lunes, 26 de mayo de 2014

¡Cuidado con los que sí "creen"!

La peor persecución de todas no es la de los que no creen, sino la de los que creen. Uno puede esperar que, naturalmente, los que sirven a otros dioses -el poder, el tener, el placer-, sin creer en el único y verdadero Dios, se incomoden y persigan a quienes pretendan desviarlos de su idolatría. Igualmente si creen en otro dios distinto, al cual consideran que está por encima de Yahvé. Es lógico que, incluso hasta por celo en favor de su dios, traten de eliminar a quien pretenda sustituir a su ídolo. Más aún si es alguien que quiera convencer a los seguidores de su dios, siendo él algún líder de la religión de su divinidad... Esta evangelización es exigente, por cuanto supone el desmontar una idea original, quizás ancestral y muy arraigada en un grupo numeroso de seguidores, y presentar al Dios verdadero y único, al Salvador del mundo, al Redentor de los hombres, a quien en una historia tan real como increíble, por lo tanto, tan difícil de discernir, por lo que significa de rebajamiento de la divinidad, de humillación, y hasta de muerte, es el Dios que se caracteriza más por su amor y su misericordia con todos -sin excluir a nadie- que por su poder o su magnificencia... Y que Ese es el verdadero. Que todo cualquier ídolo, divinidad, ser superior, es una invención humana para satisfacer la añoranza de trascendencia del hombre... Fue lo que intentó hacer San Pablo cuando visitó el Areópago y contempló las estatuas a todas las divinidades griegas. Al llegar a la del "Dios desconocido", se agarró de ello para iniciar su discurso de conversión de los helenistas: "De ese Dios desconocido es que yo he venido a hablarles"...

La conversión de quien cree en otros dioses, en sus ídolos surgidos de manos humanas es, relativamente, sencilla, aun cuando se trata de desmontar para luego reconstruir. El proceso se hace engorroso en cuanto significa el reordenamiento de los pensamientos y los afectos espirituales, es decir, el reconocimiento de que lo que se tenía como algo tan apreciable por tanto tiempo no servía para nada y lo que sirve verdaderamente es lo nuevo que está siendo presentado. Y se trata entonces de sustituir quizá lo más valioso, la razón de la fe, la razón de la esperanza, la razón del amor, que movía todos los hilos de la propia existencia... Es un proceso duro que, de culminar bien, tendrá una compensación absoluta, pues se dará sólo en la convicción de que lo que se está ganando es muchísimo más valioso que lo que se tenía previamente... Es el proceso que siguieron los conversos del paganismo, de donde surgieron tremendos discípulos de Cristo...

Pero, Jesús pone sobreaviso acerca de la persecución que sufrirán los apóstoles de parte de los que ya creen: "Los excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que les dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, se acuerden de que yo se lo había dicho". El colmo de la cerrazón se sufre cuando se cree en el mismo Dios que se está anunciando, pero que en el anuncio pone al descubierto la propia mediocridad, los propios intereses, la propia indiferencia... Se está muy cómodo en la manera de creer y nadie debe venir a incomodar. Preferible cumplir con lo mínimo, sin mayores exigencias, para ser simplemente "bueno"... O peor aún, que nadie venga a dejar en evidencia lo que se hace con la fe, pues en vez de vivirla y dejar que la vida quede marcada por ella, se utiliza a placer para "esconder" las propias maldades, las propias debilidades, para aprovecharse de ella y alcanzar los más oscuros intereses propios...

Será la persecución más fuerte y más dolorosa. Los mismos que creen como uno serán los que más duramente se opongan, cuando vean en peligro sus intereses. La religión la han utilizado como un elemento más de sus caudales de riqueza o de poder o de placer, y si alguien viene a echar en cara las verdaderas intenciones, mejor quitarlo de en medio. El verdadero evangelizador se hace incómodo, no gusta, porque deja en evidencia, destapa la podredumbre, desnuda el verdadero espíritu... Los profetas se convierten, así, en seres detestables por el poder, el placer, el tener, en cuanto sacan a la luz todas las bajezas... En nuestros días lo hemos visto con el Papa Francisco. Ha movido bien las bases de las más profundas motivaciones, llamando a "los más comprometidos" en la labor pastoral de la Iglesia a la purificación a fondo de todas las intenciones y acciones. Ha llamado al verdadero servicio a los más humildes y sencillos, a no casarse con el poder, a no servir a intereses personales, a no sucumbir a las riquezas... Y eso ha sido, para algunos, muy incómodo. Se trata de ser transparente delante de Dios y de los hombres, de servir realmente con austeridad y amor, de amar con transparencia y sin dobleces, de oler a oveja y huir del boato y de los reconocimientos... Y él está dando, el primero, el ejemplo...

Ya le vendrán persecuciones. Y como a él, a todo el que quiera servir con el mejor espíritu, con infancia espiritual, con inocencia, al único Dios vivo y verdadero, que envía al mundo a llevar su amor y su salvación. Que quiere que lo veamos a Él en cada hermano pobre, sencillo, humilde y necesitado.Que nos llama a entender que el Evangelio es cosa de servicio, de amor, de donación de sí. No de servirse, de aprovecharse, de acumular honores o riquezas o poder... Mucho tenemos que aprender y mucho tenemos que hacer. Y al hacerlo, estemos preparados para las persecuciones de los que creen como nosotros, pues verán en riesgo sus prebendas...

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