lunes, 10 de mayo de 2021

El gozo del anuncio se basa en la profundidad del amor de Dios

 Cuando venga el Paráclito dará testimonio de mí

No hay duda de que la vida de la Iglesia naciente, en la que eran tan activos los apóstoles y los primeros discípulos de Jesús, estaba toda ella surcada por la presencia del Espíritu del Señor, que Él había prometido para que fuera su alma y su razón de vida. Sin ese Espíritu, que es donación amorosa de Dios a esos primeros hombres y mujeres que creyeron y que fueron enviados al mundo para anunciar la Buena Nueva de la Redención, el cuerpo de la Iglesia habría sido un cuerpo inerte, sin vida, pasajero, intrascendente. Porque el Espíritu era su vida y porque iluminaba e inspiraba todas las ideas, las acciones, las rutas que debía seguir, se puede afirmar que era un ente con vida y con influencia en los hombres que recibían el anuncio que les llevaban los enviados. Él no solo inspiraba lo que debía ser anunciado sino que disponía el corazón de los oyentes para que, abriéndolos, aceptaran ese amor derramado sobre ellos y vivieran luego de acuerdo a él. Los apóstoles y discípulos que tenían la tarea del anuncio de la noticia más maravillosa que se podía escuchar, aun cuando lo hacían con el concurso de su voluntad y de su propio discernimiento, por lo cual eran hombres y mujeres convencidos de lo que estaban viviendo, se sabían principalmente instrumentos en las manos del Espíritu, que era finalmente el verdadero protagonista de aquella primera evangelización. Por ello, con la máxima docilidad, se dejaban llevar, iluminar y conducir por Aquel que daba la fuerza y que le daba todo el sentido a la tarea que ellos llevaban adelante. Sin esta doble realidad, por un lado la propia experiencia de salvación que vivían los mensajeros, y por la otra, la presencia del Espíritu que daba la vida, hubiera sido imposible aquella ingente tarea que llevó adelante la Iglesia en aquellos primeros días de su existencia y de su misión.

Atendiendo precisamente a esa inspiración del Espíritu, Pablo y sus compañeros se lanzan a la aventura apostólica de conquista de otras tierras para Jesús. El Espíritu los conduce a esas tierras prácticamente desconocidas, tierras de paganos, de hombres y mujeres que podían ser judíos, pero que vivían entre paganos, y en muchas ocasiones habían abandonado la ley de Moisés. Por un lado, este abandono de los antiguos judíos y la ausencia absoluta de conocimiento del judaísmo de parte de los paganos, hacía que la empresa fuera muy cuesta arriba. Ciertamente había un resto de fieles al judaísmo, más bien prosélitos, es decir, cercanos a Yhavé, que mantenía viva su experiencia de fe, y eran el mejor caldo de cultivo para el anuncio de la nueva ley: "El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: 'Si están convencidos de que creo en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa'. Y nos obligó a aceptar". Son las primeras conversiones fuera de las tierras israelitas, que acogen entusiasmados aquellos que se dejaron arrebatar por el amor de Cristo, y se sintieron ilusionados con su seguimiento. El Espíritu, fortaleza y vida de la Iglesia, hacía su parte inspirando e iluminando a los enviados, y moviendo el corazón y el espíritu de los oyentes. Aquellas fueron las primeras conversiones en el continente europeo. La primera cristiana de Europa fue una mujer, Lidia de Tiatira, precursora de los conversos y cristianos europeos.

Esta expansión de la nueva ley del amor, que era el fundamento de aquella nueva religión que se extendía por el mundo entero, en la que Dios mismo tomaba papel protagónico vivificando a sus elegidos y siendo el alma de esa nueva comunidad de salvados y de salvadores, había sido anunciada en las palabras de despedida de Jesús. En sus discursos finales, en los que pone la verdad diáfana a la vista de los apóstoles, anuncia el envío del Espíritu, que será al fin la causa de vida para todos como Iglesia que iba naciendo y se consolidaba en el mundo: "Cuando venga el Paráclito, que les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí; y también ustedes darán testimonio, porque desde el principio están conmigo. Les he hablado de esto, para que no se escandalicen. Los excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que les dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, se acuerden de que yo se lo había dicho". Jesús es brutalmente claro en el anuncio del futuro que les espera a los enviados. No pone paños tibios para que crean algo distinto. La realidad será de dolor y de persecución, incluso de muerte. Pero tendrán la fuerza del Espíritu para ser guiados y consolidados en su tarea. El sufrimiento es parte del anuncio. Quien asume esta responsabilidad debe asumir también sus consecuencias. El dolor no deslegitima la misión. Al contrario, confirma que se está en el camino correcto hacia la plenitud. Un  tiempo de dolor preludia la llegada a la meta de la felicidad plena y a la experiencia ya inmutable del amor en la eternidad. La compensación no es la ausencia de purificación en el dolor, sino la confirmación de la experiencia del amor de Dios sobre los enviados y sobre aquellos que recibirán el anuncio, y la llegada a la meta final del gozo eterno, en el que solo habrá experiencia de amor y de felicidad.

4 comentarios:

  1. Creemos en ti Señor y te amamos, refuerza tu espíritu en nosotros para poder dar testimonio de Fe, Amor y Santidad☺️

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  2. La iglesia que iba naciendo y consolidándose en el mundo, a través de los discursos de los apóstoles, el padre interviene enviando el Espíritu Santo para que ellos experimenten el amor y la felicidad en sus nuevas acciones, para afrontarlas con confianza,fidelidad,dignidad y valentia que los llevara a vivir el goce de la plenitud eterna,y que sólo se consigue permaneciendo en Jesús.

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  3. La iglesia que iba naciendo y consolidándose en el mundo, a través de los discursos de los apóstoles, el padre interviene enviando el Espíritu Santo para que ellos experimenten el amor y la felicidad en sus nuevas acciones, para afrontarlas con confianza,fidelidad,dignidad y valentia que los llevara a vivir el goce de la plenitud eterna,y que sólo se consigue permaneciendo en Jesús.

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  4. La iglesia que iba naciendo y consolidándose en el mundo, a través de los discursos de los apóstoles, el padre interviene enviando el Espíritu Santo para que ellos experimenten el amor y la felicidad en sus nuevas acciones, para afrontarlas con confianza,fidelidad,dignidad y valentia que los llevara a vivir el goce de la plenitud eterna,y que sólo se consigue permaneciendo en Jesús.

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