miércoles, 19 de marzo de 2014

San José: Amor, Silencio, Humildad y Obediencia

San José es el Patrono Universal de la Iglesia, de la Familia, de los Seminarios, del Trabajo... Es al que le confiamos los cristianos obtener la gracia de una buena muerte... Es impresionante lo destacado de la figura de San José, luego de que en tantos años, al inicio de la Iglesia, fuera casi ignorado. Se cumple justicia, pues esa figura de San José es, a pesar de él mismo, un puntal de la Historia de la Salvación. Por San José, a pesar de ser padre putativo y no biológico de Jesús, le viene a Cristo la estirpe davídica, que en la tradición hebrea se aseguraba por la sangre del padre, no de la madre. En todo caso, también María era descendiente de la familia de David, por lo cual, por encima de lo legal, también por lo genético, se aseguraba esa ascendencia real...

Pero esa figuración altísima de San José en la Historia de la Salvación va más allá de lo tradicional o legal. Incluso va más allá de una simple contemplación piadosa de su persona. Va en la constatación de la meridiana claridad con la que él comprendió su misión en esa historia que se desarrollaba por los designios divinos, a través de la cual se iba desmadejando la intención salvífica del Dios del amor... José era un actor principal en esa historia. Así lo quiso Dios, y en esa disponibilidad se puso el padre de Jesús... Y por eso se alineó totalmente de acuerdo a la voluntad divina... Desde el principio y hasta el final de sus días...

En San José destacan cuatro aspectos que son fundamentales para comprender su figura: El Amor, el Silencio y la Escucha, la Humildad y la Obediencia. Sin estos aspectos es imposible asumir correctamente la personalidad del Patriarca...

Por el Amor que vivió José fue elegido para ser el padre de Jesús. Cierto que la elección primera Dios la hace sobre María, la Virgen, concebida desde el principio de su existencia sin pecado, pues iba a ser el templo en el cual tomaría carne el Hijo de Dios. Pero esa Virgen, tal como lo dice el Evangelio, "estaba desposada con un hombre llamado José"... La elección de María implicó simultáneamente la elección de aquel con el cual estaba desposada.  En la mente de Dios esto estaba ya claro. Y ese hombre era "un hombre justo", es decir, santo. A nadie más -sólo uno más, que fue propuesto como candidato para sustituir a Judas Iscariote-, se le da este reconocimiento. El ser justo en el lenguaje bíblico no es un simple nombre o una característica sin más. Implica rotundamente un estar justificado delante de Dios. Y la justicia de Dios es amarlo a Él, aceptar su voluntad, vivir como su amigo. José cumplía todo esto... Además, amaba profundamente a María, con la cual estaba desposado. Por eso, cuando se entera de su embarazo, recibiendo con eso un golpe duro contra ese amor que sentía, que hería incluso hasta su hombría, decide no denunciarla públicamente -a lo que hubiera tenido derecho, lo cual hubiera traído consecuencias funestas para su amada María-, decide "repudiarla en secreto", para no atraer esas terribles consecuencias para ella... Y con amor infinito de padre asume la crianza en todos los aspectos de Jesús, su hijo. Lo defiende, lo educa, lo sostiene, lo forma... Todos son gestos del inmenso amor que vivió en su corazón...

Por el Silencio y la Escucha, José tuvo la plena disponibilidad de estar en contacto de intimidad con Dios. El Evangelio no nos refiere ni siquiera una sola palabra pronunciada por José... Quizá fue por esto que aparece tan tardíamente destacado entre los personajes principales de la historia de Jesús. Es impresionante cómo se ha tejido toda la historia de José sin éste haber pronunciado palabra. Y es esto lo que lo hace destacar. Su Silencio y su Escucha dejó hablar a Dios. No quiso él estorbar con su palabra a lo que Dios quería decir. Su capacidad de escucha, el haber tenido su oído bien dispuesto para Dios, fue lo que le aclaró su papel en la historia de su Hijo...

Por la Humildad, José nos enseña cuál es la actitud para estar en el primer lugar en el corazón de Dios, como él estuvo... En ninguna de las escenas en las que aparece hace algún comentario contrario, sino que se coloca al servicio pleno. Nunca se consideró importante, al extremo de que ni siquiera en el Evangelio aparece el momento de su enfermedad ni de su muerte. Incluso en el "reclamo" que María hace al joven Jesús, que se había perdido en el templo, María coloca la autoridad del padre por encima, sino que coloca a los dos en el mismo nivel, haciendo referencia más a la preocupación que sentían por no encontrarlo que a la molestia que eso hubiera podido haber causado... Era un hombre dócil, que había asumido muy bien el papel que le correspondía en la educación de Jesús y en la guía de la familia...

Por la Obediencia, José cumplió estrictamente lo que Dios le pedía en cada momento. Recibió a su mujer como esposa en su casa. Llevó al Hijo en el vientre de María a Belén por la exigencia de la ley humana. Lo resguardó llevándolo a Egipto. Al pasar el peligro lo trajo de nuevo a Nazaret... Todas fueron indicaciones de Dios. En ningún momento hubo ni siquiera un atisbo en él de oponerse a lo que Dios establecía. Era el designio de Dios y para él, por venir del Dios del amor, era lo correcto. Y punto. La obediencia extrema. Nos sirve a cada uno, acostumbrados a ponerlo todo en tela de juicio, incluso lo que viene de Dios, de modelo ejemplar...

Por todo esto, y más cosas loables en José, es el gran Patrono que recordamos. No importa que no haya hablado. Nos basta que nos haya mostrado el camino de la santidad, que pasa por ese amor, por ese silencio y esa escucha, por esa humildad y por esa obediencia que él vivió al extremo. Nos dice cuál es la ruta. Nos guía y va delante de nosotros. Nos invita, sin decir palabra sino con su solo ejemplo, a lo mismo que nos invita María: "Hagan lo que Él les diga"...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario