lunes, 15 de junio de 2020

Devolver bien por mal impide que el hombre desaparezca del mundo

Vencer al mal por el bien

Las reacciones espontáneas suceden cuando nuestro instinto actúa sin discernimiento, automáticamente. Actúan sobre todo cuando de defender nuestro propio bienestar, incluso nuestra propia vida, se trata. Dios nos ha enriquecido principalmente con ese instinto de supervivencia que tenemos todas sus criaturas. De algún modo es un sello que ha colocado en nosotros en el cual tendemos naturalmente a proteger el don con el cual Él mismo nos ha enriquecido, que es el de nuestra propia vida. Al ser un regalo valiosísimo, lo defendemos descubriendo con ello el valor en el que lo colocamos. Podríamos pensar que ese movimiento instintivo es también un don de Dios, pues se trata de defender algo que tiene valor en sí mismo, que ha sido colocado en nuestras manos por el que tiene el poder infinito al habernos creado y que al colocarlo en nuestras manos espera también que demostremos ser dignos de él, confiando en que protegiéndolo demostremos que para nosotros está entre las cosas más importantes que poseemos. La vida y todo lo que gira alrededor de ella es el tesoro temporal más valioso que tenemos. Sin ella no existimos. En ella demostramos lo que somos, hacia dónde tendemos, cuáles son las cosas que nos motivan, cómo la ejercemos junto a los otros seres que también la poseen, cómo valoramos todo lo demás que nos ha sido donado por el amor, cuál es la meta que perseguimos. Se puede descubrir este movimiento instintivo en todas las criaturas por cuanto todas intuyen de algún modo que sin la vida, ya no existen. Así vemos cómo las plantas, los animales y todos los hombres desarrollan toda su vida en el ejercicio de su defensa instintiva, protegiéndola y buscando siempre la mejor manera de conservarla, alimentarla, haciéndola progresar, apoyándose en otros para hacerla más sólida y fuerte. En los animales y las plantas este movimiento se da sin ningún discernimiento pues no existe en ellos esta capacidad, de manera positiva, en el sentido de que en la defensa de la propia vida no se descartará ningún método sino que solo se tenderá a protegerla a como dé lugar. En el hombre sí puede haber lugar para un discernimiento en el que se pueda pensar en mejores defensas, en armas ideales, en métodos particulares y más efectivos. Se buscaría, poseyendo inteligencia y voluntad, elevar la posibilidad de protección del valor de la vida, y más allá de eso, crear cada vez mejores condiciones para un desarrollo más positivo de ella, que produzca mayores satisfacciones y permita su progreso.

Esta superioridad racional del hombre sobre las otras criaturas no se queda solo en la búsqueda de la mejor manera de defender la vida y lo que la sustenta. Su condición superior lo hace valorar la vida también incluyendo otros criterios, tales como la valoración de otras vidas y la consideración de una vida distinta y superior de la biológica que posee. La óptica, sin duda, se enriquece y traslada de esta manera el discernimiento más allá de la sola consideración horizontal de una vida biológica, que tiene su importancia, pero que no puede considerarse aislada de esos otros argumentos. Así como tiene valor la propia vida, la tiene también la vida de todos los demás hombres y de las otras criaturas. Y así como tiene valor esta vida biológica, que en algún momento tendrá su fin, que se espera que sea natural, lo tiene mucho más la vida superior y eterna que nos ofrece Dios, por lo cual se debe valorar en mayor grado que aquella que tiene final. Por eso tiene mucho sentido la invitación que nos hace Jesús a no tender solo a dejarse expresar a nuestro instinto en la defensa de la vida y de sus apoyos de manera irracional, sino que en la valoración de las otras realidades, elevemos también nuestra capacidad de discernimiento en su defensa. Es necesario descubrir qué es lo que debemos defender más. Jesús nos da la pista para esa correcta comprensión: La vida de los demás es un tesoro valioso que debe ser respetado reverencialmente. Y aún más, debe ser defendido, protegido y promovido el don de la vida eterna. Por encima de la defensa de la propia vida biológica, debemos ponernos en defensa de la vida sagrada de los hermanos y en defensa más radical aún de la vida superior, divina y eterna de la vida que se ofrece a todos los hombres al final de esta vida que se terminará en algún momento: "Han oído ustedes que se dijo: 'Ojo por ojo, diente por diente'. Pero yo les digo: no hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas". Jesús nos dice claramente que en la medida del amor, la vida de todos debe ser promovida, incluso por encima de lo que sustenta la propia. El instinto que nos lanza a la venganza automática debe ser, por lo tanto, totalmente refrenado. Y debe surgir el deseo de defensa de la vida del hermano, considerado así desde la valoración que Dios mismo le da a su vida y a la vida de todos.

Se entiende entonces que nadie puede erigirse en juez que decida cuál es la vida más importante. El amor de Dios sentencia que toda vida es importante y debe ser defendida, protegida y promovida en consecuencia con ese amor con el cual Él la creó y de la que se hace eco todo aquel que es su discípulo. Más allá de la consideración de lo impropio de la venganza, por ser un movimiento en el que la ausencia del amor fraterno es total, por lo que simplemente se tenderá a la búsqueda de la desaparición de toda vida que nos haya agraviado, como lo afirmó Ghandi: "Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego", debemos colocarnos en la mente de Dios que ama a todo hombre por igual, incluso a los malos, y quiere darles la oportunidad a todos de convertirse, de valorar la vida y de llevarlos a gozar de esa vida superior, eterna y espiritual que Él tiene reservada para ellos. Lo dijo León Tolstoi: "La única manera de acabar con el mal es devolviendo bien por mal". Ese movimiento del bien que impide el desarrollo del mal es el dique perfecto para las malas actuaciones de los hombres y hará imposible que el mal crezca y se haga un monstruo indetenible, como el que movió a Jezabel, mujer de Ajab, que llegó incluso a levantar un falso testimonio contra Nabot, que se negaba a vender o entregar su viña, para lograr su muerte y hacerse con ella: "Llegaron los dos hombres hijos de Belial, se sentaron frente a él y testificaron contra él diciendo: 'Nabot ha maldecido a Dios y al rey'. Lo sacaron fuera de la ciudad y lo lapidaron a pedradas hasta que murió. Enviaron a decir a Jezabel: 'Nabot ha sido lapidado y está muerto'". Es terrible hasta dónde podemos llegar cuando no valoramos la vida del hermano. Devolver bien por mal no nos hace tontos, sino sabios. Que nadie se engañe diciendo que lo que nos propone Jesús es para hombres sin voluntad o para tontos. Es todo lo contrario. El verdadero héroe es el que impide que venza su propio instinto, el que se pone en la línea de la defensa de toda vida, el que valora igual que Dios la vida de todos. El que por perseguir ganar la vida superior, la eterna y espiritual, se decide a no dar rienda suelta a su instinto y a dirigir su vista hacia aquella meta que da la verdadera plenitud. El que coloca el dique para que el mal no llegue a desarrollarse ni a vencer, sino que se coloca del lado del bien y busca que sea él el que triunfe y llene de su color la existencia de todo hombre en el mundo. El que valora no solo su propia vida, sino que valora también la vida de los hermanos, y por encima de todo, la vida superior y eterna que Dios nos ofrece.

3 comentarios:

  1. 👍🏻😘💕...... Amar hasta que duela....Teresa de Calcuta

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  2. El verdadero héroe es el que valora igual que Dios la vida de todos. Se nos pide hacer el bien sobretodo por el que está pasando una auténtica necesidad.

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  3. Hermosa reflexión, como anillo al dedo. Gracias amén


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