martes, 14 de enero de 2014

Sin coherencia no hay autoridad

Jesús rezumaba autoridad. Los oyentes, atentos a sus palabras, "se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad". Es muy interesante que ser hiciera esta observación, pues apenas está empezando su predicación pública, por lo cual no debían tener a la mano muchos elementos prácticos aún para llegar a esa conclusión. Simplemente era su presencia, su peso específico, el contenido de lo que enseñaba lo que era más llamativo... Y en la comparación quedan muy mal parados los letrados, es decir, los maestros de la ley judía. Quiere decir, realmente, que la gente sabía de quién provenía la doctrina verdadera y bien sustentada. Los letrados debían haber sido considerados unos engañadores de oficio, pues la gente ya no estaba bien dispuesta a seguirse dejando conducir como borregos por ellos... Añoraban que alguien les hablara con la autoridad moral con la que lo hacia Jesús...

En aquella época de Jesús, que era de espera, de expectativas, de añoranza, los corazones de la gente estaban ávidos de escuchar buenas noticias, pero no porque sonaran bien a los oídos, sino porque vinieran de alguien que de verdad infundiera confianza y solidez... Ya habían surgido muchos engañadores que obnubilaban a la gente con sus peroratas apocalípticas y con sus promesas de un bienestar que no terminaba de llegar. Habían surgido muchos "mesías", de todo tipo, desde los espiritualistas hasta los violentos, que habían arrastrado ya a muchos por rutas erradas que no los conducían a nada bueno... Pero como era época de espera, a todos los que iban surgiendo la gente empezaba a escucharlos, con la esperanza de que alguno de ellos fuera un mensajero confiable... Y así, surgió Jesús. Un desconocido a toda regla, que empezaba a suscitar emociones nuevas, que tenía un mensaje distinto, que anunciaba un época de renovación absoluta, que afirmaba que ya el Reino de Dios estaba llegando y que esa llegada se sostenía en signos evidentes de auxilio a los más necesitados y a los más pobres, de consuelo a los que sufrían, de liberación a quienes estaban oprimidos y cautivos... Se percibía así que las palabras que Yahvé había dirigido a los israelitas en el pasado no se habían quedado vacías, sino que se vislumbraba ahora el momento de su cumplimiento...

Jesús hablaba como quien tiene autoridad. Y así mismo actuaba. Al espíritu inmundo que oprimía al hombre en la sinagoga le ordena: "Cállate y sal de él", y éste "lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió". La palabra de autoridad de Jesús se sustentaba en una obra que era maravillosa y que dejaba a todos sorprendidos. "Todos se preguntaron estupefactos: '¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen'". Las palabras de Jesús no buscaban simplemente endulzar mentes o corazones, sino que buscaban encaminar a los hombres a la compresión de un mensaje de salvación que convocara a todos, y por eso, se sustentaba sólidamente en obras que confirmaban todo lo que decía. Era lo que les faltaba a los letrados y fariseos del tiempo... Unas obras que hablaran por ellos, que reafirmaran sus enseñanzas, que descubrieran la coherencia de todo lo que decían...

Parecería que la historia se repite continuamente. Pudiéramos afirmar que hoy estamos llenos de "letrados" que se empeñan en conquistar a la gente con sólo palabras hermosas, con promesas vanas, con idealismos estériles que no florecen ni fructifican... Para muchos la palabra de convierte en el arma que mejor empuñan para mejor dominar a los débiles. Son muchísimos los pueblos que añoran una situación diferente a la que viven,y que está plagada de opresión, de humillación, de pobreza extrema, de injusticia, de violencia, de exclusión, de división. Las añoranzas de una situación mejor se multiplican, y la expectativa ya casi desesperada de muchos se convierte en caldo de cultivo para que los nuevos "letrados" sigan haciendo de las suyas, al igual que en el tiempo de Jesús...

Pero llega el tiempo en que la gente se dará cuenta de que esos "letrados" no son sino simples engañadores, aprovechadores de una situación que los favorece. Que sus palabras no son más que el recubrimiento que ellos mismos ponen para ocultar su verdadera finalidad de mantener una situación así para poder tener campo de acción y de dominio casi esclavizante de las gentes. Son los supuestos "líderes" que se erigen como libertadores de los oprimidos, pero que no hacen sino defender con un discurso de doble cara sus propios intereses, con la finalidad de mantener la situación que los favorece en sus pretensiones...

Cuando Jesús enseña con autoridad, esa autoridad la usa tanto para infundir convicciones profundas y esperanzas sólidas a la gente, como también para enfrentarse con los malos espíritus de quienes pretenden mantener azotado y sometido al pueblo sencillo y fiel. Esos son los suyos. Esos son los que Él viene a liberar de todas las opresiones, principalmente de aquellos que se disfrazan de buena gente para seguir manipulando a las masas que esperan a un Mesías realmente liberador... A todos esos espíritus les llegará el momento en que Jesús les gritará: "Espíritu inmundo, ¡sal de allí!" Y hará quedar al descubierto y desnudos a todos los que se quieren aprovechar de los suyos. Los oprimidos por los hombres no quedarán indefensos. Ha llegado Jesús, el Dios hecho hombre, que sale Él mismo en su defensa. Es quien tiene la autoridad. Y con esa autoridad hará lo que debe hacer. Se pondrá del lado del indigente, del sencillo, del humilde. Y se enfrentará a quienes les hagan daño. No puede existir mejor defensa que la del mismo Dios que es el aval de la felicidad y de la liberación de los más humildes...

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