miércoles, 10 de junio de 2020

Jesús es la plenitud de toda la historia anterior y de toda la historia futura

Evangelio del 18 marzo: "No he venido a abolir, sino a dar ...

El cristianismo es una espiritualidad que está llena de tesoros. No desecha nada de lo que ha habido en tiempos anteriores, sino que va acumulando toda la riqueza que va surgiendo en cada momento y la incorpora sabiamente en lo que va ofreciendo a la humanidad. Su sabiduría es tal que todo lo antiguo va adquiriendo un sentido y se va sumando como tradición que da solidez a lo que propone, pues se trata de una sabiduría acumulada por siglos. No es una realidad advenediza que no tiene un sentido histórico que la enriquece, que no tendría ya huellas de un pasado que se presentaría como una especie de aval que dice de lo sólido que es su fundamento. La obra de Jesús, sí, hace nuevas todas las cosas. Pero no implicaba el desprecio a toda una tradición antigua que fue preparando su gran obra. Podríamos decir que todo ese pasado fue como el prolegómeno que fue preparando el advenimiento del gran momento de redención. Así lo afirma el autor de la Carta a los Hebreos: "Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo". Todo lo anterior fue como la preparación de este gran momento de la llegada del Mesías prometido, hacia quien se dirigía toda la historia y desde quien se iba a entender todo lo sucedido anteriormente y todo lo que sucederá en el futuro. Él es la cima de la historia. Por Él y por su presencia se alcanza el zenit absoluto en la humanidad: "Cuando vino la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos". Esa plenitud se alcanza por la venida de Aquel que había sido prometido en la antigüedad por el Padre, que era de alguna manera anunciado por todos los acontecimientos sucedidos en medio del pueblo elegido, que acumulaba sobre Él las miradas, los suspiros y los anhelos de cada uno de los miembros de Israel, añorante de la libertad. Todo lo sucedido en el Antiguo Testamento es como la introducción del gran libro que será escrito con la tinta de la sangre derramada por el Hijo de Dios en la cruz. Esa historia anterior es el sendero que conduce al gran momento histórico en el que Dios irrumpe en el mundo y se hace no solo autor, sino actor en ella.

Jesús mismo asegura que toda esa riqueza anterior no es de ninguna manera despreciable. Que no se puede desechar toda la riqueza que ella representa por cuanto es el compendio de todo lo que hizo el mismo Dios en medio del pueblo para dar a entender cuál era su objetivo final, que fue yendo prefigurado en cada personaje y en cada acontecimiento que se fue sucediendo en la antigüedad. "No crean ustedes que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad les digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley". Toda esa historia anterior es como el desarrollo de una gran obra musical que va preparando el final de la pieza, que va siempre subiendo en intensidad y nos encamina hacia ese final que es como una explosión de sonidos armónicos preciosos que hacen de esa obra algo sublime y logra que todo lo que se ha oído con anterioridad se oiga con un sentido ya esclarecido y que no puede tener otro ámbito sino el de la admiración, pues al escuchar el final lo anterior es iluminado con una nueva luz. En efecto, escudriñar en el Antiguo Testamento sin tener en cuenta su desembocadura, que es la obra grandiosa de Jesús, su redención por la entrega de su cuerpo y el derramamiento de su sangre, nos hace simplemente estar ante la narración de hechos aislados acerca de la gran epopeya de un pueblo que pasa por muchos avatares, con el cual nos hacemos solidarios por sus sufrimientos, al cual compadecemos por la esclavitud vivida en diversas ocasiones, pero al que también admiramos por su fortaleza de ánimo y de carácter, y por su confianza en Yahvé que siempre se colocó de su lado. Y nada más. Si todo eso concluyera allí, en la práctica no se diferenciaría mucho de lo que pudo haberle sucedido a otros pueblos. Pero ver eso bajo la óptica de la obra de Cristo, da un sentido sólido a todo lo sucedido. Entenderemos así que el gran diluvio de Noé no es otra cosa que signo del gran regalo que todos recibiremos por el bautismo cristiano, que la venta de José como esclavo es prefiguración de la venta de Jesús, pero que al final ese gesto malo se convertirá en causa de la salvación del pueblo, que la liberación de la esclavitud de Egipto es el anuncio de la gran liberación de la humanidad de la esclavitud del pecado, que los avatares en el desierto del pueblo de Israel liberado son signo de la lucha que vivirá cada hombre que anhela la libertad pero que se enfrenta a las fuerzas internas y externas que lo quieren alejar de Dios, que la entrada en la tierra prometida es preludio de la entrada en la Jerusalén celestial en la que se vivirá ya la felicidad y la libertad plenas... Cada paso del Antiguo Testamento se comprende, de esta manera, como una parte del tesoro que enriquece la fe cristiana.

