martes, 12 de mayo de 2020

Pertenezco a la Iglesia y mi dicha es dar a conocer tu amor y tu salvación al mundo

La paz os dejo, mi paz os doy" | InfoVaticana

En toda organización humana es fundamental que haya rendición de cuentas para verificar cómo han ido los desarrollos que se han emprendido, cómo se han comportado las inversiones hechas, cómo han reaccionado los destinatarios de los bienes que se ofrecen. Este conocimiento es fundamental para saber si lo que se está haciendo está bien encaminado o si hay que diseñar una estrategia diversa emprendiendo otros caminos para mejorar los resultados. Hacerlo es demostración de la responsabilidad con la que se ha asumido la acción que se debe desarrollar e, incluso, el aprecio y el cariño que se le tiene a lo que se está haciendo. Por el contrario, no hacerlo descubre el poco cuidado y la poca atención con la que se hace la tarea y el poco aprecio que se le tiene, revelando una irresponsabilidad al haber asumido una tarea por la que no se demuestra ninguna preocupación. Quien emprende unas acciones que se le encomiendan debe entender que en sus manos ha sido puesto el prestigio de la organización, su eficiencia y su desarrollo. No es una responsabilidad que se acaba en él, sino que trasciende a su persona, pues es todo un cuerpo el que está detrás de él, lanzándolo y confiando en él su esencia. Los elegidos y enviados tienen en sus manos un tesoro que no es suyo. El propietario, presidente o director, ha llegado a considerar a esta persona digna de su confianza, por lo que ha colocado en él a la organización misma, cuando le responsabiliza de las acciones que en su nombre deberá emprender. No se trata, por lo tanto, de islas que nada tienen que ver una con la otra, sino de todo un entramado interconectado en el que la acción de uno repercute en las acciones de los demás y que, finalmente, afecta a toda la organización. Y esto, en todo. En lo bueno y en lo malo. En lo bueno, pues la fama será positiva para toda la organización, aun cuando se reconozca el esfuerzo personal. Y en lo malo, pues el desprestigio será extendido a toda la organización, aunque se exijan responsabilidades personales del fracaso. No es distinto esto en la Iglesia, pues ella, siendo un instrumento de una realidad espiritual, como lo es el amor y la misericordia de Dios para la salvación de la humanidad, ha sido diseñada para que tenga una realidad visible que descansa sobre hombres. La estructura material de la Iglesia está conformada por hombres y mujeres concretos. Su parte espiritual e invisible es la conformada por el mismo Dios, por su Gracia, por su amor y por su salvación. Su parte material y visible es la parte en la que estamos todos los hombres, los bautizados, y por lo tanto todos los beneficiados por la nueva vida en Cristo, enviados al mundo con la responsabilidad de hacer llegar ese mensaje de salvación a todos los hermanos. Jesús nos ha considerado dignos de poner en nuestras manos la tarea más delicada de todas, como es la salvación eterna de la humanidad entera. Es la tarea que Él vino a realizar y que logró llevar adelante con su vida, con su entrega, con su muerte y con su resurrección. Y la coloca confiado en nuestras manos de manera que seamos nosotros los que hagamos posible que todos puedan disfrutar de ella.

Al ser una organización también humana, la Iglesia está obligada a rendir cuentas. Lo hicieron los mismos discípulos después de que fueron enviados por Jesús a predicar la llegada del Reino de Dios: "En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: 'Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre'". Lo hicieron también los apóstoles en la Iglesia naciente cuando iban extendiendo el mensaje de salvación incluso a los no judíos. Para todos era muy importante conocer cómo se iban dando las cosas y dar una rendición de cuentas responsable ante los demás. Así sucedió también con Pablo y Bernabé cuando regresaron a Antioquía, luego de que fueran enviados desde esta Iglesia a otras poblaciones: "Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe". La obra de anuncio del Evangelio que les había sido encomendada la habían cumplido a la perfección. Había sido asumida con la mayor responsabilidad, al punto que no había nada que para ellos fuera suficiente para detenerlos en su empeño. El anuncio del Evangelio que habían asumido como responsabilidad encomendada estaba por encima de su propio bienestar. Ese anuncio acarreaba para ellos, para todos los apóstoles, persecución, sufrimiento e incluso la muerte: "En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dejándolo ya por muerto". Su único delito era anunciar a Jesús, ofrecer su amor, hablar de la salvación que Él quería que todos disfrutaran. Y ese "delito" era castigado con la muerte. Podemos imaginarnos el estado en el que dejaron a Pablo cuando ellos creyeron que ya estaba muerto y lo dejaron allí tirado. Pero es tremendamente sorprendente la reacción de la Iglesia y del mismo Pablo: "Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad. Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe. Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios". Nada los detenía. Al contrario, parecería que esos avatares servían más bien como acicate y fortaleza para seguir adelante con la misión.

