sábado, 15 de mayo de 2021

Dios sigue contando con nosotros para salvar al mundo

 Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre

En el libro del Profeta Isaías nos encontramos con una frase pronunciada por Dios, que describe perfectamente el itinerario que sigue su Palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesús de Nazaret, Dios que se encarna para rescatar a la humanidad perdida: "Así como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será próspera en aquello para lo que la envié". Es el periplo exacto que sigue Jesús. Él es la Palabra de amor pronunciada por el Padre sobre el mundo, con lo que cumple su promesa hecha desde el principio, con la cual se compromete a llevar adelante la gesta de recuperación del hombre que se había perdido por el pecado. Es la promesa que sustenta la esperanza que motiva al pueblo elegido a querer seguir siendo suyo, a pesar de la cantidad de incongruencias vitales que una y otra vez demuestran, con lo que se confirma la obcecación que produce el pecado cometido. Durante toda la historia de salvación narrada por los autores divinos, nos encontramos con todos los esfuerzos realizados por Dios para mantener a ese pueblo cercano a sí. No es otra cosa que la certificación de que ese Dios no ha dejado al hombre a su propio arbitrio, el que ha demostrado que sin la conducción del mismo Dios será como dar coces contra el aguijón, como el camino del ciego que no sabe hacia dónde avanzar, por lo cual es absolutamente necesaria la pronunciación de su Palabra de amor sobre la humanidad añorante del cumplimiento de la promesa. Pues bien, esa Palabra es Jesús, Dios que se hace hombre, que asume sobre sus espaldas la responsabilidad de fertilizar la tierra que es el hombre, para que reciba la salvación y la plenitud que Dios quiere para él.

Jesús asume que ha sido enviado a cumplir una misión. Es la misión del amor misericordioso del Padre que procura el rescate de la humanidad. Al Padre lo mueve el amor que tiene a sus criaturas. No las ha creado para que lleguen a una condenación absurda, sino para que, avanzando junto a Él, lleguen a la plenitud de su amor y de su alegría. Y el Hijo se sabe pieza esencial en este itinerario de salvación de la humanidad, por lo que acepta con agrado la encomienda. No es un simple instrumento para la salvación de los hombres, sino que asume activamente la parte que le corresponde. Sencillamente porque también Él ama con intensidad al hombre, sujeto y último beneficiario de su entrega. Por eso llega a acometer el absurdo de una entrega que no le beneficiaba en nada, sino que, al contrario, lo hace víctima de algo en lo que no tiene ninguna culpa: "En verdad, en verdad les digo: si piden algo al Padre en mi nombre, se lo dará. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan, y recibirán, para que la alegría de ustedes sea completa. Les he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que les hablaré del Padre claramente. Aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que yo rogaré al Padre por ustedes, pues el Padre mismo los quiere, porque ustedes me quieren y creen que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre". La tarea de Jesús, siendo principalmente la del rescate de los hombres de su situación de postración, es finalmente la de revelar a todos el amor original del Padre, que no quiere que se pierda uno solo de sus hijos, y que, al contrario, está dispuesto a hacer todo en favor de su rescate y de su salvación. Por ello, el Padre será siempre fuente de beneficios para los hombres y jamás dejará de serlo. Lo ha demostrado fehacientemente en la entrega de su propio Hijo al mundo. Por ello, teniendo al Padre de nuestra parte, nunca dejará de responder a nuestras peticiones en nombre de Cristo, cuando nuestras peticiones sirvan para mantenernos cercanos a Él.

Luego de la partida de Jesús, este favorecimiento total de Dios hacia aquellos que se decidían a ser sus discípulos, dejándose conquistar por el amor y haciéndose anunciadores de ese amor, se hizo cada vez más evidente. El Espíritu Santo, también enviado por el Padre y el Hijo como alma de la Iglesia naciente, y razón de vida de todos los anunciadores, llevaba a plenitud la obra de Cristo, suscitando cada vez más seguidores, conquistados por la noticia feliz del rescate de la humanidad en cumplimiento de las promesas hechas por Dios desde aquel principio de la historia de salvación. Tanto en Jerusalén como en todas las ciudades por las que pasaban y en las que anunciaban el amor de Dios a todos, cada vez más hombres y mujeres se iban agregando a ese nuevo pueblo de salvados, y asumían también su tarea de multiplicadores de la alegría por todos lados. Se preocupaban porque la noticia estuviera sólidamente fundada en la verdad del mensaje de amor. Y así, conquistaban y formaban a aquellos que se disponían a ser instrumentos eficientes en la obra de salvación de Dios: "Pasado algún tiempo en Antioquía, Pablo marchó y recorrió sucesivamente Galacia y Frigia, animando a los discípulos. Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras. Lo habían instruido en el camino del Señor y exponía con entusiasmo y exactitud lo referente a Jesús, aunque no conocía más que el bautismo de Juan. Apolo, pues, se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Áquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Una vez llegado, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías". La fuerza del Espíritu era incontenible. Y las conversiones se multiplicaban por donde era anunciada la verdad de Jesús y de la salvación por amor. Por ello, para demostrar todos nuestra sumisión a quien nos ha elegido, debemos dejar que el Espíritu siga actuando, siendo nosotros instrumentos en sus manos para seguir anunciando el amor y la salvación de Cristo, que tanto necesita nuestro mundo hoy.

1 comentario:

  1. Jesús, al hablar de su partida, les promete a sus discípulos el Don del Espíritu santo y les recuerda que sus súplicas pueden ser escuchadas por su Padre, debido a esa promesa de Jesús como intercesor, llamamos a las puertas del corazón del Padre.

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