domingo, 8 de septiembre de 2013

Comprender a Dios

Una inquietud que tenemos siempre presente los seguidores de Jesús es la de poder comprender perfectamente lo que Él quiere de nosotros. Nos preguntamos frecuentemente qué es lo que Dios nos pide. Y hurgamos continuamente en su Palabra para poder decir que lo sabemos... Pero no... Por más que buscamos y buscamos, leemos las palabras que Él ha dirigido a los hombres y tenemos que confesar que, aunque las encontramos y las leemos, no terminamos de entenderlas, de comprenderlas, de asimilarlas... La lógica humana se niega a aceptar muchas veces lo que nos propone Jesús, porque se encuentra frontalmente con el absurdo, con la antilógica, con un llamado a la anulación casi total... Muchos pensamos que Jesús nos pide que seamos tontos, o algo así...

¿Cómo aceptar dócilmente lo que Jesús nos pide, cuando pide, por ejemplo, que perdonemos setenta veces siete? Lo primero que nos viene a la mente es: "Jesús nos quiere realmente bobos, quiere que nos dejemos hacer daño como estúpidos... Y si es la misma persona a la que una y otra vez tengo que perdonar, ¿no le estoy diciendo a esa persona con mi conducta que no importa que me siga haciendo daño? ¿No es mejor para esa persona que yo le dé un escarmiento para que cambie de actitud y se convierta en alguien mejor?" Nuestros argumentos, sin duda, son lógicos y sólidos. Nuestra lógica humana tiene absoluta razón...

En este caso, las setenta veces siete, en la frase de Jesús, lógicamente, es a la misma persona. Es en ese sentido que lo pregunta Pedro: "¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Se supone que es siete veces la misma ofensa y de la misma fuente. De lo contrario, no tendría sentido la pregunta, pues serían siete "perdones" diferentes... Y en todo caso, Jesús jamás invita a hacerse la vista gorda ante el mal. Eso está suficientemente probado en las Escrituras. Él mismo invitó a la corrección fraterna, como búsqueda de la promoción de la bondad en quien peca... "Si tu hermano peca, llámalo aparte y reclámale... Si no te hace caso, llámalo ante testigos... Si aún así no cambia, llámalo ante la comunidad... Si aún así persiste, trátalo como a un gentil". Jesús no pide vista gorda ante el pecado, ante el delito, ante el mal... Invita, más bien, a hacer todo lo que esté a la mano para procurar la conversión del malo...

En todo caso, lo que nos ocupa es cómo llegar a comprender lo que Jesús quiere de nosotros sin sentirnos violentados, sin la apariencia de absurdo que eso tiene. Seamos sinceros... Porque no comprendemos del todo lo que Jesús quiere de nosotros es que no terminamos de dar el paso definitivo hacia Él. Mantenemos siempre una suspicacia, nos refutamos a negarnos del todo a nosotros mismos para ser definitiva y exclusivamente de Él, no terminamos de avanzar en el camino de la perfección... Pensamos que es mejor resguardarse algo de lo personal, de lo propio, de las ideas y conductas personales, para no ser totalmente nulos, unos simples zombis que caminan por donde les digan... Pensamos que eso es mucho más humano que lo que nos propone Jesús.

¡Qué absurdo pretender que yo perdone siempre! ¡Qué absurdo pretender que yo no dé un escarmiento a quien me hace daño, sino que se me invite a poner la otra mejilla! ¡Qué absurdo acompañar dos millas a quien me pide que lo acompañe sólo una, o dar también mi camisa a quien me pida sólo la chaqueta! ¡Qué absurda la invitación a estar alegres cuando seamos perseguidos, humillados, vejados! ¡Qué absurdas las bienaventuranzas, cuando lo que sugieren es humillación, sufrimientos, lágrimas, tristezas, hambre, pobreza...! ¡Eso no es humano! ¡Eso es de tontos!

