miércoles, 8 de julio de 2020

Nos eliges y nos llamas porque estamos en tu corazón lleno de amor

Cómo murió cada uno de los doce apóstoles?

Un ejercicio interesante que podríamos hacer con cierta frecuencia los cristianos, es repasar la lista de nombres de los doce apóstoles, elegidos desde el principio por Jesús para ser sus aliados en esos alrededor de tres años en los que estuvo realizando su peregrinaje público en medio del pueblo. La elección de cada uno está atestiguada en los Evangelios. Destaca en ella la infinita libertad con la que actúa Jesús, pues no hay en ella un criterio único por el cual debía ser calibrada la calidad de cada uno de los elegidos. Si Jesús hubiera seguido los procedimientos de los expertos actuales de recursos humanos de las empresas interesadas en la selección de personal, podríamos avizorar lo engorroso que hubiera resultado toda esa actividad de reclutamiento. Los candidatos deberían reunir una cantidad de requisitos necesarios que llenaran el perfil deseado, con conocimientos suficientes en el campo para el cual se solicitan, con cualidades humanas que no solo llenen las exigencias profesionales, sino que los impulsen a capacidades gerenciales para el discernimiento y toma de decisiones y para que los hagan de alguna manera personas también agradables para su entorno, con visión de futuro y acuciosidad que le hagan estar abiertos a las novedades relativas a su campo de trabajo y no quedarse anclados en lo de siempre, con un espíritu de fidelidad y compromiso por la empresa que asegure que siempre buscará lo mejor para ella incluso muchas veces por encima de sus intereses personales. Un gerente de recursos humanos jamás podrá dejar de lado estos criterios, y seguramente otros muchos más, que podrían llegar a ser fundamentales para poder realizar bien la tarea que le corresponde. Sin embargo, cuando repasamos la manera en la que actúa Jesús podemos concluir que de técnicas de recursos humanos para la selección de personal no tenía ni idea. No es esta la preocupación de Jesús. No lo mueven a Él esos criterios humanos perfeccionistas. Y ya vemos cómo le fue... Del que puso de primero de todos recibió una de sus mayores traiciones, al negar por tres veces que lo conocía. Ese mismo después de ser alabado por dejarse inspirar por Dios, fue rechazado porque se dejó llevar por Satanás, y además comenzó a hundirse en el mar cuando dejó de confiar absolutamente en su jefe. Otro, aquel en el que había confiado los bienes materiales del grupo, es quien lo vende a sus perseguidores y es el causante instrumental de su muerte. Alguno más lo siguió entusiasmado pues puso en Él su esperanza de hacer de Israel el pueblo dominante sobre todos los demás pueblos, haciéndolo una potencia política y militar sin igual que subyugaría a todo el que no se le sometiera. Otro lo despreció porque provenía de Nazaret. Un par de hermanos del grupo le pidió permiso para hacer caer fuego sobre aquellos que no lo recibían y así exterminarlos, convencidos de que esa era la manera más razonable de actuar contra esos infieles. Esos mismos hermanos, conspirando contra los demás del grupo, se le acercaron furtivamente a Jesús para pedirles formalmente que los colocara siempre en el primer lugar delante de todos, para así dominar sobre ellos. Esto hizo que todos los demás se remordieran de celos y de rabia contra ellos. Y así, pudiéramos seguir refiriendo los desatinos que se dieron en ese grupo original... Por no haber cumplido los cánones básicos de reclutamiento de personal, ese grupo de convocados fue un total desastre. Humanamente, fueron un total desastre.

Es ésta una demostración de que en todo lo que se refiere a Jesús y a su obra, no podremos nunca pretender rebajar el criterio a lo simplemente humano, aunque Él jamás renuncie a hacer del hombre su socio principal. La motivación de la elección que tiene el Señor trasciende con mucho las capacidades humanas. No se basa en lo que posean los hombres, sino en lo que posee Él. Y en eso no habrá nunca duda de que están llenos absolutamente todos los requisitos. Lo único que mueve a Jesús y que será el único criterio que seguirá, es el de su amor. Amor por toda la humanidad, porque la quiere reconquistar, y amor por cada hombre en particular, porque lo quiere tener a su lado para que lo ayude en esa reconquista. Es el criterio de selección que utiliza Jesús con los apóstoles, y es el que utilizará en toda elección que hará en toda la historia, es decir, también en la nuestra. No somos elegidos por los valores que hayamos podido demostrar delante de Él y que, por lo demás, son casi inexistentes, sino por el infinito amor que nos tiene. No son las capacidades que tengamos las que motivan su elección, sino las que estamos dispuestos a recibir, dejándonos llevar de su amor. No existe manera, entonces, en que podamos alimentar nuestro orgullo o nuestra vanidad, al sabernos llamados por Jesús a ser de su grupo. Por el contrario, debemos siempre pensar en que si en aquel grupo de privilegiados sobre los cuales luego construyó la Iglesia, siendo cada uno de ellos una de las columnas que la sostiene como instrumento que lleva adelante para todo lo que resta de historia la obra más delicada que puede jamás pensarse, como es la de la conducción de cada hombre y de toda la humanidad a la salvación, si en ese grupo, decíamos, encontró esa inmensa y desastrosa variedad que hubiera desilusionado a cualquier jefe, nosotros no podremos jamás tener la pretensión de ser mejores que ellos. Seguramente los superaremos, sí, pero en torpeza. "En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. ... A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: 'No vayan a tierra de paganos ni entren en las ciudades de Samaría, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que ha llegado el reino de los cielos'". Aquellos pueden cumplir su misión porque tienen el poder de hacerlo, no por ellos mismos, sino por Aquel que los ha elegido y los envía. Se ponen en sus manos y por ello pueden hacerlo. Exactamente así debe suceder con cada uno de nosotros.

