jueves, 23 de abril de 2020

Los ideales eternos son los que me harán mejor persona

El que cree en el Hijo tiene vida eterna | Radio Pentecostés RD

Una de las dictaduras que vive el hombre de hoy es la del materialismo. El poseer cosas nos ha robado el corazón. El ídolo moderno es el del consumismo, por el cual nos desvivimos y ponemos incluso nuestra vida en riesgo, con tal de poseer. Las metas que nos colocamos los hombres se quedan solo en lo material: tener mucho dinero, tener un buen trabajo y un buen sueldo, comprar una buena casa, tener buena ropa, estar al día con las mejores marcas, tener un buen carro, comer las mejores comidas. Cuando percibimos que estas son las metas más altas que se ponen los hombres, no podemos menos que sentir tristeza, pues, con ser legítimas, son tan débiles y tan bajas que nos percatamos de que estamos ante una generación que ha sido destruida en los valores más altos como los de la honestidad, la transparencia, la solidaridad, la fidelidad, el servicio. Nos quedamos solo en lo horizontal y perdemos la perspectiva de lo superior, de lo intangible, de lo vertical, de lo eterno. Si colocamos toda nuestra perspectiva en las cosas, corremos el riesgo de sufrir las mayores debacles psicológicas, por cuanto la desaparición de ellas será la desaparición de todas nuestras ensoñaciones. Si hemos llegado a acumular riquezas y esa era nuestra meta más añorada, una quiebra inesperada por cualquier razón fútil, llegará a destruirnos y a dejarnos sin ninguna base sobre la que sustentar nuestra vida. Si nuestros sueños están puestos en tener la mejor marca de zapatos, no lograr comprarlos representará para nosotros la mayor frustración. Incluso llega a haber padres cuyo sueño es solamente dar a sus hijos todos los gustos pues "no quiero que ellos vivan lo que yo viví" o "que no pasen ninguna necesidad como la pasé yo" o "mis hijos deben tener lo mejor para que no se sientan menos que nadie", como si aquello hubiera sido una gran tragedia personal que les hubiera impedido ser lo que son, cuando al contrario, más bien pudo haber servido para crearles un carácter que les haya hecho enfrentar la vida de manera más madura y responsable. Facilitarle todo a los hijos es la mejor manera de criar dependientes, tiranos que se crean con todos los derechos y sin ningún deber, materialistas que estarán pendientes solo de la moda, ogros de sus semejantes a los que pisotearán sin misericordia y de los que se aprovecharán a mansalva con tal de estar por encima de ellos. El materialismo nos ha ido creando seres sin corazón, sin metas sublimes, sin referencias trascendentes.

Ese materialismo no es nuevo. Aunque ciertamente hay épocas, como la nuestra, en la que parece exacerbarse pues los medios de comunicación por el peso que han llegado a alcanzar apuntan a aprovecharse de esa veta por la cual los grandes negociantes pueden entrar creando incluso necesidades donde no las hay, ha estado presente en toda la historia humana, con los acentos propios de cada época. Los hombres hemos tenido siempre la tentación de querer darnos todos los gustos, pues las satisfacciones temporales e instantáneas que las cosas nos ofrecen son muy atractivas. No se necesita ser de una época concreta para sentir la necesidad de dar gusto a los sentidos y a los placeres. Eso forma parte de nuestra naturaleza humana, que por supuesto nos acompañará toda nuestra vida. En el diálogo que Jesús mantiene con Nicodemo le habla de esto claramente, contraponiéndolo a lo que es vivir según el Espíritu: "El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz". El hombre que tiene solo metas rastreras, que no se elevan por encima de la condición material que él mismo vive, nunca será "tirado" hacia arriba, sino que permanecerá atado a lo superficial. El ideal que motiva al hombre horizontal, "el que es de la tierra", nunca lo hará mejor persona, sino que lo mantendrá a raya en su condición instintiva, buscando dar satisfacción solo a sus sentidos. Por el contrario, "el que viene del cielo" será un hombre que "está por encima de todo", es decir, que no se contentará solo con lo material, con lo corpóreo, sino que buscará también lo intangible, lo superior, lo que eleva. Sus ideales serán altos y lo "tirarán" hacia arriba, hacia lo que trasciende, hacia lo que permanece. Por eso, será mejor persona, apuntará a los valores que lo hacen más solidario, mejor profesional, mejor esposo y padre, mejor amigo. Habla de "lo que ha visto y ha oído" en su experiencia personal de encuentro con el que logra esto, que es Dios. Sabe que la realidad no puede reducirse solo a lo que puede ver, tocar y disfrutar, sino que apunta a algo que está por encima y que permanece, pues todo lo material llegará un momento en que desaparecerá y quedará solo lo que trasciende y tiene existencia por sí mismo. Son los valores a los que hay que atarse y por los cuales vale la pena dejarse conquistar. Lo material será solo herramienta e instrumento para apegarse más a los valores que verdaderamente importan.

