sábado, 8 de marzo de 2014

Dios no es como nosotros

Jesús, Dios y hombre, ama a todos los hombres por igual... Desde la creación, Él, el Verbo Creador, hace salir el sol sobre buenos y malos. Se siente bien con el hombre, por eso lo creó. Dios ha demostrado su infinita fidelidad a cada uno de nosotros, pues con su poder sería capaz de cualquier cosa. El pecado del hombre, que al fin y al cabo no es más que el rechazo de su amor, hubiera sido una buena excusa para tomar represalias sangrientas hasta hacerlo desaparecer. Él tiene el poder de hacerlo. Pero no lo hace, pues su esencia no es destructora sino constructora. El ser de Dios es el amor, como nos dice San Juan: "Dios es Amor". Todos sus movimientos son radicados en el inmenso amor que es su esencia más profunda y que demuestra por todo lo creado, en especial, por el hombre. Por eso, Dios se mueve hacia la compasión, y hace lo que hace el amor: dar nuevas oportunidades, esperar el arrepentimiento, mover a compunción, demostrar más amor para derribar muros de rechazo, obstinarse en el seguimiento, ofrecer premios fabulosos para motivar la conversión, acoger al arrepentido, perdonar al que se duele de su infidelidad...

Los hombres, aun siendo imagen de Dios, nos dejamos llevar más bien, casi desde el primer movimiento, por el escarmiento. Quien rechaza nuestro amor inmediatamente es expulsado de nuestro corazón. Basta un gesto de lejanía o de animadversión de alguien hacia nosotros, para que nosotros mismos nos coloquemos a kilómetros de distancia de quien ose rechazarnos. Al parecer, en esto no hemos sabido ser el reflejo del amor de Dios hacia el hombre. Nuestra línea fuerte es la de la retaliación. Ciertamente, en ocasiones será una retaliación motivada pedagógicamente, pero es, sin duda, el primer movimiento que producimos en nosotros... Jamas se nos ocurrirá dejar que sea la misericordia, a no ser que sea "con los nuestros"...

Los fariseos que seguían a Jesús para espiarlo en sus movimientos estaban seguros que éste tenía que ser el primero de los movimientos hacia los pecadores. Por eso se sorprenden con la actitud de Jesús. Y eso, para ellos, era prueba irrefutable de que ese no podía ser el Mesías que venía a salvar a Israel. Esa no podía ser la conducta de quien venía a establecer la hegemonía de Dios sobre el mundo. Eran demostraciones de debilidad inaceptables: "¿Cómo es que ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?" Si el Mesías venía a establecer un nuevo orden de "fidelidad" a Dios, no podía empezar aceptando en su mesa a quienes eran los primeros infieles... Es lo que hacemos normalmente los hombres "fieles": Inmediatamente alejamos de nuestro entorno a quien no cuadra en los cánones del seguimiento de Jesús: prostitutas, drogadictos, ladrones, lujuriosos, mentirosos, aprovechados, alcohólicos... Todo el que tenga alguna traza de pecador es inmediatamente excluido...

Gracias a Dios, Jesús no es así, pues es Dios. Quizás seríamos nosotros mismos los primeros rechazados... Lejos de retirar su mano a los que son infieles, se las coloca más cerca del corazón, para que se den cuenta de que tienen la posibilidad de una nueva vida, de una conversión, de una renovación en su amor. Jesús sabe muy bien que sólo el amor los hará desistir de conductas negativas. Que muy probablemente el rechazo produzca, al contrario, un reafirmarse en su obstinación pecadora... Y es que esa es su misión. Ya lo decíamos: Jesús ama a todos por igual, pero es feliz rescatando a quien lo rechaza. Si pudiéramos hablar de plenitud en la felicidad siempre plena de Jesús, podríamos afirmar que ésta se da cuando rescata a alguien que está lejos...

El médico es feliz cuando todos están sanos, pero se siente vivo y le da sentido a su profesión cuando tiene que sanar a alguien. El matemático es feliz cuando ha resuelto todos los problemas, pero ve renovada su ilusión cuando se le presenta un problema aparentemente irresoluble. El policía está tranquilo cuando no hay delitos, pero siente que su misión tiene sentido cuando debe enfrentarse a un delincuente. El rescatista está satisfecho cuando no hay a quien rescatar, pero sabe que su misión debe activarse plenamente cuando se tiene noticia de algún desaparecido... Dios está feliz cuando todos son fieles a su amor, pero se siente "más Dios" cuando tiene que dar la oportunidad de conversión, de arrepentimiento, de abrazo de bienvenida a quien retorna a la casa del Padre... Por eso Jesús dice: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan." Si todos fuéramos justos, Dios estaría feliz. Pero la realidad es otra. Jesús ha venido para intentar acercar quien está lejos de Él. Su misión no es la de sostener a los fieles, aun cuando está feliz con ello.Su misión es la de rescate, la del cortejo, la de la conquista...

Es bueno dejar actuar a Dios, pues actúa siempre por amor, y por eso, a favor nuestro. No viene a condenar sino a salvar. Viene a ser para nosotros la cuerda que nos rescata, el salvavidas que nos lanza Dios en medio de la tormenta, la medicina que nos hace falta para sobrevivir. Es absurdo extrañarse de lo que Dios hace, pues si nos ama de verdad, como en efecto es, es natural que haga lo que sea necesario para rescatarnos, para no dejarnos en la tiniebla profunda, para no abandonarnos en el fondo del abismo... Jesús es la mano que Dios tiende a los pecadores... Basta que estiremos la nuestra para agarrarnos de ella y dejarnos rescatar. Al final, es dejarnos amar, pues el amor quiere tenernos a su lado...

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