sábado, 2 de mayo de 2020

Solo tú tienes Palabras de Vida eterna, Jesús. Por eso me quedo contigo

Sin saber alabar serás mudo para la eternidad” - Tribuna Campeche

A medida que Jesús avanza en la revelación de sí mismo, de su persona y de su misión, necesariamente tiene que entrar en mayores profundidades del misterio que todo ello representa. Él es el Dios que se hace hombre, por lo cual no todo lo que vaya revelando tendrá fácil comprensión y por lo tanto tampoco tendrá fácil aceptación. El halo del misterio estará siempre presente y se estará haciendo cada vez más oscuro, pues profundizar en el misterio de Dios nunca será de fácil inteligencia. Aún las mentes más acuciosas, a lo largo de la historia, tendrán que llegar al momento de rendirse, sin tener todas las evidencias a la mano. Les tendrá que llegar a bastar la convicción firme del amor y el convencimiento de que toda obra y toda revelación de Dios surgen de un corazón que solo busca el bien del hombre, que solo quiere rescatarlo para tenerlo para siempre consigo, por lo que su único interés es abrirles de nuevo las puertas del cielo, que es el lugar original que le pertenecía al hombre y que había perdido por su pecado. En ese proceso de revelación, por tanto, habrá siempre zonas oscuras que permanecerán en la oscuridad y que serán iluminadas solo en el abandono de la fe y del amor, y en la confianza de que nunca podrá engañar quien ama con amor eterno e infinito. Y ese asentimiento de fe solo lo podrá alcanzar el corazón que se caracterice por la humildad y deponga actitudes de sospecha, de soberbia, de intelectualidad superlativa. Estos últimos perderán la riqueza más grande de la revelación pues confían más en sus propias convicciones que en las convicciones que pueda ofrecer el amor. Estos hombres supraracionalistas son víctimas de sí mismos y pierden el tesoro mayor, que es la posesión del mismísimo Dios, que sí entra fácilmente en el corazón de quien con humildad se ha dejado llevar por el amor y la fe, y se ha dejado conducir por la mano suave y convincente del Dios del amor. Los que mejor viven el misterio profundo de Dios no son los que se lo han llegado a explicar más sabiamente, sino los que se han dejado conquistar por el amor. La mejor convicción no es la que da el razonamiento sino la que da el amor. No significa esto que el que asiente de corazón no ha comprendido nada del misterio divino. También estos tienen derecho a conocer cada vez mejor con su mente a Dios, pero llegado el punto en el que la mente no puede avanzar más, prefieren escuchar los argumentos del amor y de la salvación.

Este proceso es el que queda en evidencia en Cafarnaúm, cuando Jesús da su famoso discurso del Pan de Vida. Habiendo previamente entusiasmado a muchos con sus palabras y sus obras, con los mensajes de amor y de la exigencia que debía cumplir cada discípulo suyo, con las obras portentosas que iba realizando a su vista, con lo cual los testigos iban entrando cada vez con más seguridad en la convicción de que Jesús era un enviado de Dios, llega un punto en esta ocasión en el que se hace necesario dar un paso más adelante. Ser discípulo de Jesús no significa sencillamente escuchar su palabra y haber sido testigo de sus milagros, sino que es algo mucho más comprometedor, pues apunta a lo esencial, es un cambio radical de esencia. De ser simplemente un hombre entusiasmado por un gran personaje, hay que pasar a ser un hombre que lo sigue tan cercanamente que se identifica con Él, que es capaz de hacerse un hombre nuevo revistiéndose de Él, buscando una identificación tan plena que ya no valora lo propio sino lo suyo, y por ello llega a hacerse uno con Él incluso alimentándose para asimilarlo y hacerse parte suya. Así lo afirma Jesús. Ser discípulo suyo significa tener el deseo de comerlo para alcanzar la vida eterna: "Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre ustedes que no creen". Aceptar su revelación como el Pan Vivo bajado del cielo por el cual se tiene vida eterna, es fundamental para devenir en auténtico discípulo, por lo cual debe darse la aceptación de la invitación a comerlo: "El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna". Es un misterio profundo que hace incluso que algunos, por no entenderlo, pierdan el entusiasmo original y desistan de seguir siendo discípulos suyos. "'Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?' ... Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él". No fueron capaces de oír los argumentos del amor sino que se quedaron solo con la repugnancia intelectual que les producía lo que les decía Jesús: "¿Esto los escandaliza?, ¿y si vieran al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada ... Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede". Los argumentos intelectuales vienen de la carne. Los argumentos de la fe vienen del Espíritu y los hace posible el Padre. En ese proceso hay que saber cuándo seguir profundizando acuciosamente en lo intelectual y cuándo abandonarse en Dios y en su amor.

Ese momento vivido en las etapas de revelación de Jesús se conoce como "La crisis de Cafarnaún". Jesús se queda prácticamente solo con los doce apóstoles originales. Todos los demás discípulos lo dejaron. La crisis llegó a tener tal profundidad que "entonces Jesús les dijo a los Doce: '¿También ustedes quieren marcharse?'" Jesús abre las puertas para que solo queden con Él los que estén dispuestos a embarcarse en esta aventura de amor que los llevará a identificarse con Él, al extremo de estar dispuestos a comerlo para asimilarse a Él. Si no hay una comprensión total de la revelación, pide al menos que haya un abandono radical en su amor, confiando en su palabra y deponiendo actitudes de soberbia. La respuesta la da, como siempre, Pedro. Es el primero en todo, por ser impulsivo y poco racional, pero sobre todo por tener un deseo extremo de ser discípulo auténtico de Cristo y dejarse robar el corazón por el amor: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios". No es una respuesta que indique una comprensión perfecta de lo que Jesús ha revelado, sino una confianza extrema en quien lo ha hecho. Es Jesús, ese que no ha demostrado más que amor, que no ha hecho más que obras de bien, que ha revelado sobre todo que es un instrumento de Dios que quiere derramar su corazón en el corazón de todos los hombres. ¿Cómo no confiar en Él y seguir a su lado, si todo lo que ha hecho es bueno? También esto que está diciendo, aunque no se comprenda del todo, debe ser bueno, y bueno para los hombres. Por haberlo asumido así, siguieron siendo los Doce, aunque uno sería el traidor, "pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar". Y a la cabeza de todos estuvo Pedro, el primer Papa de la Iglesia y el primero de todos los discípulos. Así lo vivió en el periodo pascual, después de la resurrección de Cristo. Hizo el primer milagro de resurrección de la Iglesia naciente, en la persona de Gacela: "Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo: 'Tabita, levántate'. Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva". Su identificación con Jesús, ese que lo invitaba a comerlo para tener vida eterna y para hacerse uno con Él, fue de tal profundidad que llegó incluso a hacer sus mismas obras. Esa revelación la hemos recibido todos. Todos estamos invitados a comer a Jesús para tener la vida eterna y para ser uno con Él. Dejémonos robar el corazón y asintamos desde la fe a esas revelaciones profundas que nos dicen quién es Jesús y nos hacen dignos de recibir todo el amor que quiere derramar en nuestros corazones.

2 comentarios:

  1. Gracias Señor,por tu palabra, por tu amor llena mi corazon y tranformalo para que Yo también pueda decir con absoluta convicción que solo Tú tienes palabra de vida

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  2. Señor quiero confiar siempre en ti. No dejes que yo te diga como Pedro, adonde iremos? Siempre quiero estar contigo, siempre reconocerte como el Amor infinito....

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