Por ello, al haber sido conquistado el corazón del hombre por lo trascendente, por Dios, por su amor y por los valores que de Él surgen, la vida se coloca en función de ello. Y se defenderá por encima de cualquier otra pretensión. Valorar en su justa medida lo que no desaparecerá jamás dará la perspectiva justa de lo que debe ser realmente valorado, por lo cual sí vale la pena luchar y desvivirse. Luchar por lo material no dará una recompensa duradera, sino solo la satisfacción momentánea que se transformará luego en aburrimiento cuando se canse de eso o en frustración cuando salga al mercado algo mejor y se desee con todo el corazón tenerlo y no poder. Luchar por lo intangible, por lo que nunca desaparecerá, dará una compensación total. Vivir en los valores no depende de la moda del día, sino de lo que se tiene en el corazón. Y nunca dejará de ser compensador, pues es siembra para la eternidad. Los apóstoles lo vivieron en plenitud y por ello, a pesar de que pretendieron anularlos, asumieron que eso era lo que tenían que vivir pues era a lo que los llamaba el tesoro que llevaban en su corazón: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen". Nada podrá estar por encima de Dios, de los valores que Él inculca en el corazón, de la perspectiva de la recompensa de eternidad que ofrece, de la inmutabilidad de la vida en Él que no depende de los vientos de la moda. Por más que haya argumentos de disfrute momentáneo, nada se compara a la satisfacción eterna que se vivirá en la felicidad y en el amor que se vivirá para siempre. Unos minutos de satisfacción no pueden compararse jamás ni estar por encima de la compensación de vivir y disfrutar eternamente del amor y la felicidad que da el que lo llena todo y que nos ha regalado la posibilidad de entrar a esa morada celestial que nos ha sido reservada con la muerte y la resurrección de su Hijo Jesús. Por ello, aunque haya vientos contrarios que signifiquen persecución, burla, oposición, aislamiento, lo que vale es la meta final en la que se logrará la vida de eterna felicidad. "Por eso ustedes están alegres, aunque de momento se vean obligados a sufrir diversas pruebas". Es la conciencia de lo que verdaderamente vale. No lo de hoy, aunque sea en esta realidad en la que debemos hacer nuestra siembra, sino lo de mañana, donde haremos la cosecha de eternidad feliz junto a Dios nuestro Padre, viviendo para siempre en su amor infinito.

1 comentario:

  1. La Palabra siempre le habla a cualquier momento de la Historia, y estas lecturas parecieran decirnos de acuerdo a mi humilde opinión: por muy duros que sean los momentos, mucha tristeza que sintamos por los enfermos, el.confinamiento y los seres queridos que hayan muerto en esta pandemia, nuestra Fe debe apuntar a confiar en que esperemos en que Jesús vino a salvarnos, que con El nos espera la eterna felicidad, que El como.dijo el Papa Francisco, intercede al Padre por nosotros...con esta certeza, hasta más llevaderas serían nuestras cargas. Danos Señor esa Esperanza y danos tu Paz!

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