viernes, 3 de enero de 2014

No puedo callar esta alegría...

Estoy en varios grupos del sistema de mensajería de Whatsapp y del pin de Blackberry. Son grupos de mis familias, de amigos, de antiguos compañeros de estudios de bachillerato... En ellos nos mantenemos en continuo contacto, dándonos las últimas noticias de lo sucedido, conversando amenamente sobre temas variadísimos, bromeando de lo lindo entre nosotros... Es impresionante como, a pesar de estar distantes geográficamente, en una tecla estamos al instante lo más cercano posible e imaginable... Nos enteramos al segundo de los viajes que hacen, de la comida que están consumiendo, de las enfermedades que están sufriendo, de los fallecimientos que hay en alguna de sus familias, de los logros de sus hijos, de las alegrías que quieren compartir con todos... El mundo de la comunicación humana ha avanzado de manera insólita... Recuerdo que cuando estudié en Roma, del año 1988 al 90, me comunicaba con mis padres mensualmente. Tenía que ir a un centro telefónico, donde pagaba una buena cantidad de dinero para poder hablar unos diez minutos, y al finalizar les anunciaba el día en que llamaría el mes siguiente y la hora, "para que estuvieran pendientes" en la casa y no se les ocurriera salir pues de lo contrario no podría hablar con ellos, hasta el próximo mes... Me quedo boquiabierto con las posibilidades que tenemos ahora. Hace poco hablé con mi hermano, que está en Panamá con toda su familia visitando a una de sus hijas que estudia allá, y usamos Skype, viéndonos cara a cara, y yo casi estaba sentado en la misma mesa en la que estaban sentados todos ellos... 

A pesar de que, sin duda, no hay nada que supere el contacto físico, el poder saludarse con un buen apretón de manos, poder abrazarse y darse un beso, sentarse uno al lado del otro, esta posibilidad extraordinaria de mantener un contacto frecuente, continuo y que llena de ilusión, cuando no hay otra posibilidad física, es insuperable... Jamás había estado tan al día del acontecer de la vida de todos ellos, mi familia, mis amigos, mis excompañeros de estudio... Todas las noticias me llegan al momento. Me marcan principalmente las de las "nuevas adquisiciones" en todos esos grupos, que son los recién nacidos. Tengo lleno mi teléfono de fotos de los niños, apenas saliendo de los vientres de sus madres. Antes había que esperar a poder hacer la visita en la clínica o en la casa para conocer al recién llegado. Hoy, unos minutos después, ya tenemos las hermosas caritas en nuestros teléfonos para conocerlos y comerlos a besos...

No ha pasado un minuto de la noticia feliz, cuando sus padres ya pugnan por hacernos llegar, llenos de orgullo, la noticia y las fotos del recién nacido. Es una noticia que tiene que ser conocida por todos, pues es la felicidad que se quiere compartir por todos los medios. La alegría que sienten es tan grande y tan incontenible, que no se puede sino dar rienda suelta a ella y hacerla conocer por todos los que están en contacto con ellos, sean conocidos o no... Los padres quieren que seamos partícipes de esa alegría y quieren que la sintamos igual que ellos. No hay otra posibilidad en un momento de gozo de esa naturaleza. 

Es la dinámica natural de la alegría... Ella es difusiva por sí misma. Quien vive una felicidad grande quiere compartirla con los de su entorno y más allá, de modo que sea más sentida. A mayor difusión de la alegría, mayor vivencia de ella. Sucede exactamente lo contrario de lo que sucedería normalmente: A medida que reparto la alegría, la hago más grande. El hecho de que se aposente en los corazones de los demás, la hace difundirse. No se estanca ni se agota. Se multiplica. Y al multiplicarse, satisface más a quien la ha difundido. El objeto de la alegría se hace más deseable y al crecer, se le añora más... La añoranza de la felicidad puede darse por dos razones: o por que no se tiene o porque se la quiere vivir más profundamente... En este caso, es porque se le quiere tener más, hacer más grande, compartir con todos... El que otros se alegren por la noticia dada, nos convence aún más de que esa noticia es buena, que hace bien, que compensa totalmente, que da plenitud, pues otros la valoran también inmensamente...

Es lo que debería suceder con la noticia de nuestra salvación, de la presencia del Amor de Dios en nuestra vidas. Es la noticia más feliz que podemos vivir cada uno. Mayor que el nacimiento de un niño en la familia, con ser ésta una noticia felicísima. Más aún, ésta nos acerca más a la experiencia del amor de Dios en nuestras vidas. Es imposible no sentirse más cerca del Dios del Amor y Creador, cuando vemos el milagro de una nueva vida, en ese pedacito de carne que se mueve, que llora, que ríe, en nuestras manos, para cuya existencia nos hemos puesto como colaboradores del Dios que da la Vida... Dios nos hace más felices que cualquier buena noticia que podamos recibir, pues Él es la suma de toda felicidad, su raíz, su origen, su semilla en el corazón del hombre. El saber que somos amados infinitamente por Dios, que "nada nos podrá separar del Amor de Dios manifestado en Cristo", que aún en la máxima de mis infidelidades Él tendrá su mano tendida hacia mí y que me esperará a la vera del camino como al hijo pródigo, que su misericordia jamás me rechazará pues no puede negarse a sí mismo y por eso mantendrá su fidelidad hacia mí siempre incólume, me hace de tal manera feliz que jamás podré experimentar una felicidad mayor...

Con razón, los Papas de los últimos años han insistido tanto en la necesidad imperiosa de utilizar estos medios que son instantáneos, para poder anunciar el Evangelio hoy, para poder decir a todos los hombres la causa de nuestra alegría inigualable. Ya Juan Pablo II habló de la Nueva Evangelización, que tenía que ser "nueva en sus métodos", utilizando las nuevas tecnologías que ofrece el mundo de hoy.Y Benedicto XVI y Francisco, asumiendo una realidad que es indetenible, han insistido en la necesidad de que los cristianos nos hagamos presentes en estos ámbitos. Están entre los "nuevos areópagos" en los que se va desarrollando el pensamiento actual, en los que se ejerce la mayor presión ciudadana, en los que se va influyendo en la mente y en los corazones de la gente. Los sistemas de comunicación y la inmensa diversidad de redes sociales existentes, son un verdadero púlpito desde el cual también Dios quiere hacerse presente en medio de los hombres. 

Con los medios que tenía a la mano, Juan Bautista hizo su parte: "Yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios". No se paró en consideraciones tontas, sino que se hizo anuncio vivo del Dios del Amor en Jesucristo. Lo presentó al mundo: "Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Ese es Jesús, el "Esperado de las naciones", al que el pueblo de Israel esperaba suspirando y añorando. Y es el que nosotros hemos recibido. No podemos callar esta gran noticia. Somos privilegiados viviendo la mayor alegría que ser humano puede vivir. Y no podemos sino hacer que los nuestros, familiares, amigos, vecinos, compañeros, quieran vivir esta misma alegría, para lograr hacerla para nosotros mismos aún más feliz...

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