miércoles, 7 de abril de 2021

Nuestra riqueza es vivir la propia resurrección para resucitar a los hermanos

 EL ENCUENTRO DE CRISTO CON LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS. – Espíritu y Vida:  Teología y espiritualidad franciscana

Los acontecimientos que se van sucediendo después de la Resurrección de Jesús van dando cada vez más sustento a la alegría pascual de los seguidores de Jesús. Para todos ellos el gozo es indetenible, por cuanto van verificando paso a paso que todo lo que había sido anunciado era verdad y se estaba cumpliendo al pie de la letra. Lo que se había vaticinado desde el principio estaba siendo cumplido, con lo cual se afirmaban más en la convicción que tenían de que Dios es un Dios fiel, que promete y cumple su promesa y que jamás deja de hacer lo que sea necesario en favor del rescate de la humanidad que se había alejado de Él y de su amor. El triunfo de Jesús sobre la muerte, con el periplo anterior del sufrimiento, del dolor, de la pasión, de la muerte, había sido anunciado por los profetas. Pero todos, invariablemente, afirmaban que todo eso debía ser cumplido como paso previo y necesario para el gran paso final que era el de la Resurrección, es decir, del triunfo de la Vida y de la Verdad. La obras de rescate de la humanidad en la que se compromete Dios, y que cumple enviando a su propio Hijo para que con su entrega realizara ese rescate, se han cumplido perfectamente. El triunfo de la Vida es el triunfo de Dios. Y es lógico que sea así, pues Dios nunca podrá ser vencido. Él es el todopoderoso y con su amor y su poder jamás puede dejar de vencer. Y lo más grandioso de este hecho es que esa victoria es victoria de toda la humanidad, de cada hombre que ha existido, que existe y que existirá. Ninguno queda excluido de ser vencedor con Jesús resucitado. Fue la convicción de todos los seguidores de Cristo que guardaban la esperanza de una liberación portentosa que se hizo realidad en la gloria de la Resurrección de Jesús. Eso le dio sentido a la esperanza que guardaban y fue el impulso que necesitaban para convertirse, habiendo sido resucitados en Cristo, en resucitadores de los hermanos, que son todos los hombres de la historia.

La fuerza de la Resurrección era incontenible. Por sí misma se iba imponiendo e iba siendo asumida por aquellos que la vivieron y asimilaron, como era en realidad, la fuerza que iría transformando el mundo y dando una perspectiva de novedad a todo lo que se vivía. Por eso, los apóstoles, conscientes de esa novedad que se hacía presente y que era posesión suya, fueron capaces de lanzarse al mundo entero para hacer que esa novedad fuera patrimonio de todos. Las experiencias que van teniendo los iban solidificando en su conciencia de ser los primeros responsables de dar a conocer la noticia del acontecimiento más importante que se vivía en la historia humana. Aquellos adalides de la Resurrección de Cristo, que era también resurrección de sí mismos, van recorriendo su mundo, dejando la estela del conocimiento del triunfo de Dios en Jesús y de las obras de esa fuerza que habían recibido y que podía seguir transformando el mundo para hacerlo lugar de Dios: "En aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo: 'Míranos'. Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo: 'No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda'. Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios". La gran riqueza de los resucitados con Cristo es la Resurrección de Jesús. Y es eso lo que donan a los hombres. El amor y el poder de Dios se derrama sobre todo hombre que se abandona en Él, y serán sus ministros los encargados de llevárselos.

Para ello, es necesario que haya un encuentro continuo de intimidad con el Resucitado. No será jamás posible convertirse en anunciador gozoso de la Resurrección del Señor, si antes no se resucita y se mantiene una unión vital con Él. Para vivir el gozo de la Resurrección de Jesús hay que acercarse a Él, dejarse resucitar con Él, y quedarse a su lado para experimentar su poder y su amor por uno y por todos. Se tendrá la seguridad de que eso es así, solo si el discípulo se siente transformado totalmente viviendo la novedad absoluta de la nueva vida recibida, y sintiéndose responsable en el compromiso de llevarlo a los demás. Quien no se siente impelido por la fuerza de la Resurrección a dar a conocer a Jesús, a llevar su amor a los hermanos, no ha vivido en plenitud aún su propia resurrección. Esa experiencia de encuentro íntimo con Jesús transforma radicalmente. Fue lo que vivieron los discípulos de Emaús que regresaban apesadumbrados pues no habían vivido aún la experiencia de la Resurrección. Apenas la tuvieron con el mismísimo Resucitado, vivieron la transformación radical de sus vidas y las volcaron entregándose a Jesús y a su anuncio: "Se dijeron el uno al otro: '¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?' Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: 'Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón'. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan". El encuentro con Jesús resucitado, con la Palabra y las Escrituras, y con la Eucaristía, fue la clave de su propia resurrección. Por ello, si queremos tener nuestra resurrección junto a la de Jesús, debemos abrir nuestro corazón a su amor y su poder, acercarnos con gozo a las Escrituras que nos hablan de Él y a la celebración de la Eucaristía en la que se nos dona Él mismo, para que lo hagamos vivir también a los hermanos que lo necesitan y añoran su salvación.

4 comentarios:

  1. Señor, gracias por no dejarnos solos en nuestro caminar. Ilumina nuestro corazón para llenarnos de Paz y Armonía con tu cercanía. Caminemos con Jesús qué ha resucitado en nosotros☺️

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  2. Monseñor buenas tardes, mi esposa y yo somos matrimonio tesorería del mcc de la diócesis de machiques de perija estado Zulia, necesitamos conversar con usted, será posible que me regale su número de contacto?? Saludos y un gran abrazos De Colores Dios lo siga bendiciendo para que siga llenando muchos hogares con esas lecturas que usted coloca todos los días...🙏🙏

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  3. Cierta la reflexión donde dice: Para vivir el gozo de la resurrección de Jesús hay que acercarse a él, quedarse con él para resucitar con él y sentir todo el poder y el amor que tiene para todos nosotros.

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  4. Cierta la reflexión donde dice: Para vivir el gozo de la resurrección de Jesús hay que acercarse a él, quedarse con él para resucitar con él y sentir todo el poder y el amor que tiene para todos nosotros.

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