domingo, 29 de septiembre de 2019

El egoísmo es el cáncer de tu humanidad

Resultado de imagen de lazaro y el rico epulón

El rico epulón y el pobre Lázaro representan a la humanidad entera. El primero, es la parte de la sociedad que busca solo satisfacer su hedonismo, dándose grandes banquetes, adquiriendo todos los bienes que le ofrecen aunque no le haga falta, esclavizándose ante el último grito de la moda, imaginándose que su status se eleva mientras más cosas tenga, luchando por mantener un prestigio y un nombre sin importar los medios que pueda utilizar para lograrlo, probando todo lo que la mayoría de la masa humana considera que da altura, despersonalizándose ante la turba que sigue enceguecida los gritos de la publicidad, haciendo lo indecible para procurarse placer, gritando a los cuatro vientos que es libre y por eso hace con su vida lo que le viene en gana. El segundo, es la otra parte de la humanidad que sufre la miseria, que no tiene lo básico para vivir, que busca su comida en los basureros, que debe emprender caminos que lo lleven a un destino desconocido con la esperanza de conseguir aunque sea lo mínimo para satisfacer sus necesidades mínimas, que contempla humillado a esa otra parte que banquetea y se da la buena vida, añorando aunque sea que los desperdicios de ellos le sirvan para calmar su hambre y su sed y la de sus hijos, que vive enfermo, hambriento, abandonado, desplazado, refugiado, en tierras que no son las suyas, que está tirado en el camino a la espera de una mano amiga que por lo menos le haga sentir una empatía mínima en medio del dolor y del rechazo. El rico epulón y el pobre Lázaro están entre nosotros. O quizá uno de ellos seamos nosotros mismos.

La enfermedad de nuestra sociedad no hay que buscarla solo mirando los efectos. Estos son evidentes. Están en la corrupción, en el ventajismo, en el aprovechamiento en todos los sentidos de los bienes ajenos, en el enriquecimiento ilícito a costa del empobrecimiento de la mayoría, en el desfalco a naciones y sociedades, en las muertes por abuso de drogas, de licor y de placeres, en la promoción de la guerra para obtener las ganancias jugosas de una carrera armamentista absurda y fratricida, en la venta de drogas a costa de la destrucción de la vida de los jóvenes que son el futuro de la humanidad, en la anticultura de la muerte que promueve el aborto y la eutanasia, y la destrucción de la familia sólida que es el seguro para el futuro sano de esa humanidad. Son los efectos funestos de una enfermedad mortal bajo cuyo peligro de contaminación nos encontramos todos. Son los síntomas que descubren y hacen entrever un cáncer que nos está corroyendo y ante el cual debemos reaccionar si no queremos desaparecer.

Lo que produce todos estos síntomas hay que buscarlo dentro del hombre. Es una pérdida de humanidad creciente, que avanza peligrosamente, y que nos va consumiendo a todos. Nos consumirá si no apuntamos a un combate necesario para detenerla. Es urgente que echemos la mirada a lo que está en el sustrato más profundo de nuestro ser, lo que nos hace verdaderamente humanos, lo que ha colocado Dios y que ha sido potenciado por la naturaleza, y que ha demostrado desde siempre que cuando falta, perdemos nuestra esencia. Desde el mismo principio de nuestra existencia está allí e ignorarlo nos deshumaniza: "No es bueno que el hombre esté solo". Dios insufló en nuestras narices el hálito de vida, y luego nos dijo: "Crezcan y multiplíquense". Fue su decreto para una sociedad que ponía en nuestras manos. Cuando lo vivimos con intensidad, Dios mismo lo hace potenciarse y lo hace más sólido. Y, al contrario, cuando lo desechamos, Dios nos echa en cara nuestra falta para que caigamos en la cuenta de lo que estamos perdiendo: "¿Dónde está tu hermano?" Desentenderse de este aspecto esencial de nuestra condición humana nos hace los no-hombres. Nuestra unión mutua, nuestra fraternidad, nuestra solidaridad son coesenciales a nuestra naturaleza. Los hombres hemos sido creados en sociedad, para la fraternidad, para la solidaridad, para el amor mutuo. Es el mandamiento principal, junto con el de amar a Dios con todo nuestro ser: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Jesús lo perfeccionó y lo elevó: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado."