No debe preocuparnos el ser idóneos, sino la capacidad de dejarnos hacer idóneos según los criterios de Cristo. Puede llegar a surgir en lo más profundo de nuestro corazón ya conquistado por Jesús la pregunta sobre lo que puede resultar más inquietante para nosotros mismos: "¿Por qué yo, Señor? ¿Por qué me has elegido precisamente a mí? ¿A mí, que no he hecho más que ofenderte, que tengo vergüenza de ti delante de los demás, que soy un cobarde cuando se trata de defenderte a ti y a la Iglesia, que no sé casi nada de ti, que solo busco destacar en mi vanidad, que soy un reincidente continuo en el pecado, que no me atrevo a dar el paso para confiar en ti y en tu amor?" Son las inquietudes más razonables que tiene quien se sabe elegido y que quiere seguir siéndolo, pero en la solidez de la convicción de que es lo que Jesús quiere. Es la búsqueda de cimiento en el cual sentir al menos alguna seguridad. Y la única manera de lograr tenerlo es afinar el oído para escuchar la respuesta que da Jesús a todo el que se pregunta con honestidad lo mismo: "Porque te amo". Al elegirnos como somos, sabiendo nosotros lo que somos, el riesgo lo corre Él y su amor, no nosotros. Esto nos llena de una serenidad inmensa, que nos lanza con tenacidad a la obra que Él quiere que cumplamos. Así como Él nunca dejará de luchar por mantenernos a su lado tampoco lo hará para que nos sintamos seguros en Él. El tiempo de lejanía de Él, de desierto, de sequedad, llega a su fin cuando nos hacemos conscientes de su elección y de la motivación última que tiene para elegirnos, que es su amor eterno por nosotros. La elección no es solo una mirada puesta sobre nosotros o una llamada hecha con nuestros nombres, sino que apunta a algo mayor. Es la posibilidad de ser totalmente suyos, con una vida que estará toda ella traspasada por la presencia compensadora y totalmente satisfactoria de Jesús en la vivencia cotidiana, y que llegará a ser ordinaria a fuerza de ser continua, del amor que todo lo llena y que todo lo explica, y que para todo nos capacita, dejando atrás el tiempo de las imposibilidades. "Siembren con justicia, recojan con amor. Pongan al trabajo un terreno virgen. Es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre ustedes la justicia". En la elección que hace sobre nosotros Jesús hace gala del mejor criterio que lo motiva, que es el de su amor por nosotros. En la respuesta debemos hacer que se siga el mismo criterio. Si nos hemos dejado elegir por Él es porque además estamos dispuestos a seguir con Él asumiendo todas las consecuencias. Su amor nos elige y nos capacita. Nuestro amor le responde que sí y confía radicalmente en que Él nos hará capaces para hacer lo que nos pide.

5 comentarios:

  1. Excelente oportunidad para servirle a Dios gracias

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  2. Fuí elegida por El...... Su amor me llena y guía para ser su instrumento.....

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  3. Al elegirnos como somos, sabiendo nosotros lo que somos, es solo porque nos ama.Debemos entonces escuchar su mensaje y llevarlo a aquellos que injustamente son tratados sin derechos y sin voz.

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  4. Somos elegidos como sus discípulos. El Espiritu Santo nos inspira tanto para transmitir el mensaje como para vivirlo. Por eso me no debemos tener miedo, como el mismo nos lo recuerda...

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  5. Somos elegidos como sus discípulos. Con toda nuestra historia, con lo que somos. Y el Espiritu Santo nos ilumina para transmitir su palabra y vivirla...por eso no debemos tener miedo.

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