El concepto de envío es un concepto muy profundo y sólido en el itinerario de la fe. En primer lugar, para el mismo enviado, por cuanto le da un sentido concreto y estricto a la tarea que debe cumplir. Quien es enviado y tiene muy clara su condición, sabe que la tarea que se le encomienda no es suya. Que la iniciativa es de otro. Que incluso los contenidos de lo que es enviado a anunciar no están a su arbitrio, sino que deben enmarcarse siempre y estrictamente en aquello que es enviado a anunciar. Cuando el enviado se siente capaz de dar un contenido diverso al mensaje que debe dar, traiciona a quien lo envía y se hace una cosa diferente. Deja de ser enviado para ser traidor. Deja de anunciar a Dios, y empieza a anunciarse a sí mismo. No busca revelar al Señor, sino que busca darse a sí mismo categoría, haciendo que el mensaje no trascienda sino que se termine en él. De ese modo, el mensaje queda tan vacío que no va más allá, sino que tiene un término inmediato en sí mismo. De estos ha habido ya muchos en la historia de la Iglesia. Nuevos "mesías" que han querido dar categoría de revelación a su mensaje y que, cuando han desaparecido, se han llevado con ellos su mensaje, revelando con eso la vaciedad total que representaba. El peso y la categoría del mensaje que anuncia el enviado no se los da, por tanto, quien anuncia, sino quien envía. El mismo Jesús hace que su obra y su mensaje tengan el verdadero peso que deben tener cuando deja claro que Él mismo es un enviado que hace la obra que ha sido encargado de realizar. Y en esa "cascada" con la que aclara las etapas del envío, incluye a todos los demás que también son enviados, cuya autoridad, en consecuencia, no reposa en ellos mismos, sino en quien es el origen último del envío: "En verdad, en verdad les digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado". El punto final es el Padre, origen de todo lo creado y origen también de la obra de rescate y del mensaje del amor del que es portador Jesús. Jesús mismo tiene muy clara su condición de enviado. Y Él, siendo también Dios como el Padre, jamás se atrevió a hacerse origen del plan de redención diseñado por el Padre. Teniendo una parte esencial en el plan trazado por Dios Padre, se sabe el enviado por éste y el cumplidor fiel de la parte que le correspondía en ese plan. Para el enviado, entonces, lo importante es que brille y resalte quien envía y que se cumpla al pie de la letra aquello que ha sido diseñado y establecido desde el origen. Dar la propia coloración al estilo de ser anunciador tiene sentido. Pero nunca tendrá sentido desvincularse del origen para hacerse a sí mismo la meta.
En segundo lugar, es muy importante la recepción del mensaje y de la obra que realiza el enviado. Es el público beneficiario final del amor que Dios quiere derramar desde sus enviados. Jesús cumplió perfectamente la misión que se le encomendó. Fue el enviado ideal por cuanto jamás se opuso al plan original del Padre, ni le añadió ni quitó nada de lo que Él había establecido. Sus palabras finales en la cruz son reveladoras de una especie de rendición de cuentas que hacía Jesús delante del Padre: "Todo está consumado". Es como si Jesús verificara que se había cumplido perfectamente con la tarea encomendada. Cuando muere en la cruz, Jesús refrenda con este final trágico su condición de enviado. Él ha sido enviado para ofrecerse totalmente en oblación por los pecados de los hombres. En la historia de la salvación esto estaba ya sugerido: "Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados", decía el profeta Isaías. Y esta obra llevada a cabo perfectamente por Jesús debía llegar a cada hombre que debía ser redimido. En cierto modo, todos los beneficiados por la obra de rescate de Jesús deberían concluir lo mismo que concluye el soldado romano tras la muerte de Jesús: "Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios". El envío de Jesús está sustentado en el amor eterno e infinito del Padre por todos nosotros, lo que lo hace realizar la obra de rescate de la manera en que quede más claro ese amor. Y su plan, por ello, contempla la entrega por amor del Hijo: "Nadie tiene más amor que aquel que da la vida por sus amigos". Es lo que deben comprender los beneficiarios del plan de rescate. Que el Padre los ama infinitamente, al extremo de entregar a su propio Hijo -"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo"-, y con ello deja saldada la cuenta que tenía cada hombre con Él. Quien comprende ese amor infinito de Dios se deja robar el corazón para el Padre por su enviado. Y de esa manera, él mismo se rinde a ese amor y se hace su enviado. El enviado por el Padre Dios, Jesús, hace discípulos suyos a los beneficiarios del amor, haciéndolos a la vez sus enviados: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda la creación", para que se hagan instrumentos de amor en el mundo y vayan a su vez conquistando nuevos discípulos para Jesús, que, en definitiva, serán discípulos del Padre, quien es el punto final, la meta a la que debemos tender todos los que hemos entendido la obra de amor en favor de nosotros mismos.
Es esa "cascada" perfecta por la que ese amor infinito podrá llegar a toda la humanidad. El amor de Dios alcanza para todos y sobra. Es como los cinco panes multiplicados que sacian a todos, de los cuales, además, sobran doce canastos. Así es el amor infinito. No se agota jamás y siempre hay más para todos. Por ello, la historia de la salvación va siendo como ese río por el cual el agua va recorriendo todo el mundo y va empapando de la presencia de Dios y de su amor cada instante y cada ocasión de vida de los hombres. Así lo entendieron perfectamente los primeros apóstoles y de esa manera hicieron comprensible toda esa historia anterior que desembocó en el momento culminante de Jesús, que fue la explosión del amor del Padre. El envío de Jesús es el momento crucial, más alto, de esa historia. Por ello se llamó "la plenitud de los tiempos". Lo dice San Pablo en la Carta a los Gálatas: "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva". Jesús es enviado en la plenitud de los tiempos, pues ya era llegada la hora del cumplimiento de la obra de rescate de Dios, establecida desde el mismo momento del pecado del hombre. Ya estaba presente la hora en que el descendiente (Jesús) de la mujer (María), pisaría la cabeza de la serpiente (Satanás). Toda la historia confluye hacia este momento. Es necesario tener en cuenta que esto no se da sin previo aviso, sin anuncios, sin preparación. La historia de la salvación es una sucesión de hechos que van disponiendo a quienes la siguen a esperar este momento de cumplimiento de las expectativas: "El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso ... Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel. Después pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl ... Lo depuso y les suscitó como rey a David ... Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: 'Yo no soy quien ustedes piensan, pero, miren, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies'". Todos son enviado en esta historia. Todos venían a anunciar la llegada de la salvación por el amor del Padre. Todos debían anunciar a ese Padre amoroso. Y todos lo hicieron. Hasta que llegó Jesús, enviado ya no solo a anunciar, sino a cumplir. Y lo hizo. Y ahora nos toca a nosotros. Somos enviados al mundo a anunciar a Dios, a anunciar su amor, a anunciar que hemos sido salvados por su amor eterno e infinito.
Claro que hemos recibido a Jesús nuestro Señor y con él hemos recibido al Padre y al Espíritu Santo 🙏🤗
ResponderBorrarHemmos sido salvados por su amor infinito y eterno, hoy y siempre nuestra tarea es anunciar a Dios y anunciar su amor. Hagamoslo!♥
ResponderBorrar" cuando el enviado se siente capaz de dar un contenido diverso al mensaje que debe dar, traiciona a quien lo envía..." El Señor espera de nosotros fidelidad a su mensaje
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