jueves, 22 de mayo de 2014

"Ama, y haz lo que quieras"

Cumplir la ley no asegura que se ama. Simplemente se asegura que se hacen las cosas bien. "Portarse bien" no es sinónimo de "ser bueno", pues en ocasiones los hombres disfrazamos nuestra verdadera manera de ser mostrando una faceta que no es real. Lamentablemente, de esto hay miles de ejemplos en la historia. A esto se añade que la ley muchas veces no es justa, sino que sirve para justificar la maldad de muchos. Se ha dicho que Hitler produjo toda su tragedia escudado en la ley. Un médico que produzca un aborto, amparado en una ley que lo permita, no hace algo bueno. Está matando. Por encima de la ley humana está la ley de Dios. Por encima de una ley que permita el aborto y no lo criminalice, está el mandamiento de "no matarás"... Son muchas las rutas por las cuales el cumplimiento de la ley puede ser fácilmente una triquiñuela para "justificarse", siendo malo...

La lucha mas férrea que sostuvo Jesús en vida fue la que lo enfrentó a los fariseos. Éstos, conocedores y defensores de la ley y los pretendidos "rescatadores" de la pureza de la fe hebrea, centraron su reforma más en lo exterior que en lo interior. El buen judío era el que cumplía a pie juntillas la ley de Moisés, el gran Patriarca de Israel. Inclusive lo humano quedaba sometido a la ley. Su ofuscación en este aspecto era de tal magnitud que ni siquiera se podía curar en sábado, porque estaba prohibido trabajar en el séptimo día... A Jesús lo encaran porque se atreve a salvar a algunos enfermos el día sábado. La palabra de Jesús era muy clara: "No ha sido hecho el hombre para el sábado, sino que el sábado ha sido hecho para el hombre". La ley, de esta manera, es declarada sólo en función de promover al hombre, su vida, el respeto, la armonía en la convivencia, la paz, la justicia... Todo, en función del bienestar del hombre. Cuando la ley sobrepasa esto, y pierde su espíritu promotor de humanidad, se deslegitima absolutamente. No puede una ley servir para ir contra la vida, contra la libertad del hombre, contra la convivencia pacífica, contra lo que es realmente justo. El espíritu de la ley es el de la promoción de humanidad y no de sometimiento de ésta a las formas de la ley indiscriminadamente...

Los apóstoles fueron los primeros servidores de ese espíritu enriquecedor de la ley. A los gentiles convertidos al cristianismo les pidideron lo básico que se le exigía a cualquier converso. Jamás pretendieron aplicarles a ellos algo que ni siquiera estaba en sus cánones de conducta y que pertenecía exclusivamente a la ley hebrea. Guardar el sábado, la circuncisión, la prohibición de ciertos alimentos considerados impuros por los judíos, todo eso, pasaba a un segundo plano. No podía cargarse a los gentiles cargas que ellos mismos no habían sido capaces de soportar. Eran cosas que se referían más a lo exterior y que no tocaban la esencia de la fe en Jesús. Las palabras de Pedro con inmensamente iluminadoras al respecto: "Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocan a Dios ahora, imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús". No hay más imposición posible, sino sólo la de someterse al amor de Cristo, a su Gracia, al deseo de ser salvados por su sacrificio redentor...

La ley, de esta manera no trae el amor. Pero aun cuando no es causa de salvación, sí es causa de permanencia en el amor. Quien cumple la ley no necesariamente está integrado en el amor de Dios. Puede ser como los fariseos para quienes simplemente lo importante era guardar las formas. Pero para quien ama de verdad, para quien se ha rendido ante la salvación de Jesús, el amor se convierte en el acicate para hacer las cosas bien. San Agustín decía: "Ama y haz lo que quieras", sugiriendo que el amor que vive el salvado lo hará siempre hacer las cosas bien, y siempre estará en la línea del cumplimiento de la voluntad amorosa de Dios, manifestada claramente en los mandamientos. Por eso Jesús afirma: "Como el Padre me ha amado, así los he amado yo a ustedes; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor". La ley no es raíz del amor, pero sí puede servirle de alimento y de sustento. Quien cumple los mandamientos, permanece en el amor. Demuestra que para él el amor es algo importante y que no quiere alejarse de su vivencia, y por eso actúa según lo que lo impulsa ese mismo amor. Si no amara, no cumpliría la ley o simplemente la cumpliría para dar una impresión falsa...

El cristiano no es el hombre de la ley. Es el hombre del amor. La ley no es más que consecuencia del amor que vive. Al ser la ley de Dios, es carga suave que implica simplemente dejarse llevar por ese mismo amor que se vive y que impulsa a lo bueno. La palabra de Dios no exige heroísmos, sino simplemente acuerdo con su voluntad. Al vivir el amor, y ser la voluntad de Dios voluntad amorosa, no se plantea ninguna dificultad en cumplir los mandamientos, pues son indicados por el amor. Quien ama, cumple los mandamientos, no porque se lo impongan, sino porque ese es el movimiento natural del amor...

2 comentarios:

  1. Vuelvo a decirle.. que dificil es cumplir con este mandamiento del amor cuando hay que dejar ir al amor por amor.. mi caso en especial, fue una decision tomada hace casi 29 anos atras y aun vivo con ese sinsabor.. Porque siento que siempre de una u otra forma hago el bien para los demas olvidandome de mi bienestar.. y esto es casi en todos los ambitos de mi vida. Digamos Monsenor, que estoy atravesando una crisis existencial.. Disculpe el desahogo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Querida Roseli: Son muchas las personas que han debido "crucificar" el amor humano por el amor de Dios. No es fácil, lo sé, pero la valoración objetiva hace que la decisión tenga sentido... El amor es querer el bien de uno y del amado. Y a veces, el bien no es estar juntos... Parece contradictorio, pero así es... San Pablo dice: "Todo es bueno, pero no todos nos conviene...". Por ahí va el discernimiento correcto... Saludos a tu familia. Dios te bendiga

      Borrar