lunes, 1 de febrero de 2021

La victoria plena es la del Dios que se ha hecho hombre

 IMPORTANTE ACLARACIÓN PARA COMPARTIR.... - Miguel Sánchez-Ávila | Facebook

En los encuentros con Jesús que nos relatan los Evangelios, se da una variedad inmensa. Están los que se dan en el sosiego y en la serenidad del encuentro gratificante con Jesús, en el que se obtienen los beneficios del amor sin ningún obstáculo y en los que se recibe el sosiego pacífico de ese amor experimentado y vivido casi en plenitud. Están los que se sabe que se está en la presencia del Dios del amor, pero que tienen una cierta exigencia de parte del receptor, en el que se pide un esfuerzo de responsabilidad personal para hacerse digno de ese regalo de amor, de ese favor que el Señor quiere derramar sobre el sujeto y hacerlo llegar a disfrutarlo plenamente. Está también quien sin esperar realmente nada recibe el favor amoroso sin saber cuál es la causa. Paradójicamente, se da también el caso de quien espera ardientemente un favor que aparentemente nunca llega y se queda siempre a la espera de dicho favor. Son muchas y muy variadas las formas de actuación de Dios en favor de cada hombre. Quedará siempre la duda del por qué esas actuaciones son tan diversas, por qué con unos Dios es tan "dadivoso" y con otros se hace esperar tanto. La realidad es que Dios sigue manteniendo su libertad plena. Y seguramente en su mente está claro quién necesita más y quién menos. El amor es para todos y sin duda llegará el momento en el que cada hombre y cada mujer de la historia tendrá su oportunidad de disfrutar en plenitud de todos los favores, pues Dios no los reserva para nadie en particular ni los niega a nadie. En la plenitud del final, cuando el Reino sea una realidad total, todos los hombres llegaremos a ese disfrute pleno, pues Dios nos lo ha ganado para todos.

Esa diversidad no es nueva. Desde toda la historia de Israel las actuaciones de Dios fueron tan variadas como estruendosas. Hubo momentos en los que Israel vivió ese regalo de amor con la mayor transparencia. Hubo otros momentos en los que la búsqueda de Dios era una convicción más profunda y convencida. En la didáctica divina el pueblo debía vivir con cada vez más convicción la seguridad de la presencia de Dios en medio de ellos, aun con algunas evidencias que podían afirmar lo contrario. Aquellos personajes del Antiguo Testamento que se fueron sumando unos tras otros llevaban como tarea convencer al pueblo de la presencia de Dios y de asegurarle que una supuesta ausencia no era tal, sino llamada a la humildad y a la paciencia: "Hermanos: ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección". Era el camino del perfeccionamiento, cuya meta era la plenitud anunciada, por lo que, en medio de gozos y dolores, de sufrimientos y tribulaciones, se tenía la convicción real y total de que el fin era el de la vida feliz en plenitud que venía para la eternidad.

En esa línea de favorecer y beneficiar al hombre, sea cual fuere, aparece Jesús, el Dios hecho hombre, cuya obra de rescate pasó por el sacrificio cruento de entrega a la muerte, pero que fue trastocado en la mayor de las victorias sobre la muerte, sobre el mal y sobre el pecado, con el fin de lograr que cada hombre tuviera las puertas abiertas para alcanzar esa plenitud que Dios había establecido para todos. Incluso aquellos que estaban más sometidos por el mal, quizá por falta de vigilancia personal, quizá por un engaño del maligno, quizá por el egoísmo que los encerraba en sí mismo llegando a tener la pretensión de creer que no existía otro camino de plenificación, también tenían la puerta abierta para entrar a esa plenitud que no estaba vedada para nadie. Dios quiere la salvación de todos y a nadie se la va a negar. Ni siquiera a los que son más reticentes. Aquellos recibirán exactamente el mismo trato pues la plenitud no tiene medida. Será la misma para todos. Bastará sencillamente que la adquieran como propia convicción. El mal, en este sentido solo tendrá la victoria de quien se niegue al bien. La plenitud es una puerta franca para todos y estará cerrada solo para quien se coloque del otro lado, el del mal y la perdición para siempre: "'¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes'. Porque Jesús le estaba diciendo: 'Espíritu inmundo, sal de este hombre'. Y le preguntó: 'Cómo te llamas? Él respondió: 'Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: 'Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos'. El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con Él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: 'Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti'. El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban". El mal, ante el nuevo orden de cosas que se estaban presentando con la llegada del Reino, constataba que ya no tenía poder. Jesús es el vencedor y nos da su victoria a todos, que la disfrutaremos eternamente en la plenitud con Él.

3 comentarios:

  1. El egoísmo es la fuente más infalible de infelicidad para uno mismo y para el que nos rodea, dejémonos curar por Jesús☺️

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  2. Para lograr el beneficio del hombre, aparece Jesús quien muere en la cruz salvándolo del pecado con el fin, de que cada hombre llegara a la plenitud que Dios había prometido para todos..

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  3. Para lograr el beneficio del hombre, aparece Jesús quien muere en la cruz salvándolo del pecado con el fin, de que cada hombre llegara a la plenitud que Dios había prometido para todos..

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