Es hermosa la labor del pastor. La imagen del pastor es ideal para explicar lo que corresponde hacer a quien es encargado de una comunidad, como es encargado el pastor por el dueño del rebaño de su cuidado, de su defensa, de su alimentación. No se trata, evidentemente de un "trabajo" en el que basta cumplir con un horario y la aplicación de algunas técnicas generales que probablemente servirían en cualquier circunstancia. Como apunta Jesús, el asalariado no siente una responsabilidad directa sobre el rebaño, pues lo ve solo como el medio para producir bienes para sí mismo y para su sustento. Algunas situaciones que supongan un cierto riesgo las evitará y huirá de ellas. El verdadero pastor siente que el rebaño es suyo, que de él depende en todo, que se debe preocupar de su bienestar y de su defensa en los peligros, que debe buscar siempre los mejores pastos para procurar su mejor alimentación. De alguna manera, el verdadero pastor conecta su vida con la de su rebaño y sabe que su bienestar pasa por el bienestar del rebaño. Por eso es tan natural ver cómo el pastor conoce a cada una de sus ovejas, conoce sus nombres, sus necesidades, sus debilidades, y es también natural cómo cada oveja confía radicalmente en su pastor y en ningún otro, pues éste le ha demostrado siempre su cariño, su preocupación, su denuedo en favor de ella. De alguna manera vale afirmar que la vida del pastor como tal, en el ejercicio de su responsabilidad, no se acaba nunca, porque nunca deja de haber necesidad en el rebaño. Siempre habrá alguna oveja que necesite de algún cuidado especial, de una atención específica, de una curación. Los enemigos del rebaño no anunciarán jamás el momento del ataque, por lo que hay que estar en continua vigilia. La sed y el hambre se presentan sin hacer tregua nunca. Es dura la vida del pastor pues no tiene descanso. O al menos porque debe estar en buena disposición siempre pues no faltarán los momentos en los que se le requiera para algo extraordinario. Evidentemente, esa relación paternal en la que se siente tan grande y profunda responsabilidad hace que se establezca un vínculo inquebrantable entre el pastor y las ovejas, y entre cada oveja y su pastor. Es una relación de amor que se basa en la procura continua del bien para el amado. El que ama pretende siempre el bien del amado, busca evitarle todo daño, basa su propia alegría en el bien del otro. Quien ama nunca cejará en su empeño de hacer feliz al otro, por encima de cualquier otra búsqueda. Su dolor más grande estaría en ser separado de su objeto de amor. Es el dolor que se yergue en todos los miembros. En el pastor y en las ovejas.
Ejemplo de ello lo tenemos en la vivencia de San Pablo cuando es llevado a ser juzgado, lo que implicaba el ser separado de aquellos a los que había anunciado la extraordinaria noticia de la salvación. Por ellos había entregado su vida, había sobrellevado situaciones extremas y límites, había asumido dolores, sufrimientos y persecuciones terribles. Nadie puede negar que San Pablo realmente había asumido su condición de pastor de aquel rebaño que el Señor ponía bajo su resguardo. Por su rebaño había sufrido humillaciones, exclusiones, violencia extrema, apedreamientos, hasta intentos de asesinato. Todo lo había asumido por el inmenso amor que sentía por cada una de sus ovejas. Pero llegaba el momento de la despedida. Y era como un desgarramiento interno para él: "Yo sé que, cuando los deje, se meterán entre ustedes lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso de entre ustedes mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por eso, estén alerta: acuérdense de que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular". Era el mensaje que daba a los que dejaba encargados como nuevos pastores, en sustitución suya. Les dejaba su corazón, pues era el desgarramiento total que sufría. Su interés no se basaba en algo personal. Solo estaba interesado en que la noticia del amor fuera recibida por todos de manera clara: "Ahora los encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para construirlos y hacerlos partícipes de la herencia con todos los santificados. De ninguno he codiciado dinero, oro ni ropa. Bien saben ustedes que estas manos han bastado para cubrir mis necesidades y las de los que están conmigo". San Pablo era, sin duda alguna, pastor de pastores, pues entendía que todos debían ser guardados bajo sus alas protectoras. Eran su familia, había dado la vida por ellos, todo lo había puesto en función de la noticia del amor. Era una relación entrañable que se basaba en el intercambio de amor, en la admiración, en la escucha y en el seguimiento. Por eso, la despedida es tan sentida: "Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces todos comenzaron a llorar y, echándose al cuello de Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba de lo que había dicho era que no volverían a ver su rostro".
Es una historia que se repite, en la misma tónica de la que había vivido antes el Maestro. Jesús también sintió la tristeza de la despedida y la nostalgia que producirá ya su ausencia en medio de los discípulos. A ellos y a Él mismo. La oración sacerdotal de Jesús ante el Padre descubre ese corazón que ama infinitamente, que se siente verdadero pastor, que nunca abandona a los suyos: "Levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: 'Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba ... Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida'". Jesús es el Buen Pastor. Así se define Él mismo. Y como tal, también había establecido una relación entrañable con cada uno de los suyos. Pero ahora sabía que tocaba ausentarse físicamente de en medio de ellos. Quedaban como nuevos pastores de ese inmenso rebaño que Él había recibido de las manos del mismo Padre, pero también sabía que esos pastores habían sido a su vez pastoreados por Él, y no quería dejarlos acéfalos. Los pastores necesitaban ser también pastoreados. Ellos deberán asumir que ese pastoreo deberán realizarlo en medio de un mundo que no los aceptará, como no aceptaron a Jesús, su pastor: "Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo". Los valores que viva ese mundo estarán muy lejos de los que promulgarán ellos y que intentarán sembrar en todas las ovejas que vayan a formar parte de su rebaño. Por eso, el pastoreo bajo el cual se encontrarán será un pastoreo superior: el del mismo Jesús y el mismo Padre, que los resguardarán de manera extraordinaria: "Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad". El Buen Pastor Jesús es el gran pastor de los pastores. Y estos cumplirán su tarea bajo su auspicio y su protección. Es una figura que no envejece ni desaparece. Hoy estamos bajo la guía de los nuevos pastores, que nos preparan para recibir triunfalmente en nuestro corazón el amor y la salvación del Padre. Pero también ellos necesitan ser pastoreados. Por eso, lo mejor que podemos hacer es, como San Pablo y Jesús, poner a cada uno de nuestros pastores en las manos de Jesús y del Padre, para que sean pastoreados por Ellos, resguardándolos y llenándolos del amor por nosotros, su rebaño.
Dios como buen Pastor conoce sus ovejas, por eso nos incluye junto al Padre en sus oraciones. Gracias porque te preocupas por cada uno de nosotros!!
ResponderBorrarBellisimo poema de lo que significa ser Pastor. Entregados a sus ovejas se alegran con sus alegrías se preocupa por sus problemas. Señor protege bajo tus alas a tus pastores. Madre Sma intercede por tus consentidos. Dales la salud para seguir pastoreando. Amen amen
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