lunes, 12 de abril de 2021

Nacer de nuevo para ser auténticos discípulos del Resucitado

 Una noche en Jerusalén ~ Tercer Angel

La experiencia que van teniendo los apóstoles al anunciar a Jesús, al hablar de su amor por los hombres que ha venido a rescatar, aun a riesgo del sufrimiento y de la muerte, y al anunciar el acontecimiento glorioso de la Resurrección, los va convenciendo de que su tarea no es la común de un pregonero que va informando sobre una noticia, sino que los involucra en toda su vida y pone sobre sus espaldas la responsabilidad de dar testimonio de aquello mismo que van anunciando. Proclamar la Buena Nueva de la Resurrección que ha hecho que todas las cosas fueran re-creadas en Él, significaba que eso debía ser transparentado en la propia vida de quien lo predica, es decir, significaba que ellos mismos tenían que ser reflejo y testimonio de esa novedad. Tenían que dar a entender a todos los que lo oían que aquello de lo que estaban hablando se había hecho ya realidad en la vida de ellos mismos, los que lo estaban proclamando. Aun cuando la realidad externa gritaba que nada había cambiado, debían demostrar con su palabra y con su vida que sí había habido una transformación profunda, pues ellos no eran los mismos hombres que lo que eran antes de resucitar con Jesús y de haber sido hechos hombres nuevos con la nueva vida que Él les había donado. La Resurrección no tenía que ver con mejoras materiales, con desaparición de problemas o dificultades, con una vida más holgada o distendida. Al contrario, tenía que ver con una exigencia mayor de inmiscuirse en el mundo para afrontar todas esas dificultades con la fuerza del Resucitado que estaba dentro de ellos, pues de Él habían recibido esa nueva vida. La cuestión no tenía que ver solo con la experiencia íntima del gozo de la Resurrección, que también la vivían profundamente, sino que apuntaba, para ser completa, a procurar que ese gozo fuera vivido por todos los hombres por los cuales Jesús se había entregado a la muerte y había triunfado con su resurrección.

Es por ello que los apóstoles, convencidos ya de esa Verdad absoluta e irrefutable, asumen con la actitud de hombres resucitados su tarea frente al mundo. No dudan en ningún momento de esa fuerza, que no es que les vaya a ahorrar contrariedades, sino que les asegura que en medio de ellas seguirá presente Jesús, con el añadido de la fuerza divina del Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que había sido prometido como compañero de camino y sustentador de todo esfuerzo de predicación de los nuevos hombres de Cristo: "En aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, volvieron a los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oírlo, todos invocaron a una a Dios en voz alta, diciendo: 'Señor, Tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; Tú que por el Espíritu Santo dijiste, por boca de nuestro padre David, tu siervo: “¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean proyectos vanos? Se presentaron los reyes de la tierra, los príncipes conspiraron contra el Señor y contra su Mesías”. Pues en verdad se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien Tú ungiste, para realizar cuanto tu mano y tu voluntad habían determinado que debía suceder. Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra con toda valentía; extiende tu mano para que realicen curaciones, signos y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús'. Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios". Esta certeza estaba en la base de la obra que llevaron adelante los apóstoles. No había fuerza que los separara de su compromiso. No les habían sido ahorrados ni dolores, ni persecuciones, ni enfrentamientos. Pero tenían la certeza de que en medio de todas esas vicisitudes, seguían viviendo la compañía de Jesús resucitado y la fuerza de su Espíritu.

Para ellos la Resurrección de Cristo representó la verdadera novedad de vida que los hizo, sin dejar de ser ellos mismos y de vivir la misma realidad cotidiana de siempre, ser hombres nuevos, con una novedad radical que los hizo ser más ellos, pues ser de Dios los hacía ser más de ellos, ya que entendieron que la plenitud no estaba en la auto afirmación absurda y soberbia, sino en ponerse en manos de su creador y propietario, el Dios del amor. No se es más siendo autónomo o emancipado, sino siendo de quien es el origen de la propia vida, pues es la seguridad de que se avanzará hacia la plenitud a la cual se está destinado por el Creador. Un atisbo de esto tuvo Nicodemo en el encuentro furtivo que tuvo con Jesús, a quien se acercó movido por el interés de acercarse a esa Verdad que proclamaba Jesús: "'Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que Tú haces si Dios no está con él'. Jesús le contestó: 'En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios'. Nicodemo le pregunta: '¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?'" La certeza de esta novedad de vida que transmite es la que quiere Jesús que adquiera Nicodemo. Es necesaria esa novedad para quien quiere ser un auténtico discípulo, quien vive radicalmente esa transformación interior y sale al mundo con la intención de que esa trasformación sea patrimonio de todos los hombres: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu". La experiencia de la propia resurrección es fundamental para vivir la vida nueva. Y luego de experimentarla, para ir al mundo como multiplicador para que todos los hombres sean renovados en el amor del Resucitado y den también su vida por Él y por los hermanos.

2 comentarios:

  1. Padre Santo, necesitamos una verdadera transformación dejando al hombre viejo. Vivamos con los mismos sentimientos de Jesús☺️

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  2. Esta muy claro que por la liturgia del Bautismo, renacemos del agua y del espíritu. Gracias Señor! Porque haces posible que nazca de nuevo, con tal de que abra la puerta del corazón.

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