miércoles, 24 de junio de 2020

Libres y humildes como Juan Bautista, para anunciar a Jesús

Natividad de San Juan Bautista - Santoral - COPE

Las experiencias espirituales profundas marcan las vidas de los elegidos por el Señor. Son personajes congregados por Dios para hacerlos suyos, capacitarlos con grandes virtudes y fortalezas y encomendarles misiones particulares e importantes que tendrán que ver con la dirección que tome la historia de salvación que Dios va escribiendo en la humanidad. "Antes que te formaras dentro del vientre de tu madre, ya yo te había elegido", siente decir el profeta de la boca de Dios sobre sí mismo. Es la frase que podríamos sentir decir cada uno de nosotros, pues sobre nosotros ha descendido también la elección de Dios. A San Juan Bautista se le aplica también. Y se va más allá con él, por cuanto la misión que se le encomienda es una de magnitud inédita: Nada más y nada menos que preparar el camino del Mesías Redentor, esperado y añorado por Israel, al corazón de cada uno de los que deben ser rescatados. "Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre". Juan será aquella "voz que clama en el desierto: Preparen el camino al Señor", que invita a todos a abrir el corazón al Señor que viene a salvar a la humanidad y a cada uno de ellos. Por eso, esa experiencia espiritual de encuentro con el Dios que lo elige, marcará ya para siempre su espíritu y lo convertirá en aliado que anuncie lo que está por venir, revistiéndolo, como lo es, de la gravedad y seriedad que tiene, pero también del gozo por el cumplimento de la promesa hecha tanto tiempo atrás. Juan asume esa tarea desde su plena libertad, absolutamente respetada por el Dios que lo convoca. El encuentro de las dos madres gestantes, Isabel y María, en el que "el niño saltó de gozo en mi vientre", a decir de Isabel, podría ser entendido como aquella respuesta afirmativa, también desde el seno materno, a la llamada que el Señor le había dirigido igualmente antes de nacer. Por ello, la vida de Juan, toda ella, ha quedado marcada por aquella experiencia que él ha tenido prácticamente desde su concepción que, como la de todo personaje que marcará pauta en la historia de la salvación, está revestida del halo de lo maravilloso. Dios anuncia con el portento asociado a su existencia, que la misión de Juan será determinante en la dirección que tome el desarrollo de la historia de salvación desde ese momento. Lo hizo de la misma manera con personajes que marcaron hito en el Antiguo Testamento. Lo siguió haciendo con la Virgen María, también elegida. Y lo hizo de la manera más contundente con el mismo Jesús, el punto culminante de toda esa historia.

En esas experiencias intensas que van teniendo cada uno de ellos, toma grandísima importancia la asunción libre del compromiso. Dios no "programa" a sus seguidores. No son robots que tienen una programación previa inmutable. Desde el primer momento, el de la elección, el movimiento de Dios es de propuesta. Y la espera de la respuesta de cada uno se da desde el respeto reverencial a su libertad, que es don de oro que el Señor ha colocado en sus corazones. El uso de esa libertad será la clave para que la tarea sea de peso y tenga pleno sentido, pues el elegido se convierte así en el primer beneficiado de su propia misión y llega a ser para todos el primer testimonio de lo que anuncia. La libertad es el aval de lo que se anuncia. Esa libertad desde la que responde el elegido deviene así en lo que da el sustento más sólido a la misión y lo que asegura de que lo que hará tendrá efectos positivos, demostrados, al menos, en los efectos que se alcanzan en el mismo que acepta. Esto se verificó incluso en el mismo Hijo de Dios que respondió al Padre: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Y en la Madre del Redentor: "Aquí está la esclava del Señor. Que se cumpla en mí según tu palabra". Es la libertad de la que gozó también y siempre Juan Bautista, por la que se convirtió con todas las de la ley en "El Precursor de Jesús". La vida de Juan estuvo toda ella marcada por la aceptación de la propuesta de Dios sugerida desde los profetas: "Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". No es él el personaje principal de la obra que se representa, pero sí es el gozne alrededor del cual gira toda la historia y en el cual esa misma historia toma el tinte dramático que la acerca a su final y a su culminación, que abre las puertas a la entrada del personaje principal que hará que toda la obra alcance su zenit y pueda iluminar toda la historia anterior para comprenderla y toda la historia futura para mirarla con esperanza. Esto lo tiene muy bien asumido quien ya ha asumido con anticipación el papel que le corresponde: "Yo no soy quien ustedes piensan; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias", decía a quienes podían presentar alguna confusión en el personaje que desarrollaba en la obra. La libertad con la que asumía su rol lo llevaba también a la humildad de reconocer el lugar secundario que le correspondía.

Libertad y humildad son, así, las claves de comprensión perfectas para lograr iluminar correctamente la figura del Bautista. Es una humildad que entendemos ya demostrada desde sus padres, ancianos abandonados totalmente en la providencia de Dios que les hizo el regalo de la paternidad en la ya adelantada ancianidad, por la cual no quisieron dejar marca de sí mismos en el hijo sino, como fue en realidad, resaltar la marca del Dios amoroso y providente, por lo cual permitieron que fuera sustituida la tradición antiquísima de colocar el nombre del padre o de algún familiar cercano a la criatura por la nueva indicación del nombre que había destinado el mismo Dios. Con ello, los padres reconocían la iniciativa de elección de Juan, y renunciaban a la "propiedad" sobre su propio hijo, pues sabían, por todos los portentos que se habían sucedido en su concepción, durante el embarazo y en su nacimiento, que ese hijo de ellos era en realidad de Dios. Al ceder en que su nombre fuera el que Dios disponía y no el que ellos impusieran, dejaban en manos de Dios la "propiedad" de la criatura: "A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: '¡No! Se va a llamar Juan'. Le replicaron: 'Ninguno de tus parientes se llama así'. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre'. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios". Ese niño estaba destinado a algo grande. Dios lo había elegido para sí y sus padres así lo respetaron. Faltaba solo que él mismo asumiera su tarea en la misión que Dios le encomendaba. Y lo hizo perfectamente. La pregunta que se hicieron sus vecinos quedará respondida plenamente al contemplar el desarrollo de su tarea: "Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: '¿Qué va a ser este niño?' Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel". No quedará duda de la relevancia que tendrá la tarea de Juan Bautista. Él se presentará a Israel como el Precursor de Jesús, de quien se declarará indigno de desatar las correas de sus sandalias, quien lo presentará a todos como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", y quien dará testimonio póstumo de la Verdad a la que servirá siempre sin desfallecer rindiéndose a la muerte como seguidor de Cristo "Camino, Verdad y Vida".

2 comentarios:

  1. Siendo su vida la expresión máxima de entrega de amor,San Juan nos enseña a reconocer en Jesús, el que quita los pecados del mundo.

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  2. Siendo su vida la expresión máxima de entrega de amor,San Juan nos enseña a reconocer en Jesús, el que quita los pecados del mundo.

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