viernes, 6 de septiembre de 2013

Jesús nunca pasa de moda

Y Jesús sigue dando cátedra... Lo que para la lógica humana es lo normal, para Jesús tiene una dirección distinta. "Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo". Nosotros, lo primero que pensamos para renovar algo es poner parches, como el maquillaje. Con razón, los italianos al maquillaje femenino lo llaman "trucco". Queremos hacerle un truco a la vida. Para "ser mejores", bastaría un gesto de bondad de vez en cuando, dentro del marasmo de maldad en el que estamos envueltos. Una limosnita a veces, un cariñito para tranquilizar, una sonrisita para ocultar la amargura, una palabrita de aliento para que no digan que no dije nada... Somos expertos en maquillaje, en truco... 

Pero resulta que esos parches de "novedad", en medio de la tela que sigue siendo vieja, destruyen la tela. En vez de hacerla mejor, la hacen peor. Quedamos en evidencia, pues se nos verá el ruedo claramente más temprano que tarde... Una persona que quiere dar "destellos de novedad" sin cambiar realmente por dentro, no podrá sostener la mentira por mucho tiempo. Y el daño que hará será terrible, pues. además de descubrirse su maldad, se descubrirá también su hipocresía y su engaño. Mayor será su desgracia... Es necesario cambiar. Es necesario hacerse nuevo, para poder poner el retazo nuevo que no nos dañe. Una tela nueva resistirá con seguridad la novedad que se le quiera agregar. No hay otra vía posible.

Peor aún cuando hay quienes rechazan la novedad, atribuyéndole vejez. Quienes afirman que hay que renovarse, manteniéndose en su vejez, porque la novedad propuesta, supuestamente, ya está pasada de moda. Hay quienes se mantienen en lo antiguo aduciendo que seguir rutas distintas a las del mal, las del odio, las de la suspicacia, las de la falta de solidaridad, son perniciosas, pues "anulan", "lavan el cerebro", "adoctrinan", "alienan"...

Es el colmo de lo absurdo. Basta preguntarse dónde hay mayor novedad. ¿En el amor que dejó traslucir la Madre Teresa de Calcuta; o en la guerra genocida de Vietnam, de Irak o de Siria? ¿En la entrega generosa que hizo Maximiliano Kolbe ofreciéndose a morir en vez de un padre de familia en el campo de concentración; o en el egoísmo asesino de Hitler que asesinó a millones por no ser de los de ellos? ¿En la solidaridad fraterna de los comedores y roperos populares para dar comida y vestido a millones de indigentes; o en el materialismo sin alma de los comerciantes que cada vez quieren ganar más con precios exorbitantes? ¿En el gesto valiente del maestro que enseña valores como la honestidad, la fidelidad, la modestia, el respeto mutuo, la responsabilidad; o en el del profesor que le dice a sus alumnos que no hay normas para nada y que pueden hacer lo que les entre en gana, con absoluta libertad de conciencia? ¿En el empresario que se "atreve" a negarse a pagar "comisiones" o la autoridad que se "atreve" a negarse a corromperse por unas cuantas monedas más en su bolsillo, o en el que cree que todo lo puede resolver a "realazos" porque "todo hombre tiene su precio"? Hay miles de situaciones similares en las que podemos hacernos la pregunta: ¿Quién es el verdaderamente nuevo? ¿En cuáles de ellos se puede poner, sin riesgo, el trozo nuevo de tela como remiendo? ¿Dónde está la novedad en todos esos casos?

Se equivoca quien cree que la novedad está en seguirse dejando dominar por el mal, por el odio, por el egoísmo, por el materialismo. Esas son actitudes de vejez. Eso es lo que marca la antigüedad del hombre, lo que lo hace anciano, lo que lo hace decrecer. Lo verdaderamente nuevo es lo más antiguo que existe sobre el mundo: el amor. Es la novedad más antigua, más eterna, más renovadora desde el inicio del mundo. Por el amor, Dios hizo nuevo el mundo y lo puso en manos del hombre, que era en ese momento totalmente nuevo, Adán. Lamentablemente, esa novedad la destruyó el mismo hombre, haciéndose viejo recién estrenado, con el pecado. Haberse apartado de Dios lo hizo anciano. Le quitó la frescura, la lozanía, la juventud del amor. Y empezó la vejez a hacer estragos: "Esa que me diste por compañera", "¿Qué tengo que ver yo con mi hermano?", "Saca a esos hombres para que nos acostemos con ellos", "Se confundieron las lenguas de los hombres para que no se entendieran entre ellos"... La ancianidad del hombre estaba decretada...

La obra de Cristo fue la del restablecimiento de la frescura de lo nuevo. Vino a llenar de lozanía de nuevo la vida del hombre. Vino a imprimirle la novedad que el mismo hombre había perdido con su pecado. Jesús es el Hombre Nuevo, que viene a inyectar novedad. "He aquí que hago nuevas todas las cosas", dice Jesús. Es Él quien verdaderamente refresca toda la realidad. Y quienes se han dejado renovar por Él son los que han hecho nuevo al mundo, quienes le han hecho sentir la brisa refrescante del amor. Es el amor de Jesús el que los ha renovado y con esa novedad ellos han logrado dar cierta frescura a un mundo que lo añora urgentemente.

El mundo, realmente, no quiere seguir viviendo en la vejez. Aun cuando está caminando por el desfiladero, cayendo por un barranco, sabe en lo más profundo que ese camino es el de su propia destrucción. Quienes gritan a los cuatro vientos que no hay que dejarse dominar por "lo que está pasado de moda", y mucho menos por "el que está pasado de moda", están íntimamente convencidos de que hay que cambiar de ruta y de estrategia. Lamentablemente, piensan que dejarse llevar por este camino que es el único que dará novedad, les quitará fama, los dañará, los anulará, los "rayará". Y nada más lejos de la realidad. La novedad más atractiva, la que está más sobre el tapete, la alternativa más fresca, es la de Jesús, la del amor, la de la justicia, la de la fraternidad, la de la solidaridad. Sólo así el mundo se hará realmente nuevo.

La autoafirmación enfermiza del hombre en sí mismo no ha satisfecho las necesidades. Lo que ha hecho es crear más. Cada vez más el hombre es más indigente, pues necesita más ardientemente de las "cosas" para sentir algo de satisfacción. Y mientras más se llena de cosas, colocándose lejos de Dios, más vacío está, menos satisfecho se siente. Envidio la satisfacción de la Madre Teresa, de Maximiliano Kolbe, del maestro fiel, del empresario y la autoridad honestos... Conciencias como las de ellos está limpias, sin sentir ningún reproche, porque están absolutamente renovadas. Para ellos estuvo muy claro siempre que Jesús no pasa de moda, que es la verdadera y única novedad. La que satisface plenamente...

Sí señor... Jesús no pasa de moda jamás. Él es la novedad siempre nueva, la que no envejece. Su amor es la primera necesidad de todos los hombres. Y lo más grande que podemos vivir es la satisfacción de tenerlo siempre a la mano. Que basta con estirar la mano y abrir el corazón para llenarse de él y luego, ser instrumento de ese amor para todos los hermanos. Así llevaremos la novedad del amor a todos los rincones... Llevaremos a Jesús, que nunca pasa de moda...

2 comentarios:

  1. Llevar a Jesús a través de nosotros, para ello la transparencia necesaria la pido día a día. Que mi corazón muestre siempre lo que verdaderamente hay en él.

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  2. Padre Viloria!!!! no me había dado cuenta que me ha colocado en su lista de Blogs amigos!!!! Que detalle, gracias.Bendición.

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