sábado, 15 de febrero de 2014

Multiplícate tú también

Jesús nos dio a todos las claves esenciales para actuar en favor del hombre. Su labor no fue reducida sólo a una preocupación espiritualista que se dedicara sólo a la liberación del alma humana de la esclavitud del pecado, a la procura de la apertura de las puertas de cielo para quienes se las habían cerrado a sí mismos dándole la espalda a Dios, a la invitación de mantener la vista sólo elevada a los cielos como añorando una realidad futura gloriosa que sería, así, la única que valdría la pena, de alguna manera despreciando la realidad cotidiana, material, que viven los hombres naturalmente. Tampoco su preocupación fue puramente material, en la procura sólo de una liberación de poderes opresores, de obtención de riquezas expropiándoselas a los ricos para favorecer a los pobres, de imposición de una ideología sociológica en la que exacerbara el ánimo de los oprimidos para "tomar el poder" y aplastar a los más pudientes para que sufrieran la humillación que ellos mismos estaban sufrido... Ambas concepciones son absolutamente equivocadas...

Se equivoca quien quiera colocar a Jesús en alguna de estas dos opciones, pues son totalmente falsas. La labor de Jesús fue integral, pues integral es su ser e integral es su misión. Al inicio de su ministerio, en la sinagoga de Nazaet, evocando la profecía de Isaías, Jesús presenta su "hoja de ruta", su "plan de trabajo", su "proyecto". En él podemos percibir claramente que la preocupación de Jesús es todo el hombre, todos los hombres. Es el hombre que sufre la cadena del pecado y la cadena de la injusticia. Es el hombre que añora la eternidad feliz y mira al cielo, pero que añora la paz social y la justicia y sueña con una época actual de armonía y de fraternidad. Es el hombre que vive cotidianamente en el tráfago del mundo, que sufre sus consecuencias, que tiene conflictos y que vive alegrías, que debe partirse la espalda por el esfuerzo cotidiano del progreso y de la solución de sus problemas materiales, pero que también se pone en las manos de Dios confiando radicalmente en su amor y en que su futuro eterno lo vivirá junto a ese Dios de amor en la felicidad plena...

Por eso Jesús perdona pecados, libera de demonios, predica el amor y el perdón, echa en cara la hipocresía, exige la transparencia delante de Dios y de los hombres, declara dichosos a los que viviendo múltiples y diversas crisis han fundado sus vidas en Dios y en su amor y les anuncia la felicidad plena en el futuro de eternidad junto a Él... Y también por eso cura a los enfermos, devuelve la vista a los ciegos, hace oír y hablar a los sordomudos, limpia a los leprosos, resucita muertos, multiplica los panes para los hambrientos, expulsa a los mercaderes del templo, invita a la solidaridad con los más débiles y pobres, pone de ejemplo al samaritano que ayuda al herido... De ninguna manera Jesús reduce su mensaje de salvación, sino que nos dice a todos que no podemos "parcializar" su mensaje de salvación integral.

Desvirtuamos a Jesús y a su mensaje cuando lo colocamos sólo como el Dios que se ocupa del "espíritu humano", como si éste fuera una especie de fantasma que está en desagrado, encarcelado en un cuerpo de carne y hueso y cuyo sitio no sería ese, sino sólo frente a Dios, en una "pureza absoluta" que no existe en lo cotidiano. La situación del hombre en el mundo sería como una especie de "destierro" absolutamente despreciable, del cual habría que desembarazarse lo más pronto posible. O cuando, por el contrario, lo colocamos sólo en el orden de lo sociológico, como si Jesús fuera una especie de guerrillero o revolucionario, que sólo vino a azuzar a las masas para que se levantaran ante el poder opresor, y al cual sólo le importaba que la gente tuviera sus necesidades bien resueltas y más nada...  El camino correcto por el cual podremos comprender a Jesús y su obra es el de la contemplación de su propio ser: El Dios que se encarna, que se hace hombre, sumando en su propia figura la integralidad que quiere salvar, que quiere iluminar, que quiere redimir... Es lo espiritual junto a lo corporal. Es la materia junto al espíritu. Ninguna de las dos realidades son "mal menor", pues en la suma de ambas está la plenitud de la obra de Jesús y así es que debe ser considerada...

Por eso Jesús dice a sus discípulos: "Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos." Han estado ya tres días con Él, escuchando sus palabras, asimilando su mensaje, recibiendo el alimento espiritual, el perdón, el llamado a la fraternidad y al amor solidario... Pero necesitan cuidar su cuerpo, pues tienen hambre. Y Jesús se ocupa también de eso... Se ocupa del hombre entero. No lo parcela. Es lo corporal junto a lo espiritual lo que hay que cuidar...

Y Jesús para eso cuenta con sus apóstoles, con los que lo acompañan: "Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también". Sus apóstoles se encargaron de darles de comer a la gente hambrienta, hasta que quedaron saciados. Él hace el milagro y quiere que ellos sean los encargados de hacerlo llegar a todos. No quiere hacerlo todo Él solo, sino que espera los brazos de quienes lo acompañan para que lo ayuden a hacerle llegar a la mayor cantidad posible su regalo.

Jesús multiplica los panes y los peces, y quiere que los que lo ayuden a repartirlo se multipliquen también para hacerlo llegar a la mayor cantidad de gente posible. La multiplicación de los panes y los peces es el preludio de la multiplicación que debe darse de los que ayudan a Jesús a repartir su bien. El bien integral, el de su amor misericordioso, el de su perdón, el de su curación, el de sus panes y peces, el de su bienestar material, el de la llamada a elevar la mirada a lo eterno sin dejar de pisar en el presente... Y eso somos nosotros. Jesús nos invita a presenciar su milagro de amor, y quiere unirnos a la obra de difusión del bien mayor y de todos los bienes que quiere procurar a los hombres...

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