martes, 20 de mayo de 2014

Tú eres el responsable de tu fe

La dinámica de la fe es sorprendente. San Juan Pablo II, en su Encíclica Redemptoris Missio, dijo una frase que ha dejado pensando a muchos: "La fe se fortalece dándola". Quiere decir que dar testimonio de la fe va en enriquecimiento del mismo que predica. De ninguna manera es aplicable en este caso la ley del mercado, en la que si gastas más, menos tienes. La fe, mientras más la das, más crece en ti... Pero, lógicamente, para darla es necesario tenerla. Nadie da de lo que no tiene. Por lo tanto, existe un paso previo que es necesario cumplimentar para poder luego dar testimonio... En la Teología de los Sacramentos se afirma que la fe es un don de Dios que viene al hombre por el Bautismo. Al ser bautizados vienen al hombre las tres divinas personas con toda su riqueza. Y en esa riqueza está incluida la fe. Es lo que los teólogos llaman la fe infusa, que regala Dios a sus hijos.

Pero además de esa fe infusa, debemos afirmar que la fe es igualmente producida. Dios se vale no sólo de su infinito don de la Gracia para darla al hombre, sino que de alguna manera utiliza las mediaciones humanas para producirla en el hombre. San Pablo afirma: "La fe entra por el oído", lo que sugiere que previamente hay quien predique... Si en el receptor hay una buena actitud para aceptar el mensaje, la fe tendrá un buen terreno donde fructificar. Por el contrario si el recipiente es refractario, de ninguna manera podrá ser recibida. Es decir, que la fe tiene mucho que ver con la respuesta libre del hombre. Si éste se deja conquistar, habrá una respuesta positiva. De lo contrario, la fe no dará frutos en quien la rechaza...No se trata, por lo tanto, de quedarnos con la impresión de que la fe, siendo infusa por Dios en el Bautismo, es una violación de esa libertad con la cual Dios mismo enriqueció al hombre. Sería una incongruencia con su acción creadora. Y en eso, Dios es inmensamente respetuoso con lo que creó. Mal podría, después de haber creado libre al hombre, obligarlo a aceptarlo, violentando una condición esencial de su creación...

En esa fe llamémosla "consciente" del hombre, juega un papel importantísimo la cantidad de medios que Dios mismo pone en las manos de los hombres. El primero de todos es su misma revelación. Dios se da a conocer y se propone como la vida y el amor de los hombres. Aceptarlo es un acto de fe, pues sólo se tiene la Palabra de Dios. En ocasiones, Él sustenta su palabra en acciones maravillosas que convencen. Pero no siempre. Una fe sustentada en la convicción por los portentos que hace Dios es, por decir lo menos, una fe inmadura. La fe madura sería la de quien, como Abraham, simplemente escucha y obedece a Dios, sin más indicación que su mandato. Por eso Abraham es nuestro Padre en la fe. Creyó por encima de todo, contra toda esperanza, sin absolutamente ninguna seguridad. Pero no quiere decir esto que la fe basada en los hechos que Dios realiza sea mala, o negativa. Recordemos que la misma Virgen María, queriendo estar convencida de lo que le proponía el Arcángel, recibió como prueba el milagro que Dios había realizado en su prima Isabel, "porque para Dios nada hay imposible".

En este proceso de convencimiento, un rol esencial es el afectivo. La fe tiene como presentadora "oficial" al amor. El corazón del hombre es la sede más importante que debe ser conquistada por la verdad de la fe. Más que demostraciones socráticas o argumentaciones filosóficas, el hombre necesita argumentos afectivos para iniciar su andanza hacia Dios. Es la figura del Dios amor el que lo conquista en primer lugar. Cuando el hombre se sienta amado, cuando sabe que ese Dios lo ha hecho todo en favor suyo porque lo ama intensamente, cuando sabe que hasta el mismo Jesús es el Verbo de Dios que se hace hombre por amor infinito, y que incluso llega a dejarse crucificar hasta morir por amor, el corazón sucumbe. Y ya están abiertas las otras puertas, la de la inteligencia y la de la acción, para dar sustento más sólido al amor. El proceso debe ser completado para no quedarse simplemente en un "sentimentalismo" infértil e infantil. La fe no es sólo latidos del corazón, sino que es también ideas de la inteligencia, y acciones de los brazos...

Es impresionante cómo este proceso se cumplió perfectamente en los apóstoles. San Pablo, que reconoció que Jesús "me amó a mí y se entregó a la muerte a sí mismo por mí", pasó por su tiempo de aprendizaje con Ananías y se llegó a convencer de que la evangelización era su tarea. Tenía que dar testimonio de todo lo que había recibido: "¡Ay de mí si no evangelizo!", llegó a afirmar, entendiendo que su fe tenía el componente del testimonio como esencial... No tiene fe, según San Pablo, quien no evangeliza. No basta con afirmar interiormente la creencia en Dios o en su amor, si ésta no apunta a decírselo a todo el mundo. Por eso lo vemos en las situaciones límite que nos presentan los Hechos de los Apóstoles. Apaleado y dejado por muerto, es levantado por los discípulos, curado, pero para emprender de nuevo la acción evangelizadora. No lo amilana la persecución o el sufrimiento. Todo lo contrario, a medida que se suman sufrimientos, pareciera que la convicción se hace más firme. "La fe se fortalece dándola", al punto de que no hay nada que detenga la pretensión hermosísima de dar a conocer a Jesús por encima de todas las dificultades.

Es la alegría del cristiano. La fe es el tesoro que nos da Dios, pero no para que lo guardemos celosamente en nuestro interior exclusivamente, sino para que las perlas que la conforman sean repartidas con los hermanos y así, ellas mismas se multipliquen en nosotros. A más perlas que demos, más perlas que tendremos... No importan sombras. No importa el futuro oscuro que se avecine. No importa la incertidumbre en la que se encuentra el evangelizador. Lo que importa es que Jesús sea conocido y amado. Lo que importa es que ese amor sea vivido por la mayor cantidad posible. Y eso se logrará sólo viviendo intensamente la fe donada por Dios, alimentada por los hombres, iniciada en la vivencia del amor inmenso de Dios por cada uno, sustentada en contenidos sólidos revelados por el mismo Dios y solidificada al compartirla con los hermanos...

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