miércoles, 12 de mayo de 2021

El Espíritu Santo completa la obra de Jesús en el corazón de los hombres

 Archidiócesis de Granada :: - “Cuando venga el Espíritu de la verdad os  guiará hasta la verdad plena”

Jesús cumple perfectamente la tarea que le ha encomendado el Padre Dios. Ha revelado con hechos y con palabras quién es Dios, su esencia de amor, su deseo de tener consigo a todas sus criaturas, por lo cual lo envía a Él para servir de rescate para toda la humanidad que estaba perdida por el pecado y por la oscuridad de la muerte eterna. Su ciclo llega a su final, cuando recupera la gloria que había dejado entre paréntesis en su periplo terreno, al resucitar y ascender a los cielos, la morada que naturalmente le corresponde y que seguía reservada para Él. Pero esta vez, al culminar su obra, esa morada ya no será solo suya, sino que lleva consigo a todos los rescatados, dándole a cada uno la posibilidad de entrar también en esa gloria que solo a Él le corresponde, pero que convierte en don de plenitud para todos. Su "regreso" al cielo, donde recupera toda la gloria dejada a un lado en su periodo terrenal, no es abandono de aquellos a los que ha rescatado. Él mismo promete su presencia para siempre: "Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos". Y la potencia con el envío de su Espíritu, que completará su obra en la humanidad, llevando a cada hombre a la plenitud de la vivencia del amor, de la justicia y de la verdad. De ese modo se da la implantación del Reino de Dios en el mundo que Dios añora para todos. Dios nunca ha dejado solo al hombre, pues su deseo más vivo es que el hombre sea suyo, que sea reflejo de su gloria, que viva verdaderamente el ser imagen y semejanza suya en el amor fraterno, cuyo modelo es el amor que se vive naturalmente en la vida íntima de la Santísima Trinidad. La meta es que los hombres lleguen a ser copia fiel y exacta del Dios trinitario. Es lo que Dios quiere procurar en el hombre, pero es lo que los hombres deben también añorar para vivir la plenitud de su felicidad. Cada hombre debe descubrir lo que más le conviene para avanzar en la ruta de la felicidad. Dios hará su mejor parte para intentar convencer a todos. Por ello, el don del Espíritu es un nuevo esfuerzo de Dios para lograrlo, pues Él es el don que animará, que buscará disponer los corazones de los hombres para que acepten, reciban y vivan en el amor, que iluminará las mentes y llenará los corazones del fuego divino que atraerá con el imán del amor a los hombres que lo reciban. 

Ya casi al final de su estancia física entre los hombres, Jesús les anuncia a todos la intención de enviar su Espíritu para que los hombres no queden solos. Ha dejado su propio ser como alimento que fortalece y da la vida en la Eucaristía, ha dejado el sacerdocio ministerial como ejercicio del pastoreo amoroso que Él ha realizado con la humanidad como el Buen Pastor y que sus elegidos y enviados deben realizar con la mayor fidelidad, ha regalado a cada hombre a su Madre amorosa como madre propia para que sientan la ternura del corazón de la mujer que sirvió de puerta de entrada del Salvador a la tierra. Pero, por si esto fuera poco, y en atención a la continuidad de la obra divina, ya lograda completamente por su entrega, dona su Espíritu para que esa obra se complete, no porque le falte algo, sino porque requiere la aceptación plena de parte de la humanidad. Es el "Ya pero todavía no" de San Pablo. Ya hemos sido salvados, pero todavía no, hasta que rindamos nuestro corazón plenamente delante de Dios y de su amor. Es la obra del Espíritu: "Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que recibirá y tomará de lo mío y se lo anunciará". La obra del Espíritu no sustituye la eficacia de la obra de Jesús. Esta ha sido llevada a cabo exitosamente por el rescatador de la humanidad, Jesús de Nazaret. La encomienda de Jesús fue cumplida perfectamente. Los hombres hemos sido rescatados y salvados por el sacrificio redentor de Cristo y por su resurrección gloriosa. Al Espíritu se le encomienda ahora la nueva tarea de consolidación en el corazón y en la vida de los hombres de aquella redención lograda por Jesús.

En efecto, el Espíritu, tal como lo hizo el mismo Jesús, asume su responsabilidad con toda seriedad y se hace el compañero de camino de los enviados al mundo a anunciar el Evangelio del amor. Ilumina las mentes de los discípulos, pone las palabras necesarias en sus labios, los llena de ilusión en el cumplimento de su misión, les da la fortaleza que necesitan para enfrentar el mal que les viene en contra, va disponiendo las mentes y los corazones de los oyentes para que empiecen a inclinarse a aceptar esa verdad del amor divino. Es impresionante la altura de las consideraciones teológicas a la que llegan aquellos hombres enviados, para los cuales eran, también para ellos, verdades nuevas. El Espíritu no solo inspira la verdad que hay que anunciar, sino que propone nuevas maneras de hacerlo, aprovechando giros, usos y tradiciones doctrinales locales que apoyan lo que anuncian. Es lo que hoy llamaríamos "Inculturación del Evangelio", de lo cual hace uso magistral San Pablo en su visita al areópago ateniense: "Atenienses, veo que ustedes son en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando sus monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”. Pues eso que ustedes veneran sin conocerlo se lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, Él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a Él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de los poetas de ustedes: “Somos estirpe suya”. Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien Él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos". El Espíritu hace su parte, facilitando la llegada de una verdad comprensible en términos humanos a los oyentes. Impera, por supuesto, la libertad humana en la aceptación de esa verdad. Será tarea de los enviados seguir dejándose inspirar por el Espíritu. Y será tarea del Espíritu seguir inspirando a los anunciadores, y disponiendo las mentes y los corazones de los oyentes para aceptar la verdad y el amor, y así, alcancen la salvación.

3 comentarios:

  1. El Espíritu Santo nos lo da para que tengamos los mismos sentimientos de Jesús y podamos asumir en nuestras vidas las actitudes que favorecen la paz y comunión☺️

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  2. El cristiano se abre a la voz del Espíritu. La fe tiene que ver con el camino en el que el Espíritu revela la plenitud y lo explica todo en la persona de Jesús.

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  3. El cristiano se abre a la voz del Espíritu. La fe tiene que ver con el camino en el que el Espíritu revela la plenitud y lo explica todo en la persona de Jesús.

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