La Escritura tiene la clave... Dice el autor de la Sabiduría: "¿Quién conocerá tu designio, si Tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?"... Enviando tu Santo Espíritu desde el cielo... Fue la promesa de Jesús: "Cuando les envíe mi Espíritu, ustedes conocerán la verdad completa..." Jesús no dejó simplemente al arbitrio del hombre el comprender o no sus exigencias... No nos dejó solos ante los monumentales absurdos que propone, sino que nos envió al guía perfecto, al que nos auxiliaría a avanzar en el camino de la perfección, incluyendo el adquirir los criterios divinos para comprender esa antilógica humana.... Su Espíritu es el Capitán que guía, que lleva adelante la barca por los caminos de la elevación a lo divino. Es el apoyo fundamental que nos da Jesús para poder responder a su invitación a "ser perfectos como el Padre celestial es perfecto..." De lo contrario es imposible que nos haga esa petición. Solos no podremos avanzar jamás. Sin tener quién nos ilumine en esa oscuridad inaccesible a nuestra mente limitada, no podremos jamás tener luz para entender...

Y la primera cosa que debemos entender es que lo humano jamás será mejor que lo divino. Que aunque nuestra mente no termine de entender lo que pide Jesús, no es porque sea absurdo, sino porque es excesivamente elevado y perfecto. Que no se nos pide jamás que seamos tontos o bobos o estúpidos, sino que nos elevemos a las categorías divinas... ¿Quién fue el primero que perdonó, no setenta veces siete, sino millones de veces, pues perdonaba todos los pecados de toda la humanidad de todos los tiempos? ¿No fue acaso el mismo Jesús desde la Cruz, cuando dijo "Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen"? ¿Quién fue el primero que devolvió bien por mal? ¿No fue el mismo Jesús que ante la humillación, la burla, el desprecio, los azotes, la crucifixión, e incluso la muerte, respondió redimiendo porque amó hasta el extremo, derramando toda su sangre hasta las últimas gotas extraídas por la lanza del soldado? ¿Quién fue el que acompañó más de una milla y hasta dio su camisa cuando le pedían menos o a veces ni siquiera se lo pedían? ¿No fue Jesús, que perdonó los pecados del paralítico cuando lo que quería era simplemente caminar, o que le dio a la mujer cananea más que las migajas que caían de la mesa con las que se hubiera contentado? Jesús no habla ni pide de memoria, como una lección bien aprendida. Jesús pide lo que Él mismo dio. Y lo pide porque sabe que sí es posible, pues Él lo hizo, motivado por una fuerza superior, que es la clave principal, para hacerlo: El Amor...

Es el amor el que llena de sentido lo absurdo. Es el amor el que hace que se pueda perdonar, que se pueda dar más de lo que piden, que nos hace estar seguros de que lo que hacemos no es de tontos o de estúpidos. Es el amor el que nos pone en la categoría divina y nos dice que es más elevado hacer lo que nos pide Jesús que negarse a hacerlo. Es el amor el que nos eleva y nos desgarra de nuestra simple condición humana, racional, inteligente, "superior", y nos lleva a las alturas insondables de la divinidad, en las que se camina en la perfección que nos da el sentido pleno de las cosas que tenemos que hacer en respuesta a lo que Dios quiere. Es el amor el que nos dice que hacer lo de Dios es ser mejores, más elevados, perfectos. Es el amor el que nos grita que quedarse en lo "racional" es preferir lo más bajo, despreciando las alturas en las que nos reta Dios a vivir, liberándonos de ataduras absurdas que ponen en nosotros nuestra racionalidad, nuestra "viveza", nuestra "supremacía" humana...

Comprender a Dios es desterrarse uno mismo y dejar que Él habite plenamente en nosotros. Es dejar que sea el Espíritu Santo el que nos indique los mejores caminos. Es hacer que en nuestros corazones reine el amor, y que no nos importe hacer lo absurdo, más aún, desearlo ardientemente, pues el amor es más lógico que cualquier lógica humana...

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