sábado, 13 de febrero de 2021

Jesús nos hace recuperar la armonía que perdimos con nuestro pecado

 Resultado de imagen para La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas

Haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal destruyó la armonía vital del origen que era natural en el hombre. Haber roto con la unidad que existía con Dios lo hizo entrar en la mayor debilidad personal, por cuanto perdió la capacidad de discernir qué era lo mejor para él y la fuerza para luchar contra el mal. Engañado por el demonio, cayó en su mayor desgracia, que fue la pérdida de esa armonía que lo hacía plenamente feliz, y lo llevó a transitar por el camino del dolor, de la tristeza, del sufrimiento, de la soledad, del abismo espiritual. Una situación totalmente idílica mutó radicalmente en la mayor tragedia que podía vivir, pues se alejó de la razón de su existencia, de la fuente del amor y de todos los beneficios con los que esa fuente quería bendecirlo. Aquel hombre que vivía esencialmente una unidad en todos los aspectos de su vida, empezó a vivir lo contradictorio que significaba no ser de nadie ni vivir la unidad con otros. Todo eso se rompió. La armonía era su signo. Haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal hizo caer todo esto por el suelo. Lo que era natural se trastocó totalmente: la unidad con Dios ("Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí"), la unidad con los demás ("La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí"), la unidad consigo mismo ("¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?") y la unidad con el mundo en el que vivía ("Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo"). El fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal no le hizo saber al hombre lo que era bueno y lo que era malo, sino que le hizo probar la muerte que se atraía al dejarse arrastrar por las insinuaciones del demonio. Fue prácticamente su rotura total.

El primer perjudicado por el mal es el mismo hombre que se deja llevar por él. La gran victoria del demonio, podríamos decir, no es solo lograr que el hombre se aleje de Dios, sino que se rompa totalmente. De esa manera, al hombre solo le quedarían dos opciones: o empeñarse en seguir por ese camino de separación, hundiéndose cada vez más en el abismo y en la oscuridad, en la pretensión absurda de insistir en que ese es el camino de su propia promoción, por lo tanto, viviendo con cada vez mayor profundidad su propia destrucción, con la esperanza divina de que caiga en cuenta de su propia tragedia y se convierta, para lo cual Dios hace venir al Redentor al rescate, pues su amor no le permite dejar al hombre solo en este camino al precipicio; o decidirse a caminar en el sentido contrario, buscando recuperar esa armonía original, que sabe bien que es el único camino que lo lleva a la plenitud de la felicidad a la cual está llamado. Los signos de la rotura son claros: son los de la soledad, los de la pérdida de la fraternidad, los de la pretensión de vivir sin asumir la propia responsabilidad de su conducta. Comienza así una lucha consigo mismo para evitar el derrumbamiento de su propio ser, y con los demás, queriendo descargar la responsabilidad del mal sobre los otros, por lo cual hay que emprender una batalla contra todos. Es exactamente lo tipificado en la conducta con Eva. De ser "hueso de mis huesos y carne mi carne" pasó a ser "la que me diste por compañera". El hombre no es capaz ni valiente para reconocer su responsabilidad, pero sí lo es para iniciar una historia de enfrentamiento con todos, buscando quedar incólume para seguir haciendo de las suyas. Y la consecuencia es toda una historia de guerras, de luchas, de humillación, de opresión de los hermanos, de aprovechamiento de los más débiles y desamparados. Los menos favorecidos serán los que se lleven la peor parte.

Pero en esta historia sigue siendo protagonista Dios. Él no ha creado al hombre para dejarlo lanzarse por el abismo. Él está dispuesto a tender siempre la mano para ofrecérsela al hombre, que se agarre de ella y pueda salvarse. Quien ha creado al hombre para la felicidad eterna, no puede permitirse no hacer nada para ofrecerle un camino de exaltación. Si nos creó para la felicidad, para la unidad, para la armonía, para la fraternidad, para ser suyos, hará siempre su parte para ponerlo al alcance. Por eso, la venida de Jesús nos pone muy claro cuál es su finalidad. Jesús vence al demonio y al pecado en la cruz y en el sepulcro. Y esa victoria nos la concede a cada uno de nosotros, de modo que podamos transitar esa ruta de felicidad y llegar a la plenitud en la eternidad. Pero quiere hacer también sentir esa victoria ya, aquí y ahora, en la cotidianidad de nuestras vidas. Las acciones que realiza Jesús son ya signo de la presencia del Reino entre nosotros. Ayer fue la gran gesta de dar alimento a cuatro mil con apenas siete panes y unos peces. Es la demostración de su poder que vence siempre y lo hace también en la búsqueda de beneficiar al hombre: "Tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también. La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta". Hoy, sigue siendo su amor el que actúa en cada momento de nuestras vidas, aun cuando haya momentos en los que podamos sentir su ausencia. La realidad es que las demostraciones de su amor, cotidianamente, son estruendosas. En medio de nuestros posibles dolores y sufrimientos, Él sigue tendiendo su mano para que sintamos su alivio y su consuelo. Para que sintamos su fuerza que nos apoya. Con esta convicción avanzamos por el camino de la recuperación de aquella armonía original que nos hará sentir la presencia de Dios en nuestras vidas y su conducción amorosa hacia esa plenitud de felicidad eterna que nos ha prometido.

5 comentarios:

  1. Buen día:

    "Dios un ser divino extraordinario e infinito, misericordioso, bondadoso, generoso y amoroso, que nos puede conceder en oración y ayuno, como le estamos ofreciendo por la promesa que nos dejó Jesucristo y a eso estamos apelando, con fé como él también lo promete, ese y muchos milagros más, porque es el único que puede hacer, lo que está por encima de lo que es de nuestro alcance entender e imaginar, por nuestro nivel de raciocinio, logrando obtener la promesa que nos dejó Jesús, Dios encarnado, desde su presencia terrenal. Amén 🙏."

    ResponderBorrar
  2. Permitamos que ese pan Vivo nos nutra, mantenga y fortalezca siempre☺️

    ResponderBorrar
  3. Que el Señor nos de siempre de ese Pan y nos alimente con la fuerza de su presencia.

    ResponderBorrar
  4. QUE SIEMPRE SEÑOR NUESTROS PANES Y NUESTROS PECES ESTEN A TU DISPOSICION PERO QUE MAS AUN ESTE, NUESTRA HUMILDAD DE ACEPTAR TU MANO QUE NOS AUXILIA, QUE NO NOS DEJA A NUESTRA SUERTE POR TU INFINITO AMOR.
    GRACIAS SEÑOR

    ResponderBorrar