lunes, 21 de septiembre de 2020

No se puede ser cristiano impunemente

 X Domingo (A) | Familia Franciscana

Una pregunta crucial que debemos hacernos los cristianos continuamente es la que se refiere a nuestra idoneidad para ser seguidor de Jesús. ¿Qué se necesita tener o hacer para ser seguidor de Cristo? ¿Qué se debe hacer para que Jesús desvíe su mirada hacia nosotros y nos llame? La llamada que Él hace, ¿depende de lo que hagamos nosotros o depende de lo que hay en su corazón? En la respuesta que demos, o que descubramos, está la clave de la comprensión de lo que es el seguimiento de Jesús. Cada apóstol fue llamado por Jesús y convocado a pertenecer a ese grupo privilegiado de sus seguidores por una razón concreta. ¿Por qué los llamó Jesús? ¿Cuál fue la razón última que lo llevó a llamarlos? ¿Por qué fueron ellos los privilegiados y no otros? ¿Qué tenían ellos de especial para haber sido llamados y para que Jesús los prefiriera a ellos y no a cualquiera de los otros miles de hombres que estaban alrededor? Hoy nos encontramos con esta figura de San Mateo, un publicano reconocido que está ocupado en sus labores, con el cual se topa Jesús en su caminar, y espontáneamente, sin que medie ni siquiera un diálogo previo, es llamado por Jesús a seguirlo. Podríamos cavilar acerca de un posible encuentro anterior que hubiera habido entre ambos, en el cual Cristo hubiera podido haber presentado un esbozo sucinto de su plan de acción, pero solo serían conjeturas, pues no existe constancia de ello. Lo cierto es que Mateo recibe la llamada y responde sin dudar un segundo, abandonando todo lo que tiene entre manos. Quizá lo movió su misma condición de publicano, despreciado por sus congéneres por haberse puesto al servicio del imperio invasor romano, lo cual era una de la mayores traiciones que un judío podía cometer contra su propio pueblo. Así veremos lo que sucederá más tarde con otro publicano famoso del Evangelio, Zaqueo, igualmente inconforme con el desprecio al que era sometido por los suyos. Probablemente Mateo vio en esta llamada de Jesús una oportunidad de liberarse de ese yugo que se le hacía ya muy pesado. Jesús hubiera sido para él como un aire que refrescaba su ya ensombrecida vida. No obstante, esto no nos resuelve la gran pregunta que nos hacemos: ¿Cuál es la razón ultima de la llamada? ¿Qué tenía Mateo para llegar a ser considerado en ella? Y en consecuencia, ¿qué debo hacer o tener yo para que el Señor me llame? Observar la historia de estos personajes, que pueden ser Mateo o cualquiera de los otros apóstoles, o cualquiera de todos los que se hubieron cruzado con Él en su caminar, o cualquiera que en la historia haya escuchado claramente su nombre al ser convocado por Jesús a ser suyo, nos coloca a cada uno de los cristianos en la necesidad de mirarnos a nosotros mismos para descubrir la historia de nuestra llamada, incluso al extremo de discernir si esa llamada se ha hecho desde los labios de Jesús hacia nosotros.

