martes, 16 de junio de 2020

Dejar amar a Jesús libremente desde nuestro propio corazón

Lectio Divina: 7 de marzo de 2020 – Iglesia en Aragon

Disponerse a escuchar a Jesús en el Sermón de la Montaña, teniendo la intención de dejarse enriquecer por Él, queriendo producir en sí mismo un cambio de vida que enriquezca, y haciendo que ese cambio transforme absolutamente todo el ser en pensamientos y conductas, requiere de un verdadero esfuerzo, casi sobrehumano, y de una voluntad superior que abra las puertas para lo inusitado, para lo inaudito, para la novedad absoluta. Quien así quiera avanzar tendrá que convertirse en un verdadero héroe, no al estilo de esos héroes panfletarios que hacen gala de superpoderes que los hacen vencer y subyugar a sus peores y más poderosos enemigos, sino en el sentido exactamente contrario, pues el poder que deberán mostrar es el de vencerse a sí mismos y dejarse vencer por el poder absoluto e inabarcable del amor. Y para ello, el poder necesario es mucho mayor que el del simple ser de hierro, o tener visión infinita, o ser inmune ante el fuego... No es sencillo acoger la invitación que nos hace Jesús pues requiere casi el renunciar al derecho propio a ser amado, a ser respetado, a obtener algunos beneficios, a aplicar la justicia, a alejarse del mal para protegerse. Jesús casi nos invita a lanzarnos por un precipicio en el cual obtendremos la muerte segura. El absurdo que nos invita a vivir es de tal magnitud que nos parece increíble una invitación de ese estilo. Por ello, cuando nos percatamos de que Jesús no está loco ni podría pedirnos imposibles, debemos hacer un esfuerzo más allá de la simple comprensión humana de lo que pide, para dar un paso más allá, entrando en una comprensión superior, la divina, la de la perfección, que es a lo que finalmente nos está invitando. Nuestra comprensión humana solo tiene cabida para lo razonable, para lo normal, para lo que para nosotros es lo natural. Cristo entiende que su obra no puede quedarse solo en ese nivel. Nos dice a nosotros que al habernos hecho hombres nuevos debemos demostrar de alguna manera que ciertamente hay algo nuevo en nosotros, que nos eleva y nos hace distintos a lo que éramos antes de recibir la novedad de vida: "Si ustedes aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?" Si nos quedamos en ese nivel de "normalidad" hacemos innecesaria su entrega, su sacrificio, su muerte en cruz para nuestra redención, para nuestra renovación. No se habría producido en nosotros ningún cambio.

En efecto, la fuerza de la gracia que se derrama sobre los hombres desde la cruz de Cristo nos hace obtener una riqueza y una fuerza que no poseíamos antes. Jesús, entrando en nosotros cuando se derrama de amor desde ese corazón destrozado que deja manar sangre y agua, signo del último hilillo de vida que le podía haber quedado, nos está a su vez divinizando. Nos enriquece haciéndonos partícipes de su naturaleza divina no de manera ideal, sino real. Coloca en nosotros y en nuestros corazones capacidades de las que nos quedaremos sorprendidos, pues le dan "naturalidad" a lo sobrenatural que podremos empezar a vivir. Así como en la Última Cena lo natural, el pan y el vino, pasó a ser sobrenaturalmente su cuerpo y su sangre, así mismo, cada hombre beneficiado con su palabra de gracia y con su amor como tesoro en el corazón, pasa de ser simplemente un hombre más a ser un hombre cristiano renovado por la gracia que lo hace poseer cualidades divinas y capaz de hacer naturalmente lo que es sobrenatural, es decir, la gracia lo diviniza y lo hace actuar de manera similar al mismo Dios. No deja de ser hombre, sino que a su ser hombre le añade el ser divinizado. "La gracia supone la naturaleza, no la destruye", dicen los teólogos. Por ello, en ocasiones esa naturaleza humana buscará de nuevo rebelarse ante la novedad absoluta que implica lo divino. Pero esto divino tendrá siempre la capacidad de erigirse en victoriosa si el hombre se deja conducir por el poder infinito del amor divino. En definitiva, el resumen de esta invitación de Jesús es a la perfección de Dios: "Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto". Aunque parezca absurdo, Jesús lo hace posible no solo como exigencia sino como donación de su amor, pues nos ha capacitado haciéndose uno con nosotros, cuando le abrimos nuestro corazón, dejándolo vivir en nosotros, haciéndonos nosotros uno con Él: "Vivo yo, pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí", decía San Pablo. Por ello, realmente, cuando Jesús nos está haciendo invitaciones que nos suenan ilógicas, absurdas, inhumanas: "Han oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo'. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos", realmente está invitándose a sí mismo a hacerlo desde nosotros. Si dependiera solo de nosotros, haríamos todo lo contrario de lo que nos pide. Pero estando Él en nuestros corazones será posible siempre.