Ellos habían comprendido perfectamente lo que les había dicho el mismo Jesús. La tarea que se les encargaba no era de ninguna manera un lecho de rosas. Al parecer, en vez de las rosas les iban a corresponder las espinas: "Los envío como corderos en medio de lobos". "Así como el mundo me odia, los odiará también a ustedes". "En el mundo sufrirán tribulaciones, pero no teman, yo he vencido al mundo". Es la palabra que dirige a todo cristiano de todos los tiempos. Todos somos enviados por Jesús a ese mundo que se opondrá radicalmente al mensaje del amor. Pero no vamos desnudos, sin los pertrechos necesarios. El mismo Jesús viene con nosotros. Él mismo nos ha prometido su presencia: "Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo". Y además, nos ha dejado el mejor don con el que podamos contar, su Espíritu Santo, que es nuestra fortaleza, nuestra inspiración, nuestra valentía. Y nos ha llenado de su paz, para que todo lo asumamos con la serenidad que no se destruye. Ninguna de las experiencias negativas que podamos vivir en el mundo será suficiente para destruir la armonía interior de sabernos instrumentos del amor. Mientras el mundo nos grite odio, sufrimiento, dolor, muerte, nosotros, desde nuestro ser lleno de la paz de Jesús, le gritaremos amor, alegría, gozo, vida... "La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: 'Me voy y vuelvo al lado de ustedes'". Jesús se va, pero vuelve a nuestro lado. No nos deja solos. Nos llena de su paz y vuelve al Padre, pero se queda también con nosotros. Su paz es para nosotros fortaleza, energía, ilusión, dicha plena. No es una paz que nos paraliza, sino una paz que nos llena de entusiasmo. Es la paz que nos hace desear la salvación de todos los demás, que no nos deja indiferentes ante la vida que llevan otros, que los conduce a la perdición y a la muerte. Esa paz nos deja activos hasta que logremos llevar el mensaje de salvación a los otros. Ojalá que cuando nos toque hacer rendición de cuentas de nuestras acciones, podamos llevar un balance positivo que alegre a la Iglesia y que alegre sobre todo a Dios, pues denotaría que hemos sido instrumentos dóciles de su amor y de su paz. "Siervos inútiles somos. No hemos hecho más que lo que teníamos que hacer".

4 comentarios:

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  2. En el mundo sufriremos tribulaciones, pero no tememos pq nos prometió siempre su compañia.Amén..

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  3. Esperamos en ti Señor porque tu mismo nos envías a predicar tu mensaje de amor. Infundenos tu Espiritu Santo para enfrentar al mundo. Llénanos de tu paz. Amen amen.

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  4. Necesitamos y necesitaremos siempre a La Virgen Santísima y en este día, 13 de mayo, una fecha linda para el mundo cristiano, recordaremos con mucho cariño y devoción su venida a Fátima, para ofrecernos la paz en el mundo, en aquel momento en el los humanos estábamos en guerra. Haced penitencia, haced oración y en otra estofa y danos la paz... sin Ella, sin lañ Madre los hijos somos capaces de no querernos y hacernos la guerra. Un abrazo y que Dios nos ayude y nos bendiga. Un abrazo grande. P. Franja.

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