viernes, 29 de mayo de 2020

"Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo"

III DOMINGO DE PASCUA: “Pedro, ¿me amas más que éstos?” - MVC

San Pedro es el primer Papa de la Iglesia. Sobre él se constituye la primera institución de algún puesto "oficial" que hace Jesús. En la mente de Cristo hay un programa muy claro de todo lo que vendrá a realizar como obra específica para el rescate de la humanidad. Es una obra fundamentalmente espiritual, pues se trata de la mancha original que había colocado el hombre en su ser cuando pecó, dándole al espalda a Dios y a su amor, y que había de ser satisfecha mediante el sacrificio de su entrega. Evidentemente, esa obra de rescate no quedaba estrictamente circunscrita al ámbito espiritual, pues así como había tenido consecuencias externas, debía también tener manifestaciones externas, como la vida en comunidad, la solidaridad, el amor mutuo, el compartir bienes, el progreso logrado en el consenso de todos. La elevación espiritual de la humanidad que lograba el Redentor tenía, por supuesto, manifestaciones visibles que hablaban de una vida renovada en el amor mutuo que se alcanzaba al dejar atrás el odio, el egoísmo y la soberbia que significaban el servicio al pecado. Esa obra de Jesús era trascendente en el tiempo y en la geografía, es decir, no quedaba reducida o confinada al tiempo y al espacio que Él vivía. No eran los beneficiarios de su rescate solo sus contemporáneos. Hubiera sido un sinsentido que una obra de tal envergadura, la más grande que personaje alguno hubiera emprendido en toda la historia de la humanidad, beneficiara exclusivamente apenas a un puñado de hombres que fueran los que estaban al lado de Jesús en el momento de su entrega. El cuerpo entregado por Cristo y su sangre derramada, al tener valor infinito, debían poder llegar a todos los hombres de toda la historia, en todos los tiempos y en todos los espacios. Era lo más lógico. En ese programa de Jesús esto estaba establecido desde el principio. En ese plan estaba claro que debía existir un instrumento que asegurara que ese sacrificio redentor fuera un beneficio para todos. Y para ello, para asegurar que esa redención llegara a todos, en la mente eterna e infinita del Redentor, empezó a existir la Iglesia, a la cual iba a encomendar que los efectos de esa salvación alcanzada por Él, llegara a cada hombre y a cada mujer de la historia, sin importar tiempo ni lugar. Ese instrumento tenía que tener la suficiente libertad y el suficiente juego para poder moverse en la historia y en el mundo entero. Es una institución con estructura humana, pero de origen divino. Es una institución visible, construida con un esquema material y humano, pero que contiene una realidad absolutamente superior por ser divina. Es el canal de la gracia que Dios utilizará para hacer llegar su vida a todos los hombres.

Esa es la Iglesia. Sin duda, el instrumento que hace estable la presencia de Jesús en la historia, pues es su continuación, al ser, como lo comprendió perfectamente San Pablo, su cuerpo místico, cuando tuvo su experiencia en el camino de Damasco: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues", cuando perseguía a los cristianos. Es una realidad mística real, auténtica, verdadera, que hace presente a Jesús en la historia, y que se hace presente a sí misma a la vista de todos mediante su estructura material, humana, visible, que posee un ordenamiento como el de toda institución humana. Es natural, como lo es natural en toda estructura humana, que haya alguien al frente de ella, para evitar la anarquía. Jesús ya lo tenía en su mente al iniciar su labor pública. Ese era San Pedro. Los gestos de Jesús hacia San Pedro son reveladores de una primacía sobre los otros elegidos. A él es al único de los doce al que le cambia el nombre: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Recordemos que Dios cambia el nombre a los personajes sobre los que reclama especial propiedad. Pedro, así, es especial propiedad de Jesús. Es Pedro siempre el primero de los nombrados en las listas de apóstoles. A Pedro es a quien Jesús alaba por ser inspirado por el Padre: "Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo". A Pedro es al que invita a caminar sobre las aguas como lo había hecho Él, y al que echa en cara su falta de fe al empezar a hundirse, cuando empezó a confiar más en sí mismo que en el poder del Salvador, con lo cual le enseñó a poner siempre su confianza exclusivamente en Aquel que lo invitaba a lo imposible. A él es a quien invita a lanzar las redes al otro lado de la barca, a pesar de haber estado toda la noche pescando inútilmente, y es él quien confiando en la palabra de Jesús las lanza y por ello obtiene una pesca súper abundante, entendiendo así que lo absurdo, en Dios se convierte en posible. Es Pedro quien en el colmo de la humildad le pide a Jesús que se aparte de él, pues es un pecador, y a quien Jesús le anuncia su futuro: "No digas más que eres un pecador, pues yo te haré pescador de hombres". Son innumerables las experiencias personales de Pedro ante Jesús, con las que denota que sobre él hay una elección particular, distinta que la de los otros apóstoles, por lo cual se sugiere claramente que esa figura no podía simplemente pasar con él, sino que era necesario que tuviera una continuidad. Si Jesús instituía a su Iglesia como instrumento de salvación, que debía ser además una institución humana con una estructura específica, al frente de la cual colocaba a Pedro, lo lógico es que esa misma figura de Pedro fuera una figura estable que se mantuviera en la historia. La Iglesia no podía quedarse sin su "piedra". Es la única figura individual humana que mantiene su existencia en la historia por expresa voluntad divina. "Confirma a tus hermanos en la fe", es el mandato expreso a Pedro y a todos los que vinieran en su cargo después de él.

