lunes, 31 de mayo de 2021

Nuestra Madre María es la Mujer más noble de la humanidad, nuestro modelo

 La Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel | Servicio  Catolico Hispano

Los gestos de amor de Dios por sus elegidos no dejan de sucederse en la historia de nuestra salvación. Y tampoco los personajes que nos los hacen claros. Toda esta historia está imbuida por acciones que nos gritan claramente que Dios nos ama infinitamente y que ese amor estará siempre presente en ella. No hay un solo segundo en el que Dios deje de amarnos, pues de ser así, desaparecería todo lo que existe, ya que significaría que Dios, que es el amor por esencia, habría desaparecido, y eso, por concepto, es un imposible que nunca deberá suponerse que pueda ocurrir. Desde el mismo hecho de la creación de todo lo que existe, Dios asume su amor como el compromiso más serio. No crea y abandona. Crea y se compromete, y es fiel al amor hacia su criatura predilecta. Por ello, toda la historia está transida de demostraciones de amor, que jamás dejarán de estar presentes. Ante el pecado del hombre no deja que la decepción lo domine. Por supuesto, cede ante el escarmiento necesario por la traición que atrae una reprimenda, pero vence el amor, y por ello, en su infinita misericordia, no deja al hombre en la desesperanza y la postración, sino que promete un rescate para no dejarle en la condenación eterna. La historia, desde ese momento, se transforma en los esfuerzos que se repiten uno tras otro, para que el hombre no viva en una conciencia negativa, sino en una esperanza que va creciendo en el cumplimento de la obra de rescate. Cada paso que se da en esa historia no es sino la confirmación de que el Dios del amor siempre hará lo que sea necesario para lograr extraer al hombre caído de la muerte y de la oscuridad. "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley". Llega ese momento culminante de la historia, el zenit de la salvación, con el envío de su Hijo encarnado, que toma la carne del ser humano más noble que ha nacido sobre la tierra, nuestra Madre María, y que dona todo su ser para que su Verbo eterno entre triunfalmente en la tierra.

Toda esa historia de María marca la obra de la Trinidad Santa. Ella es la criatura de más alto rango que ha existido. Podríamos decir que en Ella Dios ha derramado su amor como cascada, pues desde Ella ese amor se transmitirá a toda la humanidad, al ser la puerta de entrada de la Gracia mayor que Dios hará caer sobre la humanidad postrada. El amor de María, símbolo del amor divino, seguirá siendo amor humano por Dios, y especialmente por su Hijo, que Ella sabe que es el Dios redentor del cual se hace depositaria en su seno. Y que ese amor, surgiendo de Ella, caerá sobre todos los hombres, necesitados de rescate. Es como si en su disponibilidad nos dijera que está dispuesta a renunciar a todo, como lo hará su Hijo, con tal de que el amor no tenga obstáculos para llegar a la humanidad entera: "Aquí está la esclava del Señor. Que se cumpla en mí según tu palabra". Ella es, de este modo, la mujer que será la Madre anunciada de quien aplastará la cabeza de la serpiente, la joven núbil que está encinta y que dará a luz un Hijo que será llamado Dios con nosotros, es la nueva Arca de la Alianza que contendrá la palabra de Dios, la mujer sin mancha, pues será el receptáculo de quien es la pureza infinita. La visita que hace a su prima Isabel, encinta en su ancianidad, con lo cual María manifiesta una sensibilidad extraordinaria, pues su prima se encontraba en necesidad de apoyo, sirve para comprender muy bien su figura de mediación en la salvación: "En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo: '¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá'". Es una descripción ideal de la figura de nuestra Madre, fundamental de nuestra historia de salvación. Lo más destacable es el reconocimiento de su maternidad divina que hace Isabel, al llamar a María "la Madre de mi Señor". No debe existir para nadie duda sobre esto, pues el nombre "Señor" es nombre exclusivamente divino e Isabel se lo atribuye al fruto del vientre de María. E incluso habla de la maravilla que sucede en su vientre, con el salto santificado de su propio hijo, que será Juan Bautista.

María, en su humildad extrema, hace el reconocimiento exacto de su figura en esta historia de salvación. Sin aspavientos admite la obra de Dios en Ella. Es una demostración concreta de su amor a Dios, en respuesta al amor que Dios le ha profesado eligiéndola para ser la Madre del Redentor. Es un momento sublime que nos abre una perspectiva nueva de servicio a los hermanos, pues nuestra Madre nos indica el camino de la disponibilidad y del amor fraterno. Siendo la Madre que Jesús nos ha regalado a todos, es nuestra primera hermana en el orden de la Gracia. Así como nos indica el camino que debemos seguir para ser fieles a Jesús: "Hagan lo que Él les diga", con su vida también nos dice a todos los que debemos hacer: "Hagan lo que yo he hecho". Es el modelo de obediencia a Dios y de servicio a los hermanos. Con Ella sabemos cuál es el camino que debemos seguir por delante. Y Ella, sin sentir orgullo ni vanidad, lo reconoce ante su prima Isabel: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre'". Ella es el orgullo de nuestra raza, la mujer en la que la humanidad ha alcanzado su cota más alta. Y es nuestra Madre que nos lleva a la presencia de su Hijo, tomándonos de su mano amorosa. Somos los más afortunados de los hombres, habiendo sido rescatados por el amor infinito de Dios, demostrado una vez más en el amor suave, materno y tierno de la Mujer más grandiosa de la historia, la Madre de Dios, y la Madre entrañable que nos regaló Jesús en sus momentos póstumos de entrega amorosa en la Cruz, en los que no podía estar ausente su Madre de amor.

5 comentarios:

  1. Demos gracias a Maria por permitirnos ser su compañia y por enseñarnos su calor y amor☺️

    ResponderBorrar
  2. PADRE ETERNO TE DOY GRACIAS Y ALABÓ TU SANTO NOMBRE...POR TU AMOR INEFABLE Y DOISTE CUMPLIMIENTO TUS PROMESAS POR MEDIO DE TE HIJO PREDILECTO JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR... Y NOS DEJÓ POR HERENCIA A MARÍA LA VIRGEN NUESTRA MADRE QUE EN TODO MOMENTO, EN NUESTRAS ALEGRÍAS, Y PREOCUPACIONES ESTÁ CON NOSOTROS.. OH SEÑOR permitenos llevar una vida de Santidad cumpliendo tus SANTOS MANDAMIENTOS TUS SANTAS LEYES TUS PRECEPTOS Empezando en mi familia. 🙏😘🙏

    ResponderBorrar
  3. Maria respondió, "yo soy la esclava del Señor", "que se cumpla en mí según su palabra" con éstas palabras, triunfó el poder de la misericordia.

    ResponderBorrar
  4. Maria respondió, "yo soy la esclava del Señor", "que se cumpla en mí según su palabra" con éstas palabras, triunfó el poder de la misericordia.

    ResponderBorrar
  5. La sensibilidad de nuestra Madre María nos guíe y mueva a salir de nuestra comodidad y a veces inmanencia. Ella, que es expresión del amor y ternura de Dios, nos tome de la mano en este camino, ...vayamos con ella proclamando la grandeza del Señor.

    ResponderBorrar