martes, 23 de junio de 2020

Una sociedad que se merezca lo sagrado

La puerta estrecha y el camino angosto

Dios es celoso de sí mismo. Defiende su honor y anima al respeto de lo que es y de todo lo que representa. Por ello se opone y enfrenta decididamente todo lo que pretenda disminuirlo o ridiculizarlo. Y aun va más allá, pues invita al que cree en Él y le sigue, a hacer lo mismo, colocándolo en el sitial de honor que le corresponde, atendiendo a sus indicaciones para avanzar en la fidelidad y en su propia plenitud y a tratar con suma delicadeza y respeto todo lo que pone en sus manos y que otros quieran afrentar. Reconoce Dios que siempre habrá quienes no lo valoren en su verdadera dimensión y lo despreciarán echándolo a un lado o ridiculizándolo. Una sociedad en la que cada vez Dios es más ignorado, en la que se burlan de aquellos que aprecian los valores espirituales y quieren regir sus vidas por ellos, en las que se promueve la absoluta autonomía despreciando las indicaciones divinas, llegando a presentar esta pretensión revestida de una "legítima" promoción del hombre que no debe ser "subyugado" por normas externas, sino que debe regirse solo por lo que él considere justo y bueno para sí, o de lo contrario estará "sometido" a leyes que "coarten" su libertad suprema, en las que lo único que importa es el regalo a los sentidos, por lo tanto, solo lo material que apunte al hedonismo como cultura general, por lo cual será bueno todo lo que produzca placer y malo lo que exija un mínimo esfuerzo mayor y no sea un regalo para los sentidos, es, en fin, una sociedad en la que existe ausencia total de referencia a la trascendencia, pues solo importa lo actual, lo del momento, lo que dé satisfacción aquí y ahora. Es un paso absurdo en el que se promueve la huida de una supuesta "dictadura de Dios" a una que sería terrible, porque es dañina y finaliza en el vacío total de sentido y en el camino de ciegos que caen en el abismo, que sería la dictadura del relativismo. Es la dictadura donde solo se promocionaría lo pasajero, lo inestable, lo que depende de los aires que haya en el momento. En Venezuela hay una frase que lo define de maravilla: "Como vaya viniendo, vamos viendo". No existe un sustento sólido del cual se pueda fundar para poder hacer pie y tomar un nuevo impulso hacia una meta superior. Es el desprecio total a la superior capacidad del hombre, por haber sido enriquecido con inteligencia y voluntad, contentándose con lo que se contentaría cualquier otra criatura de la creación que se ocupa solo de satisfacer sus instintos.

Por ello, Jesús sentencia con gravedad, y hasta con un dejo de ridículo, la obligación de no promover el desprecio a la realidad superior y trascendente que representaría la aceptación de Dios, de su providencia, de sus indicaciones, de su amor: "No den lo santo a los perros, ni les echen sus perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozarlos". Lo que Dios nos da es el regalo más valioso surgido de su corazón de amor. Además de habernos regalado la vida y aun lo que es todavía más valioso, su propia vida, no quiere que esos regalos caigan en manos de quienes no sepan apreciarlos, a pesar de todas las evidencias que descubren el inmenso valor que tienen. Es celoso Jesús, por cuanto esos regalos no surgen de alguien que tiene sobra de bienes o que los da por necesidad o sin sentido, sino que lo da todo porque ama, y que lo mínimo que espera es que sepan valorarlos en su justa medida. Esa sociedad que desprecia estos dones, según lo dicho por Jesús, no se los merece. Pero esto hay que entenderlo bien. Evidentemente quien desprecia a Dios, jamás será despreciado por Él. Lo ha demostrado suficientemente en todas sus actuaciones en favor de los hombres que reiteradamente han mostrado desprecio a su amor. Jamás ha dejado Dios de insistir. Dios es obcecado en su amor hacia el hombre. El paso siguiente es, entonces, hacer de aquellos que no se merecen a Dios, merecedores de Dios, atrayéndolos hacia Él. Y, aunque eternamente todos somos no merecedores de Dios, Él quiere que en el corazón humano haya el deseo de aceptar su amor y de recibirlo para la propia felicidad. Y es aquí en donde entramos cada uno de los discípulos. Es nuestra tarea intentar derrumbar el muro de aquella dictadura del relativismo y presentar el reino idílico de los valores del Reino de Dios como algo posible y completamente satisfactorio para el hombre. Esto tendrá una tarea exigente para cada uno de nosotros: "Así, pues, todo lo que desean que los demás hagan con ustedes, háganlo ustedes con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos". Se trata, por lo tanto, de asumir en sí mismo este esfuerzo que será inmensamente compensado en el amor y la felicidad que da el estar en Dios, con lo cual se llega a la plenitud de sentido de la vida, que apunta a lo superior y a lo trascendente, y que tiene un ámbito de felicidad por el amor en el que se vive y que justifica, dejando obnubilado el clima de sacrificio, todo el esfuerzo que eso requiere.

