jueves, 14 de enero de 2021

La fe debe ser reflejo de nuestra naturaleza comunitaria

 Catholic.net - Señor, si quieres puedes curarme

Una característica esencial de la naturaleza humana, impronta que la define más allá de la sola existencia física, es la capacidad que tienen los hombres de entrar en relación con los demás. El hombre es un ser social. Su individualidad, con ser lo importante que es, no es suficiente para describirlo. Las funciones biológicas que lleva adelante su cuerpo físico son esenciales para mantenerse en la existencia, pero no lo hacen distinto de cualquier otra criatura de la naturaleza. Por lo tanto, lo que realmente define al hombre es su capacidad de elevarse ante su condición física y entrar en un plano superior que tiene que ver con su desarrollo intelectual y afectivo. El hombre será más hombre en tanto se desarrolle más en su intelectualidad y en su capacidad de entrar en relación con otros iguales a él. Su ser comunitario marca la pauta de su existencia. Desde sus primeros días como criatura, la sentencia del Creador fue: "No es bueno que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda adecuada". El otro es, así, ayuda para la existencia personal, sin la cual es imposible que el desarrollo de la propia humanidad sea una realidad. Si esto es verdad en general, lo es aún más en la realidad espiritual del hombre. La experiencia del encuentro con Dios, pudiendo darse de manera individual, pues depende de Dios cuando quiere entrar en contacto con alguno, es una experiencia más intensa y con sentido cuando se tiene de manera comunitaria. Dios utiliza algún intermediario pero con la finalidad de tener, por su mediación, contacto con todo el pueblo. Ese contacto individual siempre desemboca en un contacto con todo el pueblo.

La preocupación de los primeros predicadores cristianos, como el autor de la Carta a los Hebreos, era que el pueblo asumiera la importancia de esta vivencia comunitaria de la fe. En el pasado, esa experiencia fue negativa, por cuanto el pueblo, a pesar de las grandes manifestaciones del amor y el poder de Dios, le dio la espalda empeñado en la búsqueda de una experiencia de vida totalmente independiente de Dios. Pese a las grandes manifestaciones del favor de Dios por ellos, preferían en su soberbia y en su vanidad, avanzar por los caminos distintos que les proponía el pecado. La solidaridad en este caso, la entendían para el mal. Por ello la insistencia pone el acento en la asociación para el bien. A pesar de que esos caminos muy atractivos que ofrece el mal se presenten con visos de belleza, la realidad es que encaminarse por ellos representa la ruta equivocada que lleva al desprecio del bien y a la pérdida de la posibilidad de llegar a la plenitud prometida para la eternidad. No hay manera, en ese camino equivocado, de llegar a otro punto que no sea el de la oscuridad y la muerte: "Hermanos: Dice el Espíritu Santo: 'Si ustedes escuchan hoy su voz, no endurezcan sus corazones como cuando la rebelión, en el día de la prueba en el desierto, cuando me pusieron a prueba sus padres, y me provocaron, a pesar de haber visto mis obras cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso'. ¡Atención, hermanos! Que ninguno de ustedes tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo. Anímense, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este 'hoy', para que ninguno de ustedes se endurezca, engañado por el pecado. En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio". Para lograrlo, es muy importante esta conciencia de la necesidad de hacerlo unidos, dejando que el sentido comunitario de la experiencia de Dios prevalezca.

Este empeño de la unión entre todos para avanzar unidos al encuentro de Dios y la vivencia de la fe debe ser algo que se dé en todos los hombres. Todo lo que pueda llegar a entorpecer la incorporación de alguno a esta experiencia comunitaria debe tratar de ser desechado. La aparición de Jesús en el mundo, enviado por el Padre con el objetivo no solo de rescatar al hombre perdido, sino de hacerlo como una unidad -"Que todos sean uno"-, confirma que la intención de acentuar la fraternidad para que se viva como razón natural, entonces y para siempre, está entre los objetivos principales de su obra de amor y de rescate. Jesús no viene solo a rescatar al hombre individual, aun cuando cada hombre en su individualidad importa, sino que viene a hacerlo como uno solo junto a los otros, para que comience a vivir la experiencia de la vida comunitaria que vivirá en la eternidad, presidida por el Padre Dios. Cada hombre debe procurar, de esta manera, aumentar su confianza y su esperanza en la obra de amor que realiza Jesús. Como aquel leproso que al encontrarse con Jesús lo reconoció como Aquel que podía llenarlo de sus beneficios, y con humildad se abandonó a su voluntad amorosa: "En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: 'Si quieres, puedes limpiarme'. Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: 'Quiero: queda limpio'. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: 'No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio'. Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes". La lepra impedía que este hombre viviera en plenitud su ser comunitario. Jesús elimina este obstáculo y lo reintegra plenamente a la vida social. Y éste, lleno de gozo por el milagro del amor, se convierte en anunciador de ese amor a los demás. Entendió perfectamente que ese beneficio que había recibido no era para el disfrute egoísta, sino que debía ser testimonio de la presencia en el mundo del Mesías prometido que ya estaba en medio del pueblo realizando las maravillas del amor divino.

1 comentario:

  1. El hombre es un ser social que le gusta vivir en comunidad, por eso cuando el leproso le pide con fe a Jesús, si quieres me limpias y así sucedió,fue su testimonio para decir que el mesías prometido ya estaba con ellos dándoles el amor divino al cual no estaban acostumbrados debido al rechazo por su enfermedad.

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