Jesús, en la parábola, no condena la riqueza ni exalta la pobreza. Condena la falta de humanidad del rico y exalta la humildad y la esperanza del pobre. El rico epulón es la síntesis del no-hombre. Es la personificación de la deshumanización, que no mira a su alrededor, sino que solo se mira a sí mismo y está desesperado por autosatisfacerse, sin importar nada más. Su preocupación por sí mismo, su egoísmo, su hedonismo, su vanidad, son tales, que ni siquiera le pasa por la mente elevar su mirada para percibir lo que pasa a su alrededor, con las personas que le están rodeando y que están muriendo por la falta de lo que a él le sobra. La consecuencia es la debacle de los otros. Los egoístas son los peores asesinos de la humanidad, aunque no empuñen armas físicas. No les hace falta un cañón para matar. Matan con su indiferencia ante el hermano pobre y desamparado. Matan al negarse a ser lo que Dios quiere que sean. Matan y se matan a sí mismos, pues dejan de ser los hombres que el Señor ha pensado. Desaparecen de la lista de los que son verdaderamente hombres.

Podemos ser el rico epulón. Pero podemos darle un cariz distinto. Podemos hacer que nuestros bienes sirvan a los más desposeídos. Hay muchos ricos que no son egoístas y que ayudan a los más pobres. Que son solidarios y se duelen de las necesidad de aquellos a los que consideran sus hermanos. Que son capaces de elevar su mirada y escuchan a Jesús que se identifica con ellos. "Cada vez que lo hicieron con uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron". En esto todos somos ricos. Siempre podremos tener la posibilidad de ayudar al otro. Siempre habrá uno más pobre que nosotros. Y podemos ser el pobre Lázaro, llenos de humildad y de sólida esperanza en Dios. Sintiéndonos absolutamente indigentes delante de Dios, sabiendo que ninguno de los bienes que podamos poseer serán la causa de nuestra salvación, sino el ser los hombres que Dios espera que seamos: solidarios, humildes, esperanzados, llenos de amor por Él y por los hermanos. Pongamos remedio al cáncer que nos puede consumir. Seamos los hombres solidarios y fraternos que Dios quiere de nosotros. No permitamos que el mundo sea peor de lo que ya es. Más bien procuremos darle a nuestro mundo el color del amor, de la caridad, de la solidaridad, de la fraternidad, de la esperanza en Dios. Está en nuestras manos y vamos a lograrlo, si ponemos manos a la obra.

1 comentario:

  1. El rico no se condenó por ser rico, sino por el olvido del pobre en su puesta al que no le da ni las migajas de su mesa.
    Y el pobre no se ha salvado por su pobreza sino por su conformidad con su situación y por la bendiciones que habrá dado en su indigencia a aquellos que le hicieron más llevadera su pobreza aunque a veces fuesen las migajas compartidas. No serás rico pero tampoco pobre. Puedes ser un pobre rico porque no usas bien las riquezas de las cualidades que te ha hecho Dios.
    Aprovechas las cualidades para que tu amistad con otros sea un compartir esas otras riquezas que valen más que el oro fino?. Piensa de qué lado estas! Y si eres pobre...no seas un resentido social lleno de odio!!!
    Y si eres rico...piensa en el pobre de la puerta del supermercado. Sácale para él algo como la botella de aceite bueno como el que lleves tú o el pollito y el arroz para que al menos ese dia tenga para hacer su paellita para su familia y las bendiciones llegarán al cielo...te lo aseguro. FRANJA. Y que Dios nos bendiga y nos guarde a todos.

    ResponderBorrar