martes, 6 de mayo de 2014

Goza y sufre hoy, pero espera en la felicidad eterna

La esperanza escatológica apunta a la eternidad. No se refiere, estrictamente hablando, a los logros actuales o cotidianos, sino a la felicidad que se alcanzará en la vivencia del amor en el cielo, junto al Padre, cuando ya estemos eternamente en su presencia, en ese abrazo de amor que no se acabará jamás y que nos promete Jesús. Todas las promesas de Jesús apuntan a eso. Nunca nos engaña pintándonos una realidad color de rosa en esta vida. Al contrario, es hasta cruentamente realista cuando nos dice: "En el mundo ustedes sufrirán tribulaciones, pero no teman, Yo he vencido al mundo". El llamado "Apocalipsis de San Lucas", en el que Jesús se refiere al final de los tiempos, nos pinta una situación verdaderamente dantesca por la cual pasaremos los hombres antes de pasar a esa felicidad eterna... No hay que montarse en ideas rosadas o en falsas suposiciones de que porque estamos con Dios nada malo nos pasará. No es verdad.

No se trata de ser fatalistas sino realistas. Nuestro bienestar, al fin y al cabo, no depende de nosotros exclusivamente. Sin duda, tenemos derecho a forjarnos una vida que queremos desarrollar en paz y en armonía, en justicia y en progreso justo. Pero hay otros factores que también influyen en nuestro entorno, que no podremos siempre dominar. Es una realidad que el mal existe y que trabaja incansablemente. Es una realidad que hay hombres que actúan a las sombras, dejándose llevar por los intereses egoístas y que lo harán todo, sin importar los métodos y las consecuencias para otros, con tal de lograr sus objetivos. Es una realidad que el diablo sigue campante, a pesar de que no tiene ya poder, pero que va por el mundo tratando de conquistar incautos que le pongan en sus manos el poder que ya no tiene para poder seguir haciendo daño a los hombres... El misterio de la iniquidad sigue trabajando, pues se niega a renunciar a su imperio, el que perdió en la Cruz con la muerte de Cristo...

Por eso, al considerar la vida en Cristo debemos apuntar a otra cosa, no simplemente al logro de metas humanas, a las cuales tenemos absoluto derecho y ante las cuales debemos sentirnos profundamente responsables. El hecho de que el mal siga en la lucha pretendiendo vencer a pesar de que ya está vencido, no nos releva del compromiso que tenemos ante la capacidad que nos ha dado Dios de conquistar el bien y de lograr para nosotros y para los hermanos lo bueno. La esperanza escatológica, siendo referida a la eternidad en el cielo, nos conecta con nuestra realidad actual. No se podrá cumplir la gran esperanza, si no cumplimos con las esperanzas menores que debemos llenar en nuestra vida hoy y aquí. Está fundada en esas pequeñas esperanzas el poder hacer el mundo mejor, más justo, más humano, más santo. Está también el querer hacer una sociedad más fraterna, más solidaria, más caritativa. También el deseo de que los bienes alcancen a todos los hermanos y que no sean para disfrute de unos pocos exclusivamente. Está la defensa de la vida, de la honestidad, de las posibilidades para todos... Está el querer que todos conozcan a Jesús, lo sepan Dios amoroso, se sientan amados por Él, lo amen y lo quieran seguir... Son todas esperanzas que debemos procurar cumplir hoy y cada día de nuestra vida. Y cumpliendo esas esperanzas es que podremos tener lícita expectativa de ver cumplida en el futuro eterno nuestra esperanza en la felicidad que nunca se acaba en el cielo con el Padre....

Y esto se alimenta de Jesús. Él es el alimento que se ofrece hoy para saciar el hambre y la sed para toda la eternidad. No hay otra fuente posible de la cual podamos extraer la savia de la vida: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed". Para caminar en esas esperanzas menores, cumpliéndolas y sintiendo que tienen sentido, sólo tenemos una fuente y esa es el mismísimo Jesús. El que apunta a la esperanza escatológica y vive de las pequeñas esperanzas cotidianas, sólo podrá mantenerse firme en su camino estando al lado de Jesús, amándolo, dejándose llenar de su amor y alimentándose de Él para no desfallecer. Toda experiencia personal que viva en su diario caminar quedará en cierto modo relativizado por ese alimento que lo fortalece y que lo hace apuntar a la eternidad en la que todo dolor, todo sufrimiento, será sólo un recuerdo. Más bien será también fortaleza, pues curtirá en el camino del logro de la felicidad...

Por eso, en este sentido, todo será relativo, pues la mirada estará fija en la meta. Si se viven alegrías, se referirán siempre a la meta, en la cual la felicidad será inigualable, incomparable con las alegrías menores que se viven aquí y ahora. De igual manera, los dolores se podrán relativizar y tomar en su justa medida, pues serán sustituidos por el gozo indescriptible que compensará infinitamente, por toda la eternidad, los sufrimientos que pueden ahogarnos hoy y que pensamos que no podemos aguantar más. Si asumimos todo, alegrías y tristezas, gozos y dolores, con la condición de pasajeros que tienen, pues serán todos sustituidos por la dicha infinita de estar junto al Padre viviendo de su amor, estaremos en la senda justa. No se trata de no vivir la realidad que nos reclama hoy, sino de no perder la perspectiva de eternidad que tiene nuestra vida... Todo cobra sentido en Jesús. Es Él el contenido y la forma de nuestra vida actual, como lo será plenamente en el futuro eterno... Así lo vivió San Esteban que, ante la inminente muerte que se le venía, no pudo más que exclamar: "Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios". Tenía plena conciencia de lo que le esperaba. Sus esperanzas menores se vieron colmadas y recompensadas por el Dios que lo esperaba con los brazos abiertos. Supo relativizar su estado actual por el que viviría eternamente al morir. Es lo mismo que debemos hacer todos. No se trata de despreciar las alegrías o los dolores actuales, sino de saber que hay una realidad futura en la que todas esas experiencias quedarán minimizadas, pues pesará sólo el amor, la felicidad, el abrazo eterno de amor con el Padre, junto a Jesús...

2 comentarios:

  1. Saludos Monseñor... que Gran Verdad todas estas palabras.. sobre todo en dejarse llevar cuando sufrimos con alegría.. recordando siempre el Rostro de Nuestro señor.., el Señor me ha dado Muchas Pruebas pero solo Una me ha abierto los ojos a Su realidad a lo que el quiere de Mi.., por eso a pesar de Mis Tantos tropiezos, Enfermedades Tomo Mi Cruz con Alegría y quien me da esa Fortaleza es El para seguir adelante sin tropezarme .. levantandome al dia . asistiendo a su casa para esperar ese Abrazo que solo el lo tiene....lleno de Su Infinito Amor..... que Bellas Palabras Monseñor.. Bendigame... y FELIZ DIA..!!!!

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  2. Excelente Norma... Esa es la actitud, y es más valiosa cuando se prueba que es verdad absoluta. Saludos a tu familia. Dios te benia

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