Alcanzar este nivel de avance en el camino hacia la perfección, entonces, es posible gracias a esa capacidad que coloca el mismo Jesús al habitar en nosotros. No es fruto de un camino de perfeccionamiento personal, de una ascesis individual, pues la naturaleza humana por sí misma no puede alcanzar tal grado de perfección. Jesús lo coloca como itinerario pues es lo que el mismo Dios vive y es hacia Él que se debe tender. El inicio de esta historia de amor a los enemigos, de perdón y de intercesión hacia ellos se remonta al Edén. Los hombres, Adán y Eva, se declararon enemigos de Dios cuando le dieron la espalda al desobedecer su orden y querer erigirse ellos mismos en dioses. Echaron a Dios de sus corazones y se declararon siervos del demonio. Y en su pecado nos arrastraron con ellos a toda la humanidad. Pero Dios declaró su amor a esos enemigos suyos, les ofreció su perdón y les prometió un rescate. No los condenó a priori ni los hizo desaparecer, habiéndolo podido haber hecho. Y ha estado durante toda la historia de la humanidad dispuesto a tender su mano a quien, habiéndose declarado su enemigo con sus pensamientos y sus conductas, demuestra su arrepentimiento y se convierte. Así sucedió con Ajab, arrepentido de la muerte que había propinado a Nabot para quedarse con su viña: "¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? No traeré el mal en los días de su vida". Y es exactamente lo mismo que hizo Jesús, aceptando la encomienda del Padre de hacerse hombre para rescatar desde dentro mismo de la humanidad a los que se habían puesto de espaldas a Él, sufriendo por el dolor que le infligían aquellos mismos por los que iba a morir, pidiendo el perdón del Padre para aquellos que lo estaban matando "porque no saben lo que hacen". Jesús, al ponernos sus exigencias, no está hablando de memoria ni nos está poniendo como meta algo a lo cual nadie haya respondido positivamente. Él mismo lo ha hecho. Y antes, y siempre, lo había hecho el mismo Padre. Por eso sabe que desde el poder de su amor, eterno e infinito, sí es posible hacerlo. Para Él todo es posible, pues es Dios. Y por eso mismo, habiendo probado en sí aquello a lo que nos invita a todos, se mete en el corazón de cada uno, cuando se lo permitimos poniéndonos a su disposición y a la disposición de su gracia, y se invita a sí mismo, que habita en nuestro corazón, a seguir dando muestras de ese amor infinito, a amar a los enemigos y a orar e interceder por ellos. Es Él el que lo hará desde nosotros. Basta que, en primer lugar, lo dejemos habitar en nosotros, nos dejemos invadir de su amor y, finalmente, dejemos que su amor eterno e infinito sea totalmente el nuestro, y sea libre para que se exprese siempre y en todo desde nuestro propio corazón.

2 comentarios:

  1. Cuando permitimos que Dios entre en nuestro corazón. Solo él es capaz de transformar nuestra vida..

    ResponderBorrar
  2. Cuando permitimos que Dios entre en nuestro corazón. Solo él es capaz de transformar nuestra vida..

    ResponderBorrar