Se comprende así el que Jesús tuviera con Pedro una conducta especial. Cuando Pedro, en uso de una valentía que luego demostrará que no es tal, le dice a Jesús que nunca lo dejará solo: "Aunque todos te abandonen, yo no", Jesús le vaticina que lo negará tres veces: "Jesús le dijo: 'En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces'". Y en efecto, llegado el momento, Pedro negó por tres veces conocer a Jesús. Y al recordar lo que le había anunciado Jesús, "salió fuera y lloró amargamente". Había negado por cobardía a Aquel al que amaba profundamente. La tradición dice que las lágrimas de San Pedro fueran tan profusas que le hicieron dos surcos en sus mejillas. Incluso hay un famoso cuadro de El Greco, "Las lágrimas de San Pedro", que muestran el rostro de un hombre con esos surcos. Sin duda, Pedro sintió en su corazón el peso de la culpa por su negación. Pero en el corazón y en la mente de Jesús él seguía siendo el elegido para dirigir la nave de la Iglesia. Por ello, es hermoso el gesto de Jesús. Él es detallista, y para que en el corazón de San Pedro y en el recuerdo de todos los seguidores de Jesús no quedara el peso de la triple negación, después de la resurrección se les aparece a los apóstoles y por tres veces le pregunta a Pedro si lo ama. Y por tres veces Pedro le afirma su amor. "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero". Aquella triple negación en la pasión quedó sobrepasada por esta triple afirmación de la resurrección. "Tú sabes que te amo". Las tres afirmaciones cancelan la triple negación. Aquel que iba a ser el primer Papa de la Iglesia no podía quedar con la carga negativa, manchado por la traición, sino que quedaba realmente marcado por el signo del amor a Jesús. Y así tenía que quedar también en la mente de todos los que serán discípulos de Cristo en el futuro. Los dirige quien ama a Jesús profundamente. Todos los Papas están marcados por su vivencia de amor profundo a Jesús y a su obra, por aquel amor que Él demostró a cada hombre y a cada mujer de la historia, de lo cual cada uno de ellos será instrumento en la historia, pues será el "Vicario de Cristo", quien hará sus veces en la Iglesia, el "Dulce Cristo en la tierra", al decir de Santa Catalina de Siena. Ese gesto nos habla de lo profundamente humano que puede llegar a ser cada Papa, como lo fue Pedro, pero también de lo radicalmente abandonados que deben vivir en las manos de Jesús, el Maestro y el Señor, que es quien elige a cada uno para que esté al frente de la Iglesia, la barca que Él mismo conduce en la historia a través de ellos, para que le llegue su amor y su salvación a todos. 

3 comentarios:

  1. Gracias por tan grande reflexión de la elección de Pedro, como cabeza de la Iglesia...el Señor demostró su amor y predilección por este humilde pecador y su amor tan infinito al perdonarle que lo haya negado tres veces. Impresionante como los oídos humanos del Dios hombre queria escuchar que lo amaba para que después le diera la tarea su corazón gigante en misericordia, de que por favor cuidara de sus ovejas!!! Cada párrafo de este capítulo del Evangelio es una cachetada de Amor del Rey de Reyes, de su entrega, de que nos ama hasta la eternidad

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  2. Señor tú nos elegiste, que linda es la palabra en labios de Pedro "Señor tu sabes que te amo"a eso te decimos. Señor tu sabes que te amamos...

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  3. Señor tú nos elegiste, que linda es la palabra en labios de Pedro "Señor tu sabes que te amo"a eso te decimos. Señor tu sabes que te amamos...

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