Escudriñar en esa historia concreta de los apóstoles es, sin duda, querer nadar en las aguas de la intimidad del corazón de Jesús, por cuanto es pretender entender la motivación que hay en Él para acercarse a los hombres a los que va a convocar. Fijarnos en la vida de cada uno de los apóstoles es percatarse de que todos ellos son una entidad propia y diversa, entre los cuales hay adultos, jóvenes, profesionales, obreros rudos, pescadores, hombres ilustrados, hombres ignorantes, expectantes de un futuro mejor para Israel, revoltosos, espirituales, materialistas... Toda una gama variada que elimina la posibilidad de preferencia de alguna categoría específica, por lo que debemos descartar la condición personal impoluta como requisito. Ninguno ha llegado a Jesús por una recomendación previa ni con condición de exclusión de los demás, por lo que debemos aceptar que su decisión es absolutamente libre, consecuencia de su plena y total libertad divina que no necesita fundarse en razones externas, por lo cual, finalmente, es absurdo querer comprender la razón de la preferencia de unos sobre otros. En todo caso, la llamada sobre los apóstoles es para la realización de una tarea muy concreta en un momento específico, lo cual acepta la posibilidad de que exista una llamada diversa o en otro momento para algunos discípulos, para el desarrollo de otras tareas diversas o de las mismas en momentos diversos. Esto encaja mejor con lo que sucede, por cuanto no hay constancia en ningún pasaje del Evangelio de que haya habido un expreso rechazo de alguien específico por parte de Jesús. Ni siquiera se dio en los enfrentamientos más crudos que tuvo Jesús, que fueron contra los fariseos y los escribas. Lo que se debe asumir, entonces, es que no hay una llamada exclusiva y, de ese modo, es necesario aceptar que las llamadas a los apóstoles son emblemáticas de lo que hace Jesús con todos: Todos los hombres son llamados por Jesús para ser suyos, en momentos concretos y para tareas específicas. Como añadido, es necesario entonces también aceptar que la motivación última que tiene Jesús al llamar es totalmente suya, está incrustada profundamente en su corazón y no tiene miramientos adicionales externos que puedan explicarnos su decisión, fuera de una razón clarísima de amor. Así, debemos concluir que la única razón de la llamada es la del amor que hay en su corazón, por lo cual no existen preferencias, o mejor, concluimos que en ese corazón motivado por el amor, todos somos los preferidos. No hay exclusión de nadie, pues el amor nos prefiere a todos.

Habiendo aceptado esa preferencia universal de Jesús, el foco de atención se centra entonces en los convocados. Si Jesús nos llama a todos porque nos ama a todos, el peso de la responsabilidad se traslada a los convocados, es decir a nosotros. Se debe fijar en la respuesta que se da, en la calidad de esa misma respuesta y en el compromiso concomitante que significa saberse llamado y responder afirmativamente. La pregunta que se hacía -¿Qué se necesita tener o hacer para ser seguidor de Cristo?- ha recibido ya una primera respuesta: Ser llamado por Él. Y ya sabemos que su llamada es a todos y por amor a todos. Por ello, es necesario preguntarse, dando un paso adelante después de haber tenido la primera respuesta: ¿Cómo debo responder a la llamada? ¿Estoy respondiendo como Jesús quiere? ¿Qué debo hacer para que mi respuesta sea en la línea que Él quiere? ¿Comprendo bien que mi respuesta es automáticamente la asunción de un compromiso de amor con el que me llama porque me ama? Ser de Cristo es algo muy serio. Responder a su llamada no es simplemente un acto formal, sino que es un acto constitutivo, que me transforma y produce una nueva vida en mí: "Les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados. Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellévense mutuamente con amor, esforzándose en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que han sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo". Y la medida del don de Cristo es infinita, por lo cual nuestro compromiso es total. No se puede ser cristiano "impunemente". Es necesario serlo asumiendo todas las consecuencias de serlo. No existe solo la llamada, sino que debe darse también la respuesta para que el proceso se complete. Así como Mateo, al escuchar la invitación de Jesús: "Sígueme. Él se levantó y lo siguió", así mismo cada uno de nosotros debe levantarse y seguirlo. La llamada es un momento de gozo, pues experimentamos la alegría de la mirada de Jesús puesta sobre cada uno de nosotros y nuestro nombre pronunciado por sus propios labios, todo ello motivado por su infinito amor. Y así mismo, gozosa debe ser nuestra respuesta, pues es la oportunidad que se nos presenta para demostrarle nuestro amor a Él y, por él, a nuestros hermanos, a los que nos acercamos y servimos, habiendo encontrado el sentido pleno de nuestras vidas.

5 comentarios:

  1. Padre, envia tú Espíritu Santo para que guíe nuestra oración todo nuestro día☺️

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  2. Que la santísima virgen María, nos ayude a ser humildes y de corazón sincero para estar atentos a la llamada de Jesús y responder con libertad y fidelidad. Amén

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  3. A todos nos llama incondicionalmente y en cualquier momento, debemos decirle gracias Señor, porque sabiendo de mis debilidades me recibes con misericordia en tu regazo.

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  4. A todos nos llama incondicionalmente y en cualquier momento, debemos decirle gracias Señor, porque sabiendo de mis debilidades me recibes con misericordia en tu regazo.

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  5. A todos nos llama incondicionalmente y en cualquier momento, debemos decirle gracias Señor, porque sabiendo de mis debilidades me recibes con misericordia en tu regazo.

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