía muy bien que era parte de esa misión que debía cumplir. El final cruento que se avizoraba en su futuro no iba a ser suficiente para hacerlo desistir, pues su objetivo pasaba por el amor, y el amor lo llamaba a la entrega, por encima de todo. El amor justificaba cualquier circunstancia, pues el fin era el rescate de sus hermanos de aquello que los tenía esclavizados. No había un mal mayor que fuera suficiente para hacerlo desistir. Lo que importaba era el amor. Así lo entendió San Pablo y lo enseñó a los cristianos: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. En Él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en Él se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra". Esa es su finalidad, y a eso lo mueve el amor. No habrá otra consecuencia para todos nosotros desde el amor. No existe ni existirá jamás una fuerza superior a la del amor. En Jesús, además del amor divino, eterno e inmutable en sí mismo, se añadió el amor humano, el que bebió de sus padres y de sus amigos. Es el mismo amor que sigue derramando sobre nosotros y que jamás dejará de prodigarnos.

2 comentarios:

  1. Bonita reflexión entre el amor divino y el amor humano que nos muestra Jesús..

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  2. Bonita reflexión entre el amor divino y el amor humano que nos muestra Jesús..

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