miércoles, 24 de febrero de 2021

Jesús es el signo del amor de Dios que llama a la conversión

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La predicación de Jonás en Nínive es el prototipo de la invitación de la Palabra de Dios a la conversión. Dios toma a Jonás como su mensajero para que le lleve a los ninivitas el llamado urgente a la necesidad de convertirse para no morir y desaparecer por sus pecados. El profeta es reticente a cumplir su tarea, pues considera que Nínive ha caído tan bajo que no se les puede ni siquiera dar la oportunidad de la conversión. Las figuras del Dios que convoca a Jonás para ser su voz y la del mismo Jonás que no se siente nada cómodo con la tarea que Dios le encomienda, se contraponen totalmente. Jonás es la figura del que es reticente ante el pecado de los demás, llegando incluso a la ruindad de querer negarles el perdón aunque se arrepientan y se conviertan. Dios es la figura del Padre amoroso que es magnánimo ante el reconocimiento del pecado de parte del pecador. Muchos somos como Jonás, llegando a pedirle a Dios que no perdone ni siquiera a quien se arrepiente. Cuando consideramos que el mal que se ha hecho es muy grande, afirmamos que un gesto de perdón sería una muestra de debilidad de quien tiene verdaderamente el poder, y hasta una vagabundería pues se haría la vista gorda ante el mal. No se entiende en profundidad que el amor de Dios no quiere perder uno solo de sus hijos, y que aun cuando haya hecho el mal, arrepintiéndose de ello y poniendo de su parte para cambiar las consecuencias del mal que ha hecho, el corazón amoroso y misericordioso del Padre se impondrá. No quiere decir esto que Dios no sea justo. La misericordia y la justicia no están enfrentadas. Quien ha hecho el mal y ha hecho sufrir a muchos con sus acciones, recibirá su escarmiento y tendrá que rendir cuentas de su mal, aun cuando reciba el perdón de sus pecados. Jonás no podía entender esta bondad y magnanimidad divinas. Para él, Nínive debía ser simplemente castigada y arrasada sin más.

Esa misericordia divina es la que Dios quiere aplicar a cada uno de nosotros. Como Jonás, nos llama a la conversión, al arrepentimiento de nuestros pecados, advirtiéndonos de que es la única manera de recibir el perdón y de retomar el camino de la salvación. Nuestro mundo, y en él cada uno de nosotros, recibe continuamente el llamado de Dios a la conversión. El pecado campea libremente y nos asociamos a él, arriesgándonos al extremo de creer que nuestra conducta no tendrá consecuencias funestas para nosotros en el futuro. La advertencia divina a Nínive es la misma advertencia que se nos hace a cada uno: "Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada". El pecado nos va arrastrando al abismo y casi imperceptiblemente vamos avanzando hacia él. De eso modo, seremos arrasados y no tendremos la entrada en el Reino de la salvación. Es necesario que nosotros hagamos el esfuerzo de hacer un alto en el camino y escuchemos la voz de Jonás que en nombre de Dios nos invita a la conversión. Es la invitación que hacía San Pablo a aquellas primeras comunidades de cristianos que se resistían a dar ese paso definitivo a la reconciliación con Dios "En nombre de Jesucristo, les exhortamos a que se reconcilien con Dios". Seguir ciegamente avanzando por el camino del mal es lo peor que podemos decidir, por cuanto la meta será la oscuridad total y la muerte. Hacer caso de la llamada de Jonás es aceptar la mano de amor que nos tiende Dios para estar con Él: "'(El Rey) se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros: 'Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!' Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó". La conversión del Rey y de su pueblo logró que Dios fuera misericordioso con todos.

Hoy Dios sigue enviando para todos los hombres a sus Jonás para que los inviten a la conversión. Jesús mismo es el nuevo Jonás que ha venido a proclamar el amor misericordioso de Dios y la necesidad de convertirnos para alcanzar esa reconciliación con el amor del Padre. Él mismo afirma que ya no se nos darán más signos, pues Dios ha enviado al mayor de todos los signos que es su propio Hijo. Por supuesto, la intención última de Jesús es lograr nuestra conversión para que Dios sea misericordioso con nosotros. Dios nos quiere salvar a todos y por eso nuestro corazón debe suavizarse para acercarse a Él con confianza y alcanzar su perdón. Es necesario que abandonemos la dureza del corazón y seamos humildes delante del Dios del perdón. Esa humildad debe ir en una doble vertiente. La primera, con nosotros mismos, dejando a un lado la soberbia y el egoísmo de creernos no necesitados de perdón o de que podamos avanzar sin estar agarrados de la mano amorosa del Dios del perdón y de la misericordia, y la segunda, aceptando que Dios puede ser misericordioso con todos, pues Él es el Padre y es a quien le duele más la pérdida de uno solo de sus hijos a los que ha destinado a la salvación y a la plenitud. Por eso, responde a aquellos a los que se empeñan en mantenerse con un corazón endurecido: "Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás". Su mano está tendida para esperar el arrepentimiento y la conversión de todos y para alcanzar para ellos el perdón, la misericordia y el amor. De ellos dice San Pablo: "Dios quiere que todos los hombres se salven". Esos somos nosotros.

5 comentarios:

  1. Gracias Señor por tu paciencia y Misericordia, ayúdanos a crecer en la Fe y la humildad😌

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  2. Dios eternamente está dispuesto a corazón, porque sólo tiene registrado en su naturaleza eterna, "El amor a nosotros sus hijos".

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  3. Dios eternamente está dispuesto a perdonarnos cuando nos arrepentimos de corazón, porque sólo tiene registrado en su naturaleza eterna, "El amor a nosotros sus hijos".

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  4. Dios nos quiere salvar a todos y por eso nuestro corazón debe llenarse de humildad para llegar a él con confianza y obtener su perdón.

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  5. Dios nos quiere salvar a todos y por eso nuestro corazón debe llenarse de humildad para llegar a él con confianza y obtener su perdón.

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