lunes, 15 de febrero de 2021

Seamos los signos de amor de Dios que pide el mundo para creer

 Resultado de imagen para Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación

El pecado de nuestros padres Adán y Eva arrastró en su caída a todo lo creado. Logró la rotura total de la armonía original que se vivía naturalmente. El hombre se rompió interiormente y dejó de sentirse bien consigo mismo, llenándose de insatisfacción por la pretensión de tener siempre más cosas, de darse cada vez más regalos a sí mismo y a sus instintos, y por ser siempre más, pasando por encima de todos los demás. Rompió con Dios, pues quería hacerse como Él o incluso estar por encima de Él, en la búsqueda de conquistar la promesa que le había hecho el demonio de hacerse como Él. Rompió con el mundo, malgastando todo lo que el Señor había puesto en sus manos y haciendo mal uso, hasta la destrucción, de la naturaleza. Y rompió con los demás, aquellos que habían sido puestos por el Señor para ser sus hermanos, sus compañeros de camino, con los cuales emprendería el camino de la consolidación de una humanidad que desembocaría en una fraternidad universal, de la que todos estarían conscientes, la defenderían y vivirían como hijos de Dios. Todo esto fue causado por el paso que dio el hombre al darle la espalda a Dios y a su amor. El pecado fue la mayor desgracia que pudo acarrearse para sí mismo el hombre. En un sentido puramente humano de un análisis superficial, podríamos concluir que Dios fracasó en su intención. Teniendo como deseo final la exaltación del hombre, para lo cual lo enriqueció con todos los dones necesarios, incluyendo el de su libertad, similar a la suya, la decisión libre del hombre fue irse por una ruta contraria a la de la unión con Él y el avance hacia la propia plenitud. Por ello, desde esta óptica, no fue realmente un fracaso de Dios, pues esta conducta humana entraba entre las posibilidades del uso de la libertad, sino una fracaso rotundo del mismo hombre que decidió el camino equivocado. De allí que ese camino no puede ser otro que el de la oscuridad y la autodestrucción. La rotura total del hombre es su propio castigo, iniciando así un camino que, de no ser detenido, terminará en la desaparición y la muerte eterna. Por ello, Dios diseña el plan maravilloso del rescate, que tendrá su punto más alto con la venida del Mesías prometido. La situación no será trágicamente negativa, pues Dios tiende su mano a través de su Hijo para rescatar al hombre del abismo que había elegido.

El prototipo del hombre que ha roto con sus hermanos y ha decidido caminar solo por la vida, en el colmo del egoísmo, queriendo satisfacer su propia vanidad y su individualismo, aun si fuera necesario pasando por encima del que se oponga o sea estorbo para las pretensiones personales, es Caín. Apenas en los albores de la humanidad, el hermano ve con envidia, como competidor que pone en peligro su primacía, a su propio hermano Abel. Y lejos de buscar un acercamiento que pueda crear una armonía deseable, la única salida que ve es su desaparición. Quitarlo de en medio es la solución para sus pretensiones. Y por eso se atreve a levantar su mano contra su propio hermano y lo asesina. Caín comete el mayor pecado contra la unidad y la fraternidad deseadas por Dios entre sus criaturas: "El Señor dijo a Caín: — ¿Por qué te enfureces y andas abatido? Cierto, si obraras bien, estarías animado; pero si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; y aunque viene por ti, tú puedes dominarlo. Caín dijo a su hermano Abel: —Vamos al campo. Y cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: — ¿Dónde está Abel, tu hermano? Respondió Caín: —No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano? El Señor le replicó: — ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra". De ese modo, entra en el mundo la tendencia humana de pasar por encima de los demás, de dominarlos, de aprovecharse de ellos, sobre todo si son débiles e indefensos. Se abre la compuerta a los males que procuran los hombres contra sus propios hermanos: la humillación, las heridas a la vida, sobre todo a la más indefensa de los niños en los vientres de sus madres y de los enfermos y ancianos, el pisoteo de los derechos humanos, la esclavitud, la guerra, los abusos contra menores, la cosificación hedonista de la persona humana, las drogas, el hambre y la sed procurados para dominar a las poblaciones necesitadas... Al caer el muro del amor entre hermanos, significado por la muerte de Abel de manos de su hermano Caín, se abren las puertas a cualquier herida contra los hermanos.

Por eso tiene sentido lo que le dice Jesús a los fariseos que lo quieren poner a prueba pidiéndole un signo del cielo. El signo es el mismo hombre creado por Dios. El signo está dado desde el mismo inicio de la existencia. El signo es el hombre vivo, que es la gloria de Dios, que ha sido creado desde la nada, colocado en medio de todo lo creado para que fuera su estancia sagrada, fruto del amor divino que hizo a Dios moverse hacia fuera de sí en una acción inusitada de la cual no tenía ninguna necesidad, receptor de todos los beneficios que necesitaba para vivir como familia, dominando todo lo que existe y aprovechando todos los dones que había recibido, hecho miembro de una gran familia, la divina, de la cual será reflejo y desde la cual tendrá el mejor modelo a seguir para desarrollar su vida de comunidad. Si los fariseos hasta ahora no han entendido ese signo, es porque tienen el corazón endurecido o porque persiguen unos objetivos distintos a los de querer comprender a Dios, a su enviado Jesús, y no están inclinados a recibir toda la riqueza que Dios mismo quiere derramar sobre todos, también sobre ellos. Jesús desea que abran sus ojos y se dejen conquistar por ese Dios que ha venido a tenderles la mano para atraerlos. Por eso, los deja en la ignorancia, con la esperanza de que ellos mismos vayan abriendo sus ojos para percibir la realidad de todo lo que hace Dios en favor del hombre: "En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? Les aseguro que no se le dará un signo a esta generación. Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla". El signo es el mismo hombre. El hombre que vive es la gloria de Dios en la tierra. Por eso, debemos esforzarnos por ser cada vez más esos signos del amor para el mundo y para nuestros hermanos, y así recuperemos esa fraternidad que debemos vivir desde nuestro origen.

4 comentarios:

  1. Señor, permite que sigamos dialogando contigo, fortalecer nuestra Fe y vivir una caridad viva☺️

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  2. Buenos días Monseñor:

    Amén 🙏 por la reflexión del Espíritu Santo, usándolo como medio de lo que quiere transmitirnos.

    El mundo, para nosotros, está impregnado de todo tipo de riquezas y pareciera que nos molestara a quien tenemos a nuestro lado, porque lo queremos todo y desde nuestro raciocinio, sabemos que no lo podemos usar en nuestro tiempo de vida.

    Que ambicioso y falto de caridad es la mayor parte de la raza humana.

    Es por esta actitud que los Testigos de Jehová se aprovechan de esta debilidad humana y tienen contados, los que según ellos, se salvarían.

    Dios en su infinito amor, es quien escoge, por la decisión que tomen sus hijos al practicar la libertad con el uso de su libre albedrío. Amén 🙏.

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  3. El pecado fue la mayor desgracia que pudo acarrearse el hombre en contra de si mismo, dando la espalda a Dios y a su amor, como la falta de fe y confianza que a veces se apodera de nosotros, busquemos los signos que nos liberan y nos hacen vivir felices en los evangelios.

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  4. El pecado fue la mayor desgracia que pudo acarrearse el hombre en contra de si mismo, dando la espalda a Dios y a su amor, como la falta de fe y confianza que a veces se apodera de nosotros, busquemos los signos que nos liberan y nos hacen vivir felices en los evangelios.

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