miércoles, 29 de enero de 2020

Me hago Templo para que habites en mí y terreno bueno para recibir tu Palabra

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Dios es infinito, es decir, no tiene confines, no tiene límites. Pretender confinarlo es absurdo, pues siempre estará más allá de los límites que pretendamos colocarle. Así como el Espíritu de Dios libremente, antes de la creación, lo recorría todo, así mismo Dios mantiene su absoluta libertad eternamente: "La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas". El hecho de que en el antiguo Israel se hubiera construido el Arca de la Alianza para contener su palabra, los cinco primeros libros que conocemos de la Biblia y que llamamos Pentateuco, escritos, según la tradición hebrea, por Moisés, no significaba que Dios estuviera encerrado en una caja y que hubiera perdido por ello su libertad. Era simplemente señal de su presencia y el recordatorio perenne de su compañía en la vida cotidiana del pueblo. Era el Dios que los seguía guiando en el camino, que les indicaba el camino a seguir, las pautas que se debían cumplir en el itinerario: "El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche". Era el mismo Dios que los acompañaba en las batallas y que los hacía vencer a los enemigos, como venció Josué en Jericó: "Los siete sacerdotes que llevaban las trompetas tomaron la delantera y marcharon al frente del arca mientras tocaban sus trompetas. Los hombres armados marchaban al frente de ellos, y tras el arca del Señor marchaba la retaguardia". El Arca de la Alianza era la seguridad de esa presencia y compañía de Dios. Pero no era de ninguna manera, su confinamiento. Dios, el eternamente libre por excelencia, no pierde nunca su libertad. Su infinitud jamás podrá ser reducida. Por ello, la pretensión de David de construirle una casa es rechazada por el mismo Dios: "Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho Jehová: ¿Tú me has de edificar casa en que yo more?  Ciertamente no he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy, sino que he andado en tienda y en tabernáculo ... Así dice el Señor del Universo. Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa". No es David quien construirá la casa de Dios. Será Dios mismo quien edificará una casa para David y su pueblo. No se pondrán confines a Dios, sino que existirá en medio del pueblo el signo de esa presencia continua del Dios que los acompaña y los salva.

La construcción de una casa para Dios es, en todo caso, un compromiso que debe asumir el hombre, para manifestar su deseo de tener siempre la presencia de Dios en su vida. Evidentemente no se trata simplemente de un edificio físico en el cual se pueda poner confines al Dios esencialmente infinito, sino desde el cual exista para cada uno una llamada continua a hacer presente a Dios en cada momento de su existencia y se tenga la seguridad de su apoyo en todas las batallas que haya que librar en el devenir cotidiano. Es la presencia física de ese Dios que se ofrece como compañero de camino desde el mismo principio de la elección de Israel como su pueblo. Es esa la casa que quiere Dios. No quiere que lo dejemos confinado en cuatro paredes, cosa que además es imposible, sino que lo dejemos libre como es esencialmente, y que lo mantengamos a nuestro lado porque hemos construido para Él el templo personal desde el cual nos acompaña y nos fortalece. De ese modo, podemos afirmar que Dios prefiere un templo no construido por hombres, sino un templo espiritual en el cual Él pueda habitar a sus anchas libremente y vivir en el intercambio de amor que desea profundamente. Así lo manifestó Jesús a la mujer samaritana con la que se encontró en el pozo: "Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adorarán al Padre ... Pero llega la hora -ya estamos en ella- en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren". Jesús afirma la libertad de Dios y su deseo de mantenerse así, totalmente libre, para ser adorado "en espíritu y en verdad", es decir, desde la misma libertad. Es la asunción del compromiso de hacer del propio corazón el templo más adecuado para la adoración de Dios. El templo físico construido por el hombre es el recordatorio continuo de la presencia de Dios en medio del pueblo, invitación perenne al encuentro con el Señor para ofrecerle la adoración litúrgica comunitaria con la cual se alimenta la vida espiritual del pueblo para que viva con mayor sentido su fraternidad y su solidaridad. Pero ese templo físico jamás sustituirá ni hará desaparecer la necesidad de la existencia del templo espiritual donde se dará ese encuentro personal enriquecedor y entrañable con el Dios que acompaña y libera.

Es el templo espiritual en el que se dará también la labor personal de hacerse terreno bueno, terreno fértil, en el cual la Palabra de Dios, que lanza Jesús como su semilla, eche raíces y dé frutos que valgan la pena en la vida de la fe. Si nos hacemos templo para Dios, debemos luchar por hacernos terreno bueno para recibirlo. No podemos ser terreno en el cual se pierda esa Palabra lanzada como semilla. No podemos ser simple terreno que viva la alegría pasajera del encuentro con Jesús, o que se deje ahogar por la realidad del mundo, o que se niegue a recibirlo como causa final de la felicidad plena. El ser templo de Dios me llama a disponerme bien para recibir con alegría a Jesús, dejar que se convierta en mi norma de vida, sentirme discípulo y seguidor suyo, lleno de la esperanza que me da el saberme amado infinitamente por Él, poniendo la mirada en el final de mi camino que será en la eternidad feliz junto a Dios nuestro Padre. "Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno". Construirnos cada uno como templo para Jesús nos lleva a hacernos terreno fértil para recibir su Palabra y para asumirla como parte esencial de la propia vida. No es un "añadido" del cual podremos prescindir, sino que debe pasar a formar parte de mi ser. Debo evitar el querer confinar a Dios, pero también debo poner todo mi empeño en construir un hogar para Él en mi corazón, para que le dé forma a mi vida, me llene de su amor infinito, me haga probar de la felicidad plena que solo en Él se puede conseguir, me haga sentir su presencia perenne en cada momento de mi existencia y me sirva de apoyo en cada avatar de mi vida. Que yo sea un templo que sirva de morada a su amor y que sea terreno bueno donde su Palabra fructifique.

1 comentario:

  1. Amigo D.Ramón.: Qué maravilloso es el tema de Dios en medio de nosotros para convencernos de que es Él el que viene a habitar entre nosotros y se transforma en semilla para que al germinar en nuestra alma produzca su fruto.
    Por eso tenemos que preparar la tierra y bajarla u quitarle todos los obstáculos para que la simiente de su fruto. Que Dios nos bendiga. Franja.

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