miércoles, 11 de septiembre de 2013

¡Ay... Las Bienaventuranzas...!

Definitivamente, Jesús trastornó el orden establecido. Nos dijo que no había venido a cambiar ni una sola tilde de la ley, sino a darle cumplimiento. ¿Y eso qué significa? Muy sencillo... Que no nos quedáramos sólo en el conocimiento de la ley, en la recitación de las exigencias de Dios, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, sino que fuéramos más allá, que hincáramos el diente en el tuétano de esas exigencias y que nos decidiéramos a hacerlas vida. Que no nos quedáramos en el formalismo de lo intelectual, sino que nos preocupáramos por vivir aquello que la ley exige...

Por eso, la formulación que resume todos los mandamientos, según la respuesta que le dio el mismo Jesús al maestro de la ley, que le preguntó sobre el mandamiento más importante, fue simplísima: "El primero de todos es éste: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es similar a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo"... Para Jesús lo fundamental es el amor, y desde esa perspectiva es que hay que saber discernir la vida cristiana. Si no se hace desde ahí, es imposible la comprensión de la ley. Ni siquiera sería posible comprender cómo a Jesús se le ocurrió decir que no venía a cambiar la ley, sino a darle pleno cumplimiento...

Es en esa perspectiva que hay que ver la vocación cristiana a la santidad. Es desde esa perspectiva que hay que saber escuchar el mandato de Jesús a anunciar el Evangelio a toda la creación. Es desde esa perspectiva que tenemos que percatarnos de que será imposible anunciar el Evangelio a los demás sin una vida interior transformada por ese mismo Evangelio. Quien no ha comprendido esto, podrá conocer mucho de doctrina, podrá conocer mucho de exigencias de la ley, pero no tendrá la vida interior necesaria para ser verdaderamente cristiano y convertirse en apóstol de Jesús...

En este ámbito se inscriben las Bienaventuranzas. Es el trastocamiento total de lo que pensaban los legisladores. Para un judío, el bienestar es signo de la bendición de Dios. Por tanto, las palabras de Jesús son absolutamente absurdas. Según Jesús la felicidad, la dicha (eso significa "bienaventuranza"), está en todo lo contrario de lo que piensa el judío. Ser pobre, llorar, tener hambre y sed, ser perseguido... hace al hombre el ser más feliz sobre la tierra, el bienaventurado... Sin duda, no es sólo el judío el que piensa que esto es absurdo... ¡Lo pensamos todos!

Para darle sentido a este nuevo orden de cosas que propone Jesús, debemos entrar en la comprensión de aquello que resume toda la ley. Ya no se trata de simplemente "cumplir para ser bueno", sino de decidirse a ser bueno, amando, para poder cumplir con toda la ley. El camino que propone Jesús es el inverso del que entendió el hombre del Antiguo Testamento. Así como ese camino de encuentro del hombre con Dios varió al venir Dios mismo y hacerse hombre, con lo cual lo facilitó, así mismo Jesús propone un orden nuevo, sin dejar de exigir lo mismo. Nos dice: "Dejen de perseguir el cumplimiento de la ley. Amen, y verán que la ley es simplemente un  complemento". Por eso San Pablo, que entendió perfectamente esta propuesta de Jesús, se atrevió a decir: "Amar es cumplir la ley entera", o formulado de otra manera: "La perfección de la ley es el amor"...

La compensación del amor es plena. Quien ama, no necesita de más. La añoranza más grande del hombre es la del amor, la de saberse amado infinitamente por Dios y la de responder a Dios y a los hermanos con el mismo amor. Por eso, cuando vive en ese ámbito del amor, no necesita de más nada. El amor compensa absolutamente. De ahí la felicidad, no entendida como satisfacción o retribución de algo, sino como respuesta automática del espíritu que se siente en el sitio que le corresponde. Al ser el amor añoranza suprema, vivir en el amor es plenitud. Se da, de esta manera, una solidez inconmovible. Se está fundamentado en la roca más sólida sobre la cual se puede estar. No se busca más interés que lo que persigue el amor, que es el bien, el entregarse, el servir desinteresadamente... Los hombres hemos sido creados desde el amor. Más aún, es el mismo Amor (Dios es Amor), el que nos ha creado. Nuestra naturaleza, por lo tanto, es la del amor. Y nuestra creación tiene un objetivo: que vivamos en el amor, que seamos del amor y que vayamos al amor, amando. No hacerlo es destruir nuestra propia naturaleza... Se trata, entonces, de que nos hagamos cada vez más conscientes de que estando en el amor estamos en el sitio que nos corresponde, en aquél para el cual fuimos creados, en la meta a la que debemos llegar...

En esta perspectiva cobran pleno sentido las Bienaventuranzas de Jesús. "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado"... Es el amor el que hace que tenga sentido la pobreza por Jesús. Es el amor el que hace que tenga sentido el llorar por el mal que vive el mundo. Es el amor el que da sentido el tener hambre y sed de la justicia. Es el amor el que le da sentido al ser perseguido por causa de Cristo... Más aún, no sólo le da sentido, sino que nos hace felices. Y nos hace felices porque sabemos que estamos haciendo lo correcto, lo que Dios quiere de nosotros, lo que nos da la plenitud, aquello para lo cual hemos sido creados...

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