sábado, 28 de septiembre de 2019

Esta noticia es muy buena

Resultado de imagen de al hijo del hombre lo van a entregar

La noticia que le da Jesús a los apóstoles no presagia nada bueno. Anuncia un futuro inmediato de entrega y de dolor. "Métanse bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres." Es, sin duda, un lenguaje oscuro, misterioso, el que usa Jesús. En medio de una conversación y de la realización de hechos maravillosos en los que demostraba su poder incluso sobre el demonio, de repente Jesús cambia radicalmente su discurso. Había increpado a los apóstoles y a todos los presentes: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes y tendré que soportarlos?" Ellos habían sido incapaces de liberar a un niño poseído por un demonio. "Pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al niño y lo devolvió a su padre; y todos quedaron atónitos ante la grandeza de Dios". La admiración de todos por el portento realizado por Jesús, mutó en sorpresa y en temor por las palabras que había pronunciado. ¿Cómo era posible que quien demostrara tal poder y sabiduría dijera que sería entregado? Esa entrega sugería debilidad, dolor, sufrimiento, muerte. Este anuncio era absolutamente inconsistente con lo que acababan de presenciar. "Ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto."

El misterio de Jesús es inabarcable en su totalidad. Y requiere de un corazón humilde y bien dispuesto a la sorpresa de Dios. El amor es siempre sorprendente y sus movimientos, por ser animados desde la búsqueda del bien del amado, serán siempre nuevos y admirables. El amor nunca piensa en sí mismo, nunca busca su propio bienestar. Solo es motivado por el bien del amado. Si no estamos acostumbrados a dejarnos llevar por el amor, siempre seremos sorprendidos por sus acciones. El que ama deja a un lado su propio bienestar y lo coloca todo en función de lograr el bien y la felicidad de aquel a quien ama. Lo demostró de manera fehaciente el Hijo de Dios desde el principio cuando aceptó, por su amor eterno e infinito al hombre, la misión que el Padre le encomendaba: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna". Y ese Hijo, mirando a su corazón y descubriendo en Él el mismo amor del Padre, respondió con alegría: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". El Verbo eterno del Padre dejó entre paréntesis toda su gloria, su infinitud, su omnipresencia, para realizar la obra de amor más profunda conocida en la historia de la humanidad, el rescate del hombre de la penumbra y de la muerte, con la propia entrega y la propia muerte ignominiosa. Ese fue el primer paso de todos los que dio posteriormente, en los cuales, en cada uno de ellos, gritaba su amor por nosotros.

Con todo, la noticia que daba Jesús no se debe ver solo con la carga negativa que en sí misma representaba. Es necesario abarcarla en su totalidad. Ese paso era el primero, el que preludiaba una entrega en la que el Hijo de Dios asumía el sufrimiento y la muerte, pero solo como paso para la luminosidad de la vida y de la liberación de los amados. El dolor y la muerte eran los gestos de satisfacción necesarios para compensar por el pecado que el hombre había cometido. La deuda de la humanidad la saldaba el Dios que se hizo hombre por amor. Es admirable que el único que no tenía culpa, borrara de la libreta de saldos negativos de la humanidad esa deuda, y la colocara en su libreta inmaculada de culpas que no tenía. Es un gesto que solo se explica por el amor desinteresado del Hijo de Dios, por un amor que es capaz del sacrificio mayor en favor de aquel a quien ama más que a sí mismo. Una entrega que abre las puertas para la victoria final. Una derrota que es preludio del triunfo más apoteósico al que se puede asistir. El sepulcro de Jesús fue la catapulta para su resurrección. No podía la Vida ser presa de la muerte. No podía la Luz quedar escondida en la oscuridad. No podía quien aglutinaba en sí a la humanidad entera quedar secuestrado por la soledad .

Por eso, el final del camino es glorioso. La noticia no se queda en lo terrible de lo inmediato. Hay que mirar más allá. El anuncio es el de la victoria. El amor nunca podrá ser derrotado definitivamente. Aunque el mal y el odio puedan jactarse de alguna victoria en alguna batalla, la guerra será ganada siempre e invariablemente por el bien, por la vida, por el amor. Lo que anuncia Yahvé para Jerusalén, es el anuncio de lo que sucederá con la humanidad: "Por la multitud de hombres y ganado que habrá, Jerusalén será ciudad abierta; yo la rodearé como muralla de fuego y mi gloria estará en medio de ella –oráculo del Señor–." Israel había sido asediada, pisoteada, invadida por imperios más poderosos. La humillación había sido su signo por muchos años. Pero Dios estaba allí, contemplando esa humillación, para luego consolar y hacer resurgir. La gloria iba a ser mucho mayor que el dolor. "Alégrate y goza, hija de Sión, que yo vengo a habitar dentro de ti –oráculo del Señor–. Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos, y serán pueblo mío, y habitaré en medio de ti." Israel será reconstruido y su prenda de seguridad será el mismo Dios liberador.

La noticia que anuncia dolor, sufrimiento y muerte, no es completa. Pasando por ese trago amargo, la meta final es el triunfo sobre el mal. Es el reinado de quienes hemos sido rescatados, presididos por Aquel que nos ha alcanzado la libertad. El amor de nuestro Dios nos hace vencedores con Él. Jesús no se queda contemplando la derrota por la que necesariamente debe pasar. Contempla el amor que me tiene, lo pone en la perspectiva de la Vida que me quiere dar, y pasa por la muerte con la mirada puesta en la victoria que me regalará. "Me amó a mí, y se entregó a la muerte a sí mismo por mí", comprendió perfectamente San Pablo. Jesús me ama infinitamente. Me ama con amor eterno. Y ese amor me sorprenderá haciendo lo impensable. Lo ha hecho y lo hará siempre. Por eso, se entrega por mí, a pesar de mí. Me mantiene en esta vida con amor. Me perdona una y mil veces por amor. Quien ha muerto por amor a mí, nunca dejará de realizar las acciones a las que lo mueve su amor. Soy un privilegiado. Debo hacerme digno de ese amor.

1 comentario:

  1. "El amor nunca piensa en sí mismo, nunca busca su propio bienestar. Solo es motivado por el bien del amado. Si no estamos acostumbrados a dejarnos llevar por el amor, siempre seremos sorprendidos por sus acciones. El que ama deja a un lado su propio bienestar y lo coloca todo en función de lograr el bien y la felicidad de aquel a quien ama."
    Una de las pruebas mas graficas, que apenas se aproxima como atisbo de lo que Ud. describe, yace en el sentir de los Padres por los hijos, que tambien es indicio de nuestra condicion de los predilectos de la creacion, se vislumbra nuestra imagen y semejanza de quien tanto amor ha dado. En nosotros estan todos los elementos, de su grandeza, dispersos, confundidos con otros, que no son de su obra, solo con paciencia, calma, sociego, trabajo, meditacion, oracion y la concesion de su gracia, seremos capaces, de separales, cultivar los debidos y atenuar los a pesar de ser parte de nuestra naturaleza, se tornan en obstaculos a sortear.

    Me gusto mucho su exposicion, permitame elogiarle y desearle lo mejor, paz y bien, Dios nos bendiga.

    Francisco Suarez
    Cursillista de Cristiandad, en 1981, lo hice con su hmno. Gerson, visite la casa de sus padres, en varias ocaciones, ud. era llamado (Jr.) para diferenciarle de su Sr.padre Ramon, tiempo de Hermogenes Castaño y despertar vocacional de mas de uno de la progenie de los soldados de Cristo.

    Cordial saludo.

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