viernes, 30 de mayo de 2014

Es imposible no hablar de Jesús

Ser apóstol no es un añadido para los cristianos. Cometemos un gravísimo error cuando consideramos el dar testimonio como una cuestión optativa, cuando en realidad es la más pura expresión del ser cristiano. Así como podemos afirmar que un hombre está vivo porque lo vemos respirar, así mismo podemos decir que un cristiano está vivo porque lo vemos dar testimonio de su fe. El apostolado es al cristiano como la respiración al hombre. Una de las cuestiones esenciales que puso Cristo sobre el tapete para cada uno de los que lo seguirían en el futuro fue el anuncio del Evangelio. "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda la creación". Es necesario asumir que previamente hubo la fe, pero que esa fe se manifestaría viva sólo en la ocasión de dar testimonio de ella.
Pero el testimonio no es sólo manifestación de la fe que se vive. En esa condición indispensable se funda, pero va más allá. Ser cristiano es una cuestión de amor. Uno se sabe cristiano cuando ha aceptado la obra que ha realizado Jesús por amor al hombre. Lo que Jesús procuró para todos fue el mayor bien, que es la recuperación de la Gracia, de la inocencia, con la cual se logra el único modo de acceso a la felicidad eterna. La ganancia para Jesús fue simplemente cumplir con lo que lo impulsaba a hacer el amor. Nada más. La gloria que Jesús obtiene con su resurrección y su ascensión a los cielos no es ganancia, es recuperación de lo que era suyo y que había puesto entre paréntesis temporalmente. Al ser obra del amor, el hombre se transforma en un ser que vive el amor. De esa manera, compartir lo que vive no es sólo el cumplimiento de un mandato, sino dejar que la naturaleza del amor salga a flote. El amor es difusivo y tiende a salir de sí para darse completamente. Un amor que se queda en el sujeto no es tal. Es narcisismo. Y así, muere, pues pierde su esencia oblativa. La negación de la esencia de algo es la pérdida de su ser y por lo tanto, su muerte.
Pero hay más. Sólo en quien comparte se puede verificar la alegría que vive. Nadie que reciba una noticia que le dé máxima satisfacción puede guardarse esa alegría. También la alegría es difusiva y busca donarse, busca ser compartida, busca hacerse mayor al extenderse. Lo dice el mismo Jesús: "Les he dicho todo esto para que su alegría llegue a plenitud". También Cristo vivió la alegría de su obra completada y ella fue máxima cuando la compartió. Dar a todos la noticia feliz de la salvación hace que la noticia llene más de alegría. Una alegría que es de muchos es más propia y más grande.
Y el apostolado, además, es conciencia clara de instrumentalidad y de acompañamiento. En la fe, el cristiano no es protagonista. Tampoco en el apostolado. Su conciencia debe ser siempre la de la instrumentalidad. De ninguna manera él es la raíz de la buena noticia, sino sólo su difusor. Cuando el cristiano asume su puesto correcto en la obra de la evangelización, jamás caerá en la tentación de enmendar la plana ni a Jesús ni al Espíritu Santo. Es Dios quien debe ser presentado por el testimonio del salvado. El cristiano lo hace con su vida y su palabra. Ellas deben reflejar lo que Dios ha hecho en él. Nunca deben ni oscurecer ni obstaculizar lo que Jesús quiere que llegue a todos los hombres. Es lo de Jesús lo que debe ser transmitido y lo del cristiano sólo debe reflejarlo y no impedirlo. Pero además, es una obra en la que la seguridad de saberse acompañado hace que el cristiano se sienta más audaz en su obra de testimonio. San Pablo recibió esta seguridad de labios del mismo Jesús: "No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño". ¿Cómo callar cuando se sabe que es el mismo Jesús quien lo acompaña? ¿Cómo ahogar la voz del Cristo Salvador, que "me amó y se entregó a la muerte por mí", cuando Él mismo quiere darse a otros a través de mí para ser también la salvación de ellos? Imposible no hablar cuando se tiene la convicción absoluta que nos da Cristo.
Es en el amor que se funda el testimonio. Es también en la alegría que quiere ser compartida para ser más grande. Es por un mandato de Cristo que debemos ser apóstoles para demostrar que estamos vivos. Pero es igualmente por ocupar el lugar de instrumentalidad en la obra salvadora, sabiendo que Jesús va con nosotros y que desde nosotros quiere seguir dándose a cada hombre y mujer a los que ama infinitamente...

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