viernes, 27 de septiembre de 2013

Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Para Jesús había llegado la hora de hacer un balance de la labor realizada hasta ese momento... Todo buen emprendedor tiene que hacerlo en algún momento. El éxito de una empresa no se basa sólo en la buena planificación, en el estudio de las circunstancias y del entorno que están alrededor de lo que se quiera hacer, en el establecimiento de objetivos (principal, específicos, intermedios...), en el inventario de los recursos humanos y materiales que se tengan a la mano, en los tiempos que se dispongan parta el cumplimiento de las metas... Esta es la base sin la cual no se puede iniciar el camino. Pero hay que apuntar a la evaluación ocasional de la marcha del proyecto, y a una gran evaluación final para descubrir el impacto, el éxito o el fracaso de la empresa, y poder así corregir sobre la marcha, incidir en los puntos positivos, incluir objetivos que se perciba que falten para apuntar a lo óptimo... Y finalmente, celebrar, continuar o recomenzar... Si no, se puede llegar a perder la perspectiva de lo que se está haciendo y todo se va por un desfiladero. Muchos emprenden grandes trabajos, muy interesantes y atractivos, pero les van perdiendo el interés, los descuidan, se imaginan que "marchan solos"... Y eso no es así... Nada más cierto que el dicho que reza: "El ojo del amo engorda el ganado"...

La "empresa" de Jesús era la más importante que hubiera iniciado personaje alguno en toda la historia de la humanidad: Nada más y nada menos que la salvación de cada hombre y de cada mujer que habían recorrido esa misma historia. Los que ya habían pasado, los que estaban en ese momento y todos los que vinieran en el futuro... Nada más delicado en las manos de un puñadito de hombres que el mismo Jesús se había elegido para que lo acompañaran en esta "aventura", que calificaba el futuro eterno de todos esos hombres y mujeres... ¡Casi nada!

Era natural, entonces, que ante tan delicada tarea, Jesús quisiera hacer "un alto en el camino" para hacer una evaluación sobre cómo iban las cosas... El éxito de su empresa pasaba por la comprensión de quién era Él; por la asunción de su Persona como la del que venía a realizar esa obra esencial para la salvación de la humanidad entera; por aceptar que Él no era uno más de entre las numerosas voces a través de las cuales había hablado Dios a los hombres en toda la historia, sino que era "La Voz -la Palabra, el Verbo- de Dios" que ya no hablaba por terceros, sino que eran sus mismos labios los que pronunciaban cada palabra... Esto era fundamental para entender que sí, que lo que hiciera Jesús iba a ser fundamental para la Redención del hombre, pues era el mismísimo Dios que había venido al mundo, que había asumido la humanidad haciéndose uno más, pues, como dijeron los Santos Padres de la Iglesia, "lo que no es asumido, no es redimido"... Dios "tenía" que venir al mundo, "tenía" que hacerse hombre, "tenía" que asumir la condición humana con todas sus consecuencias, para poder llegar a satisfacer, en lugar del mismo hombre pecador, para alcanzar el perdón y abrir de nuevo las puertas del cielo, que se habían cerrado por la obcecación del hombre... El éxito de la empresa de Jesús se basaba en la aceptación de su persona, de su mensaje, de sus obras, de su amor... Por eso era tan importante saber "cómo iban las cosas"...

"¿Quién dice la gente que soy yo?"... Un examen general... "Los demás, el pueblo, los que han oído algo del mensaje, los que han sido testigos de algunas de mis maravillas, ¿quién dicen que soy yo?" Era de esperarse la respuesta... Al no haber convivido con Jesús, ellos se maravillaban de los que hacía. Se repetían muchas de las cosas que relataba la tradición judía,  lo que habían hecho grandes personajes de su historia... Por eso, para muchos, Jesús no era más que un personaje importante, sí, pero uno más de los que se valía Dios para de vez en cuando decirle al pueblo que Él seguía allí presente. El hecho de que dijeran que era Elías, Juan Bautista, o un gran profeta, los acercaba al reconocimiento de Jesús como una gran personaje, de los que ya estaban "acostumbrados", pues Dios nunca había abandonado a su pueblo... Para Jesús eso resultó "natural". Total... No había llegado aún la hora de su manifestación plena... Ya llegará...

