miércoles, 18 de septiembre de 2013

¡Qué inconformes somos...!

Jesús experimentó en carne propia la inconformidad de los hombres... Criticó abiertamente que "esta generación" (la que conformamos los hombres y mujeres de este tiempo, hasta la eternidad), siempre tuviera un "pero"... Criticaron a Juan Bautista y lo tildaron de loco porque no comía ni bebía... Y criticaron a Jesús y lo tildaron de comilón y borracho, porque bebía y comía... Para esta generación no existe el término medio. Todo es criticable...

Nos hemos acostumbrado a ser críticos con todo..., menos con nosotros mismos. Cuando nos dicen las cosas a la cara, nos molestamos casi como si nos estuvieran torturando o asesinando... Nos creemos superiores o inmejorables...Óptimos... Creemos que no somos superados por nadie ni por nada. La soberbia y la vanidad nos oprimen. Es la herencia que hemos recibido de nuestros padres Adán y Eva, cuando quisieron colocarse por encima y se creyeron superiores incluso al mismísimo Dios Creador... Para nosotros es impensable que alguien se atreva a considerar que cometemos algún error, que debemos corregir algo, que somos susceptibles de mejorar... Por la soberbia, nos hemos colocado nosotros mismos en el centro del universo y queremos obligar a que todo gire a nuestro alrededor como si fuéramos referencia obligada para todo el mundo. Es inaceptable que no se nos tome como ese norte y se nos deje a un lado. Algo andaría muy mal en el mundo si no somos nosotros puestos como su punto de apoyo...

Por ello, cuando nos toca ejercer la crítica lo hacemos de manera casi hostil, humillante, con aires de superioridad que aplastan... Para muchos, las cosas siempre están mal, nunca mejoran... Se han colocado en una actitud pesimista tan destructiva que jamás podrán estar satisfechos con la cantidad de bondades que otros ojos sí pueden percibir, pero ellos no. Sería preferible esperar a que todo termine de derrumbarse para reconstruirlo de nuevo, pues ya no tiene salvación... Paradójicamente, están también los que se colocan en el extremo opuesto. Son los que lo ven todo color de rosa, para los que no habría necesidad de cambiar nada pues todo marcha de maravilla, sin problemas... Ambos extremos son tremendamente dañinos pues lo mismo que unos pecan por pesimistas, los otros pecan por ilusos...

Lo mejor es colocarse en el medio. "In medio virtus", decían los antiguos. Los extremos no son para nada saludables. No todo está mal, pero tampoco está bien. Hay cosas muy buenas en nuestro mundo, pero hay cosas también muy malas, y otras que no lo son tanto pero que hay que corregir...

Hay que evitar por encima de todo colocarse los lentes con cristales negros o con cristales rosados... Hay que dejarse llevar por la objetividad, por la humildad, por la sensatez, por la razón. Debemos dejar de ser tan pasionales en nuestras apreciaciones, y buscar por encima de todo el bien de todos. Si se trata de reconocer lo bueno de los demás, hagámoslo sin problemas. Eso no nos disminuye en nada y, al contrario, nos enriquece, pues es un bien también para mí. Si alguien tiene algo malo que corregir, digámoslo también sin problemas, porque igualmente, se trata de procurar el bien que resultará del cambio del que corrijo. Y ambas cosas debemos hacerlas siempre desde la humildad, desde el amor, desde la búsqueda del bien común, ese bien que nos corresponde a todos y que es para que todos lo disfrutemos. No se trata de un beneficio sólo personal, sino de una riqueza para todos en la comunidad.

Sin duda, cada uno de nosotros tenemos algo con qué contribuir para hacer de nuestro mundo algo mejor. Ponemos nuestro granito de arena con lo que cada uno hace. Lo que hacemos en nuestro mundo personal, es un aporte para mejorar el mundo de todos. Y por eso, animar con verdadera objetividad a que todos hagan lo suyo de la mejor manera posible, reconociendo las bondades y corrigiendo fraternalmente los errores, es también un excelente aporte que hacemos para lograr un mundo mejor. Que cada uno de los hermanos reciba con agrado nuestro reconocimiento o nuestra corrección, es un paso adelante. Y por ello, tenemos siempre que vigilar nuestra actitud al hacerlo.

No critiquemos por criticar. Tampoco nos tapemos los ojos. Mucho menos pretendamos que todo está excelente. Ninguna de esas actitudes son constructivas. Hacemos mucho más por nuestro mundo reconociendo todo lo bueno que hay en él (¡que es mucho!), y reparando y haciendo que todos contribuyan a reparar lo malo que existe. Así haremos nuestra parte y los otros harán la suya. Todos pondremos nuestra contribución...

1 comentario:

  1. Hay que incentivar la crítica constructiva, ya que el hombre moderno tiene una espalda muy sensible, sin callos!!!.

    ResponderBorrar