sábado, 25 de enero de 2020

Me convierto a tu amor para anunciar tu amor y tu salvación a todos

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Uno de los personajes más emblemáticos del cristianismo naciente, con una importancia sin discusión para la extensión de la Iglesia en sus inicios y que produce una sensación mayor de cercanía a todo el que quiera ser buen cristiano es, sin duda alguna, San Pablo. Son muchos los datos que tenemos de su vida, la mayoría relatados por él mismo y completados por algunos que son referidos en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Lo primero que resalta a la vista, por supuesto, es el hecho de su conversión. Un hecho maravilloso en el cual Jesús demuestra su intención clara de ganarlo para integrarlo al grupo de los apóstoles. Y llama más la atención por cuanto Pablo pasa de ser un oscuro perseguidor de cristianos a un defensor acérrimo de aquello que originalmente combatía. En los Hechos leemos, en el relato del martirio de San Esteban, primer mártir cristiano: "Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo... Saulo aprobaba este asesinato", dando a entender que, aun cuando no fuera uno de los verdugos directos del mártir, sí apoyaba estos hechos que daban escarmiento a los que atentaban contra el judaísmo, del cual formaba parte y era celoso defensor. Él mismo se reconoce miembro de la secta de los fariseos, surgida de entre el judaísmo para promover la fidelidad y la pureza de la religión, por lo cual, en atención al celo que le producía el surgimiento de una doctrina que se oponía a su religión, se convierte en perseguidor cruel del cristianismo. Fue discípulo del gran Rabino Gamaliel, famoso maestro de la época: "Yo soy judío. Nací en Tarso de Cilicia, pero me crié aquí en Jerusalén y estudié bajo la dirección de Gamaliel, muy de acuerdo con la ley de nuestros antepasados". Hablando de sus raíces de fe, da un resumen sucinto de lo que profesaba, para dar a entender que no es suficiente confiar en la carne para ser buen cristiano: "Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo: Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable". Por haber puesto su confianza solo en la carne y en el solo cumplimiento de la Ley, reconoce haber errado el camino.

Pero Jesús, ya lo hemos dicho, tenía planes distintos para Pablo: "Yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor; caí por tierra y oí una voz que me decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?' Yo pregunté: '¿Quién eres, Señor?' Y me dijo: 'Yo soy Jesús el Nazareno a quien tú persigues'". Fue el encuentro personal de Saulo con aquel que conformaba la integralidad de hombres y mujeres a los que él perseguía. De esta manera, Pablo entendió que perseguir a un cristiano era perseguir al mismo Cristo. El encuentro con Jesús fue para Pablo abrir una perspectiva absolutamente nueva de vida. Para él representó una novedad radical de tal magnitud que entendió que debía poner su vida en manos de nuevos tutores que le indicaran los pasos que debía dar para avanzar en ella. "Yo pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor? El Señor me respondió: 'Levántate, continúa el camino hasta Damasco, y allí te dirán todo lo que está determinado que hagas'”. Su docilidad fue determinante para emprender este nuevo camino que debía recorrer. Es impresionante pensar en lo que se necesitaría de parte de cada uno de nosotros para recorrer ese mismo itinerario de Pablo. Se trata de dejar a un lado las propias convicciones y conductas, abandonar radicalmente el estilo de vida que se llevaba hasta ese momento, emprender confiada y ciegamente un camino nuevo cuya perspectiva es totalmente desconocida y que se irá descubriendo solo en la medida en que se vayan dando pasos adelantando en él. Debía integrarse totalmente a la comunidad de aquellos a los cuales hasta instantes antes perseguía para entregar a la muerte. Evidentemente, en aquellos se producía una desconfianza natural, que vencieron solo porque también confiaron en las decisiones misteriosas de Jesús que dirigía la comunidad naciente: “El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, ¿qué te detiene? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre”. El encuentro personal con Jesús se completó con el encuentro con la comunidad de cristianos. No es posible un encuentro personal con Cristo que produzca una conversión radical a su mensaje de amor y de salvación si no está de por medio la comunidad de cristianos que lo sigue.

Así, el gran perseguidor de los cristianos pasó a ser el gran apóstol de Jesús ante los gentiles. Por el origen de su conversión, por la conciencia clara que tenía de quién era, de dónde venía, de cuáles eran sus convicciones y conductas previamente, sabía muy bien describir para todo el que quiera ser seguidor de Jesús, cuáles son las convicciones más importantes que se debía tener para ser un buen discípulo de Cristo. No se jactaba jamás de lo que poseía previamente. Por el contrario, su única jactancia era lo que había ganado en el encuentro frontal con Jesús: "En cuanto a mí ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!" Solo Jesús llegó a llenar sus expectativas completas, a tal punto que todo lo demás pierde totalmente su valor: "Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir". "Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme unido a él". Es un itinerario en el que fue avanzando cada vez más sólidamente, no renegando de su condición original, sino asumiéndola como parte de su itinerario personal de crecimiento. No consideraba lo anterior como una carga negativa, sino como el equipaje del cual tuvo que deslastrarse para devenir en un buen seguidor de Jesús, convenciéndose cada vez más de que solo en Él era que tenía que tener puesta su confianza. "Para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Te basta mi gracia". No es lo que él posee lo que vale, sino la gracia que Dios derrama en él. Es la obra del Señor Jesús la que lo hace santo, no es su esfuerzo, aunque está consciente de que debe hacer su parte. "Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte". Pablo así es para cualquiera que quiera ser discípulo de Jesús un ejemplo a seguir. Nos da la clave de lo que tenemos que vivir cada uno. Y nos dice que sí es posible ser buen discípulo. Él llegó. Y cualquiera de nosotros, como él llegó, podrá llegar siguiendo sus huellas.

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