Aquellos que han sido conquistados y sometidos por la dictadura del relativismo en la que nada tiene consistencia propia, donde no consiguen un terreno firme en el cual hacer pie, que se convencen de que debe haber algo superior que trasciende a los simples gustos y placeres, deben ver en los discípulos de Cristo lo consistente, lo sólido, lo compensador que es saber que la mirada no se agota en todo lo que aparece a la vista en el nivel horizontal, sino que por elevar algo la vista y dejarse conquistar también por lo vertical, encuentran lo que le da mayor sentido, lo que llena de ilusión al percatarse de que hay algo más grande por lo cual luchar para poseer y sustentarse a sí mismo, que abre las puertas a lo que no desaparecerá y que existirá eternamente, y que se puede empezar a gustar ya aquí y ahora, con los pies bien puestos sobre la tierra y la mirada que no agota su panorama en lo que descubre en lo natural sino que se llena de ilusión y de fuerzas por lo que descubre al ser elevada a lo sobrenatural. Eso es hacer que Dios quiera entrar en esa sociedad que, viéndonos, comienza a entender que hay algo más que lo que ve y lo que disfruta, que la vida adquiere un sentido superior y que no consiste solo en pasarla bien con lo que se regala a los sentidos, sino en pasarla bien también en la dimensión superior del espíritu, que es el ámbito de las sensaciones estables, como la del amor, la de la felicidad, la de la solidaridad, la de la fraternidad, la de la justicia, la de la paz. Es la dimensión en la que tenemos la convicción de la presencia de Dios, que sale para ser nuestro aval, para llenarnos de su amor y de su felicidad, y para ser nuestro refugio y fortaleza ante los embates de aquella dictadura del relativismo que no se quedará de brazos cruzados. Seremos como esa ciudad que se convierte en fortaleza inexpugnable contra la cual el mal no tendrá ninguna fuerza: "No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella ni una flecha, no avanzará contra ella con escudos, ni levantará una rampa contra ella. Regresará por el camino por donde vino y no entrará en esta ciudad —palabra del Señor—. Yo haré de escudo a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo". Quien se llena de Dios y le da pleno sentido a su vida, no solo vive la alegría infinita que da el amor vivido en plenitud, sino que descansa confiado en los brazos de Aquel que es su amor y su alegría, y se convierte en su escudo ante el mal que lo seguirá acechando. Dios mismo será su amor y su alegría, y se convertirá en su defensa ante el mal.

2 comentarios:

  1. Excelente gracias Monseñor..... Dios es mi amor y mi alegría.....

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  2. Señor dame fuerzas suficientes para que en mi corazón nunca entre "la dictadura del relativismo" y te sepa reconocer siempre como mi fortaleza y escudo...quien nunca nos abandona y nos consuela desde y hasta la eternidad...excelente artículo, para leerlo varias veces mi Monse

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