domingo, 2 de mayo de 2021

Solo unidos a Jesús tendremos vida en nosotros y viviremos para el amor

 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» - Un mensaje cada día - YouTube

La imagen agrícola de la vid es una de las más socorridas por Jesús en sus enseñanzas. Para un pueblo en el cual la labor agrícola, y más concretamente, la del cultivo de la uva para su sustento, recurrir a ella es una muestra de la sabiduría pedagógica de Jesús, que echa mano frecuentemente de imágenes cotidianas para dejar claro el mensaje que quiere hacer llegar a sus oyentes. En este caso ya no se trata solo de una parábola, sino de una alegoría, pues apunta a la identidad de Jesús en concreto. Ya no es la imagen de la semilla que se echa en el campo, o la de la oveja perdida que es recuperada por el pastor, o la de la sal y la luz con la que se da sabor a la comida o se ilumina una estancia. Se trata ahora del mismísimo Jesús que es quien sustenta la vida de la planta entera, y para la cual es esencial mantenerse unida a Él a riesgo de que si no lo hace, inexorablemente muere y es echada al fuego eterno. Los judíos conocían perfectamente esta realidad pues, o eran ellos los mismos agricultores y viñadores, o eran asistentes frecuentes a las acciones de ellos. En todo caso, Jesús deja bien clara la necesidad de la unión estrecha y vital de sus discípulos con su persona y con su palabra para mantenerse vivos en la fe: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí, y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que desean, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que den fruto abundante; así serán discípulos míos". La vida del discípulo tiene su fuente en Jesús. Separado de Él, solo obtendrá la muerte.

Esta vida que da Jesús es una vida que plenifica a cada discípulo. Lo llena de la plenitud de la gracia, lo encamina por la ruta de la fidelidad, lo que le da la razón sólida de la felicidad total, lo hace entender en lo más profundo la riqueza del amor de Dios en su corazón. Es una experiencia que trasciende la del simple conocimiento personal o la de la compensación afectiva que pueda requerir el discípulo. No se trata solo de una experiencia romántica en la profundidad del espíritu humano, aunque tenga visos de amor entrañable y totalmente compensador. Por ser una experiencia del amor de Dios por todos los hombres, trasciende la experiencia personal. Siendo una riqueza que se vive en lo más íntimo del corazón humano, va más allá, pues el amor es naturalmente difusivo, a riesgo de que se quede estático y muera a fuerza de la inacción. El amor vivido y compartido hace que desaparezca el peligro del anquilosamiento y del entumecimiento del corazón, con la consecuente muerte del amor y la pérdida de la experiencia más sublime que puede tener el hombre. Es la salida hacia el hermano, en la vivencia compartida del amor fraterno, la que asegura la solidez del amor que se vive y su crecimiento en la compensación personal: "Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio". El mandamiento del amor es doble: creer en Jesús como enviado por amor del Padre para nuestra salvación, y amarnos los unos los otros con la misma calidad con que Cristo nos amó.

Este mandamiento sencillo de Dios y la exigencia que acarrea para los cristianos, fue asumido por los primeros discípulos de Cristo, que se lo tomaron muy en serio y muy responsablemente. Sabían que incluso su propia salvación dependía de que aceptaran su compromiso con seriedad y procuraran dar a conocer la Verdad luminosa de Cristo, de su amor y de su salvación, y dejaran que el amor que había sido derramado en sus corazones se expresara libremente hacia todos, de manera que ese amor fuera el atractivo mayor para que los otros también se atrevieran a dar el salto de la fe. Su testimonio convincente y su estilo de vida confiado en el amor era lo que se presentaba a la vista de todos. Y era eso precisamente lo que lograba que más y más se unieran al bando de los creyentes. Y se daba entre judíos y paganos. No había exclusividad, pues la salvación de Dios es universal. Bastaba que todos se sintieran convocados por el amor para gozar de la novedad de vida que los llevaría a la salvación eterna: "Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo". La obra de aquellos primeros enviados fue realmente ingente. Se dificulta mucho imaginar la cantidad de avatares por los que tuvieron que pasar. Solo se explica si nos percatamos de que ellos tenían su vida fundada en la promesa de Jesús y en la fuerza del Espíritu. Jesús para ellos era la vid de la cual no podían despegarse jamás si se querían mantener con vida y con la ilusión necesaria para ser testimonios del amor de Dios. Es lo mismo que debemos asumir los cristianos de hoy.

3 comentarios:

  1. Señor, NO permitas que me separe NUNCA de tí y que mi fruto no sea un veneno para los demás...🙏🛐♥️🌿🍇

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  2. Te alabo y te bendigo Señor por regalarme la Fe y formar parte de su sarmiento. Quiere serlo siendo Fiel y testimonio de ti con los hermanos. Y síguenos dándonos férrea fe de San Pablo que después de su encuentro contigo no hizo caso a los avatares y penurias para anunciarte. Te lo pedimos Señor!!!¡

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  3. Señor, fuimos elegidos para un sólido fundamento de injertarnos en la vid del Dueño y dar buenos futos; ojalá seamos capaces de dar a los demás el mismo amor que cada uno de nosotros, recibimos de Jesús..

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