Así entendemos que Jesús diga: "No he venido a abolir, sino a dar plenitud". Todo lo de la Ley y los Profetas es parte de ese patrimonio que nos deja el pueblo de Israel. Nuestra religión tiene profundas raíces en el judaísmo, del cual no podemos renunciar. Al contrario, de ello nos debemos sentir satisfechos, pues se convierte muchas veces en referente para nuestra conducta y nuestros pensamientos. Nos hace sentir orgullosos y nos sirven de testimonio a seguir la gesta de cada uno de esos personajes que fueron pasando por esa rica historia. El ejemplo del profeta Elías, que siendo el único de los profetas de Yhavé que quedaban en ese tiempo, y que se enfrenta a los 450 profetas de Baal, dejándolos en ridículo y demostrando que un ídolo de creación humana jamás podrá ser más poderoso que el Dios de poder infinito, es un testimonio que debemos tener siempre a la vista. Ante un mundo que nos ofrece miles de ídolos, no podemos ser inconscientes abandonando al único Dios verdadero, al que tiene el amor y el poder que nos hace ricos. Esos ídolos nos dejarán en la indigencia, pues no son más que creación de los hombres y desaparecerán con ellos. Ante ese testimonio confiado y valiente de Elías y la obra grandiosa de Yahvé, el pueblo sucumbió al gran Dios: "Cayó el fuego del Señor que devoró el holocausto y la leña, lamiendo el agua de las zanjas. Todo el pueblo lo vio y cayeron rostro en tierra, exclamando: '¡El Señor es Dios. El Señor es Dios!'" Esa es la plenitud que viene a traer Jesús. No viene a destruir o a despreciar lo anterior, sino a poner la base para la gran convicción que debemos tener todos: El Señor Dios es nuestro único Dios, el que tiene el poder absoluto, el que nos enriquece con su amor. Con su obra de amor destruirá el poder del pecado que tiene subyugado al hombre desde el principio y lo elevará a las alturas de la dicha eterna, a la que está llamado a vivir desde aquel principio amoroso con Yhavé y que rechazó con su pecado, pero hacia el que es rescatado porque ese Dios de amor no lo ha creado para la condenación sino para la salvación en el amor eterno e infinito, que es el único que puede tener, pues Él es amor. Esa es la plenitud. Esa es la gran novedad que viene a traer Jesús. La del rescate porque tiene una encomienda particular del Dios que nos ama: decirnos que Él nos ama con amor eterno e infinito, y que todo lo que ha hecho desde el principio de nuestra historia ha estado encaminado a este gran momento final y culminante del amor hecho hombre en Jesús, que con su entrega nos rescata y nos guarda en su corazón amoroso.

3 comentarios:

  1. El Señor es el Dios único, que nos ama desde la eternidad....somos su obra perfecta, por lo que le.debemos.nuestro agradecimiento y adoración al Amor infinito que entregó a su Hijo para redimirnos y al Espiritu Santo para santificarnos. Gran narración que nos hace reflexionar sobre la importancia de nuestros antepasados en la Fe.

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  2. El señor que nos elijio para salvarnos nos de la buena volumtad guiarnos unida al espíritu de Dios que nos perfecciona por amor.

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  3. El señor Dios es nuestro único Dios,el que tiene el poder absoluto por eso deja claro que la ley de Dios debe cumplirse como nos enseñó Jesús con amor, misericordia y perdón.

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