jueves, 20 de marzo de 2014

Maldición o bendición hoy y para la eternidad...

Hay expresiones en la Biblia que ponen los pelos de punta... Es Palabra de Dios revelada, que se usa con el fin de que nos quede claro a sus destinatarios el mensaje que Dios quiere que nos llegue sin equívocos, unidireccionales, absolutos... No permiten segundas acepciones o acomodamientos a los intereses particulares... Dios habla, así en claroscuro, de modo que haya que tomar partido y decidirse por una vía única. Así, nos topamos con  la expresión de Jeremías: "Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita". No hay lugar a malos entendidos... El camino del hombre que se aparta de Dios y confía en el hombre -en sí mismo o en los demás, sin la referencia espiritual- es un camino de perdición, de tragedia, de frustración total, de muerte, de oscuridad...

Igualmente, la afirmación inversa es también absoluta... "Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto". Es la doble cara de la moneda de la relación con Dios. Una es terrible, desastrosa, trágica. La otra es dichosa, esperanzadora, rica en frutos y en metas alcanzadas y logros positivos... Realmente, entre ambas no existe comparación...

En nuestra historia humana tenemos miles de ejemplos de hombres y mujeres que se han decidido por alguno de los dos caminos... Y conocemos los resultados. Los que se han decidido por seguir al hombre apartando a Dios de sus vidas, han tenido vidas trágicas, realmente. Los grandes tiranos de la historia que han subyugado a naciones enteras, a sus mismos pueblos, que han promovido guerras, que se han aprovechado materialmente de miles, que han  esclavizado a pueblos enteros, que han explotado a los sencillos y los humildes, generalmente han terminado sus días terriblemente mal. En nuestros días hemos visto el final de grandes tiranos, que creyeron que su poder era omnímodo, indestructible. Su fin ha sido también inhumano, procurado con saña inaceptable, pero lamentablemente buscada por sus mismas actuaciones. No se puede esperar recibir flores cuando se le ha lanzado a los suyos balas y bombas... Una cosa es procurar justicia y otra muy distinta es procurar venganza... Quienes promueven la venganza se han dejado vencer por el odio de aquellos a los que quieren derrotar. Con una victoria así, están confesando su propia derrota... La destrucción de aquellos que se alejan de Dios es tan profunda y apunta tanto a la esencia de la humanidad, que logran incluso deshumanizar a sus oponentes... Es terrible el camino que recorren... Algunos llegan incluso al cinismo de invocar el nombre de Dios como bandera para justificar y hasta disfrazar como buenas sus terribles pretensiones... No sólo echan a Dios a un lado, sino que lo convierten en un "muñeco" del cual aprovecharse ante los sencillos y humildes... Son malditos porque con eso se atraen sólo desgracias para sus vidas, y una condena para la eternidad. Es la mayor maldición...

Por el contrario, encontramos también a grandes personajes, muy conocidos unos y anónimos otros, que han decidido poner a Dios en el primero de los lugares, el que le corresponde por derecho, y viviendo en el amor con el que Él los llena, viven en la solidaridad fraterna y caritativa con los demás... Para ellos, no existe diferenciación, pues todos son hermanos, incluso aquel tirano que necesita convertirse. Por eso son valientes en la denuncia de las injusticias, cantándole sus verdades a ellos en sus propias caras, atrayéndose en múltiples ocasiones el desprecio del poder y la persecución. Pero atrayéndose también el favor de Dios, la ilusión con la que Él los llena continuamente, el ánimo, la fortaleza y la serenidad que necesitan para seguir adelante en este camino lleno de obstáculos, de violencia, de incomprensión... Son benditos porque con eso apuntan a la eternidad en felicidad plena, llenan su camino de la esperanza de lograr para sí mismos y para el mundo entero la armonía de la justicia y de la paz, de la solidaridad y de la igualdad.. Con esa siembra, tendrán una cosecha copiosa de felicidad en la eternidad...

Es la suerte diversa que explica Jesús en la parábola de Lázaro y el rico epulón. Dios le explica al rico: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces". El rico puso su confianza en el hombre, en sus riquezas, en sus bienes... Por eso recibe en la eternidad sólo maldiciones. Había echado de su vida a Dios y la consecuencia es que Dios quedó eternamente fuera de su vida... Lázaro no tenía en quién confiar sino sólo en Dios, por eso fue bendecido con la eternidad junto al Padre en la plenitud del amor y de la felicidad... No hay comparación. La desesperación del rico es terrible, pero ya no podía echar atrás. Su maldición es para toda la eternidad. Y la bendición de Lázaro jamás se acabará...

No es buen negocio apartarse de Dios. Vivir junto a Él en el amor, llenarse de ese amor para convivirlo con los hermanos, dejarse llevar por la ilusión y el ánimo de ser solidarios con los demás, particularmente con los más necesitados, tendrá resultados fabulosos. Es la bendición plena del hombre. Lo contrario sólo logrará la maldición absurda, oscura, trágica...

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