Pero más importante para Jesús que lo que dijera la gente, era lo que dijeran "los suyos". Los Apóstoles habían sido testigos de todos y de cada uno de los milagros que había realizado, habían escuchado todas y cada una de las palabras que había pronunciado. No eran testigos ocasionales, sino vitales. Eran sus íntimos. Era muy importante qué habían percibido ellos, por cuanto al partir Él, serían ellos los encargados de anunciar su obra y su mensaje, su Persona, a todos... "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Me imagino la sorpresa que se llevaron los Apóstoles ante esta pregunta de Jesús... Pero Pedro, siempre el que llevaba la voz cantante del grupo como primero de todos, respondió sin titubear: "Tú eres el Mesías de Dios". El paralelo de Mateo descubre la sorpresa y satisfacción de Jesús ante semejante respuesta... No tanto por lo que Pedro mismo hubiera entendido de lo que dijo (¡probablemente, el primer sorprendido fue él mismo!), sino por lo que significaba de la inspiración que había recibido del Padre... Quizás a Jesús no le importaba tanto el que tuvieran claridad absoluta sobre su Persona, sino el que fueran, y llegaran a serlo del todo, instrumentos dóciles en las manos de Dios para poder cumplir la tarea posterior... Después de esto, según los evangelistas, Jesús prohibió a los apóstoles revelarlo a nadie más, hasta que llegara la hora, y descubrió para ellos cuál iba a ser el itinerario futuro, plagado de sufrimientos, de pasión y de muerte, pero desembocando en la gloriosa Resurrección...

Ese es Jesús... El Mesías de Dios... El Redentor que había sido anunciado tantas veces en el Antiguo Testamento. El que cumplía la promesa hecha por Dios desde el pecado del hombre, al decirle a la serpiente: "Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza, mientras tú le muerdes el talón..." Jesús es esa descendencia de la mujer que pisa la cabeza de la serpiente... Sufrirá su mordedura en la Pasión y la Muerte en Cruz, pero vencerá pues con su muerte, morirá el poder del pecado, el poder de la descendencia de la serpiente... Es a ese Jesús al que hay que aceptar. Él es el Dios hecho hombre que ha salido al rescate de la humanidad, que se ha hecho hermano para unirnos a todos a la gran familia de Dios, restableciendo en nosotros la imagen y la semejanza suya que había sido destruida por el pecado... El que realiza esta obra movido sólo por una cosa: el inmenso amor que Dios nos tiene y que sería la única explicación razonable para todo lo que hace a nuestro favor... Rendirnos a esa evidencia es la mejor manera en la que podemos responder sobre quién es Jesús para nosotros.

A nosotros también nos pregunta Jesús: "¿Quién soy yo para ti?" Si se nos presenta en este mismo instante y nos pregunta esto, ¿qué le respondemos? No cometamos la torpeza de quedarnos callados. Seamos sinceros con Él. Muchos lo tenemos como "talismán", como "muleta", como "milagrero", como "muerto en la Cruz"... ¿Qué respuesta le podemos dar a Jesús hoy, en este momento? Ojalá nos suceda como a Pedro. Que Dios nos tome como instrumento y nos inspire. Quizás no comprendamos perfectamente quién es Jesús, pero si somos sus instrumentos dóciles, podremos dejarnos inspirar por Dios y decirle a los hermanos quién es. Y que lo vivamos en lo más íntimo de nuestro corazón, de nuestro ser. Que en esa intimidad del corazón podamos decirle a Jesús: "Señor, Tú eres mi Dios, el que vino a rescatarme haciéndose hombre, el que murió por mí, el que se entregó para morir en vez de mí. Siento tu amor infinito en mi corazón y me rindo a ese amor. Y por eso, porque me haces infinitamente feliz al sentir tu inmenso amor, quiero hacer a mis hermanos partícipes de mi alegría. Quiero darte a conocer a los demás, para que Tú seas también para ellos, la plenitud de la felicidad, para que derrames sobre sus corazones tu amor redentor y les abras también a ellos las puertas del cielo..."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario